Violencia vicaria

Xavi, Noa, Elisa, Larisa, Ayax, Yago, María, Hiba, Adam y Norma. ¡Ni uno más!

Norma fue incluida el miércoles en el registro de menores asesinados por violencia machista. La mató de un disparo su padrastro. Es la número diez en lo que va de año, la cifra más alta desde que hay datos oficiales

Entierro del pequeño Mateo ayer en Mocejón. A poco más de sesenta kilómetros, en Otero, Norma fue asesinada por su padrastro. Ayer fue reconocida como víctima

España entera lloró ayer con los padres de Mateo, el pequeño de 11 años asesinado en Mocejón.  Un crimen cruel e inexplicable que ha conmocionado al país. La muerte de un niño va contra natura. A poco más de sesenta kilómetros de donde enterraron  al pequeño hay otra familia rota. No ha copado tantos titulares. Quizás porque desgraciadamente empieza a ser habitual que los menores sean asesinados como castigo a la madre.

A Norma J., la arrebató la vida su padrastro en Otero, Toledo, el pasado sábado de un tiro en la cabeza. Ayer pasó a ser un número más en el registro de casos de violencia vicaria del Ministerio de Igualdad. Su madre está hospitalizada. Logró salvar la vida, si es que se vive tras la pérdida de un hijo. Su pareja la disparó en el pecho, el abdomen, el brazo… pudo llegar hasta el bar del pueblo para pedir ayuda. Minutos después tuvo que ser trasladada en helicóptero al Hospital 12 de Octubre de Madrid.

“Una cría con 17 años no tiene por qué morir así”, “solamente pensaba en esa cría con 17 años, que podía ser mi nieta”, se lamentaban con Norma de cuerpo presente los vecinos. Por desgracia no ha sido la primera ni será la última. En lo que va de año diez menores han sido víctimas de violencia vicaria, el dato más alto desde que hay registros. Nueve a manos de sus padres y la joven de Otero víctima de su padrastro.

La estadística es demoledora y fría. Desde que en 2013 el Ministerio de Igualdad empezó a contabilizar la violencia vicaria, el peor año fue 2015. En doce meses arrebataron la vida a nueve niños. En los ocho meses de 2024 ya han matado a diez menores para castigar a sus madres. Son cifras inasumibles. Xavi, Noa, Elisa, Larisa, Ayax, Yago, María, Hiba, Adam y Norma deben ser más que números.

Ana Redondo, ministra de Igualdad, ya ha condenado este último asesinato a través de su cuenta de X: “Basta ya. Tenía 17 años y le arrebató la vida para hacerle a su madre el mayor de los daños además de intentar también matarla a ella. Es, sin duda, la cara más cruel de la violencia de género. Hay que parar este machismo que tantas vidas destroza. Todo mi cariño para la familia”.

El Pacto de Estado contra la Violencia de Género sigue caducado. No hay visos de acuerdo con el PP. Tampoco en la agenda de la ministra se ha marcado un gabinete de crisis para estudiar qué está fallando ante el récord de muertes.

Peticiones de las asociaciones feministas

Las asociaciones de víctimas que trabajan día a día haciendo frente a esta violencia exigen medidas urgentes. Mayte Álvarez, presidenta de la asociación Libres de violencia vicaria, señala directamente a las instituciones, a la justicia y a todos aquellos jueces que otorgan las custodias compartidas aunque existan denuncias de maltrato previas: “No están examinando bien las denuncias de maltrato y están dando custodias compartidas a agresores. Y es en sus hijos donde han encontrado el punto más débil de la mujer para hacerle daño porque ya no tienen acceso a ellas. Porque ellas ahora son libres, tienen trabajo y piden divorcios. Ellos no lo aceptan y matan a los niños”.

Rosa María Núñez, presidenta de la asociación Las Desamparadas, propone cambios necesarios para acabar con esta violencia y que espera que se realicen lo más pronto posible: “Hay que reforzar los sistemas de prevención y detección de las situaciones de violencia. Así mismo, necesitamos un sistema con más garantías que nos proteja tanto antes como después de poner la denuncia”. Pero eso no es todo, también cree que es importante “un seguimiento integral que proteja a las víctimas en todos los ámbitos”. Para acabar, una última petición que realizan muchas: “más concienciación y empatía a través de programas para los profesionales que trabajan en los juzgados y en la policía”.

La soledad y el miedo que siente una víctima después de denunciar a su agresor es justo lo que manifiesta Natalia Morlas, presidenta de Somos Más: “Ahora insisten todos en que tanto la víctima como el entorno denuncien, pero nadie habla de las medidas de protección y atención social que son imperiosas de necesidad después de esa denuncia. Nadie habla de que después de esa denuncia estamos solas, protegidas por una hoja de papel que se basa única y exclusivamente en que el maltratador cumpla lo que pone en ella, que es que no se acercará a nosotras, (y con suerte y si lo pone, a nuestras criaturas). Una hoja de papel, que no nos protege de nada, que no es antibalas, ni anti-cuchillos, ni anti maltratadores”.

 

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