Antonio Gancedo lleva más de veinte años cuidando de la salud de los menores dedicado a la pediatría social, que es la rama que atiende las causas sociales externas y situaciones de la salud de los niños que repercuten sobre su entorno. Es coordinador del Grupo de Trabajo de Pediatría Social de Madrid y Castilla-La Mancha y vocal de la Junta Directiva de la Sociedad de Española de Pediatría Social, además de miembro de la Comisión de atención especializada sobre la Violencia de Pareja en situaciones de riesgo familiar, del H.U. Fundación Alcorcón. Autor del libro Aproximación al maltrato infantil en la Urgencia y coautor del Manual para la atención a situaciones de maltrato infantil.
¿Qué es la violencia vicaria?
Es aquella violencia que ejerce el maltratador sobre los hijos para dañar a la mujer con la que ha tenido o tiene relaciones. Existen dos tipologías clásicas de maltrato que van a aparecer siempre en esta violencia vicaria, como son la negligencia y el maltrato psicológico. La negligencia es la situación por la cual las necesidades bien físicas o emocionales no son cubiertas por parte del progenitor que genera el daño. Y en el maltrato psicológico, el niño no se encuentra ni querido, ni protegido, ni respetado. Está totalmente triturado por la figura del maltratador.
En la violencia vicaria siempre hay dos víctimas. Uno que es la mujer y otra que es la infancia. Y en ocasiones también el maltratador utiliza la violencia contra las mascotas como forma de dañar tanto a los hijos y a las hijas como a la madre. Nosotros en consulta siempre preguntamos cómo es la relación con la mascota. Y esto es metódico, siempre hay un paralelismo.
¿Qué efectos psicológicos tiene en los menores a largo plazo este tipo de maltrato?
Son terribles. Daña su autoestima, son personas más inseguras, más ansiosas, les cuesta concentrarse en los estudios, consumo de psicofármacos en la edad adulta, más psicopatología, más patología funcional, dolores abdominales, dolores de cabeza, molestias precordiales, les cuesta respirar, crisis de ansiedad, angustia, ideas autolíticas, gestos autolíticos, tendencia al suicidio, síndrome de estrés postraumático, fracaso laboral, fracaso emocional por esas dificultades para establecer relaciones con sus iguales, dificultad en el inicio de mantener relaciones emocionales.
¿Se recuperan con el paso del tiempo?
Desde finales de los 90 en Estados Unidos estudian las experiencias adversas en la infancia y su relación significativa con la salud de estos niños y niñas. Su salud se resiente tanto en la infancia, como en la adolescencia, la edad adulta joven, en la edad madura y en la vejez. O sea, que eso que han vivido de pequeños les va a acompañar el resto de sus vidas y va a afectar a su desarrollo cerebral, su carga genética y van a tener mucha más predisposición a sufrir enfermedades crónicas.
Y, por ejemplo, no es porque haya que ser muy determinista, pero personas que tienen un elevado número de estas experiencias adversas en la infancia, pueden vivir veinte años menos.
¿Es entonces un problema de Salud Pública?
Lo que aparentemente parece un problema social, de referentes culturales y normas de la sociedad, no solo es eso, es un problema de salud muy significativo. Porque todas estas situaciones de experiencias adversas en la infancia conllevan un gasto económico descomunal para la sociedad, con un consumo de psicofármacos y de recursos tanto sociales como medicamentosos o farmacológicos o de requerimientos médicos mucho mayores.
Todas las personas que cuidamos la salud de la sociedad, debemos tener muy presente todas estas situaciones de violencia. Si somos capaces de controlarlas o de disminuir sus efectos, podríamos favorecer que apareciesen menos enfermedades en las sociedades del siglo XXI.
¿Maduran antes lo menores víctimas de violencia vicaria?
Sí. Maduran mucho más rápido que otros niños. ¿Por qué? Porque tiene que estar hiper vigilantes, tienen que estar constantemente en una situación de tensión porque una de las figuras de referencia, de apego, la que tiene que marcar su protección, su cariño, su adecuación a cada etapa de la vida, es un elemento que le daña. Y eso hace que estén en una situación de hipervigilancia.
Ese exceso de miedo, hace que maduren. Si tú hablas con un niño de 5, 6, 7 u 8 años que vive estas situaciones, te quedas realmente asombrado de cómo pueden utilizar el lenguaje para expresar ese daño y ese miedo y ese dolor que tienen.
¿Qué siente un menor cuando le obligan a convivir con un maltratador?
Pues por la práctica que yo tengo, viven esas situaciones con miedo, con angustia, temor, con mucho rechazo. Tienen oscuridad, les duele la tripa, no duermen bien, tienen episodios de ira, se ponen muy violentos, rompen cosas, insultan, pegan. Ni un adulto puede controlar esa ambivalencia continua entre el cariño que debe tener una de las personas, de referencia en su vida, y después el daño que esta persona le produce. Es que es una cosa tremenda.
¿Se incrementan los efectos cuando el menor expresa que no quiere pasar tiempo con su padre, pero se le ignora en un proceso judicial y se le obliga a estar con él?
Se escapa del concepto de salud. Por un lado, está el tema judicial y por otro el tema pediátrico y de asistencia médica. Lo que sí es cierto es que, a veces, el niño tiene un empeoramiento en su proceso. Puede tener más problemas psicológicos, más patologías psicosomáticas, más psicopatología. Nosotros ahí no podemos hacer nada. Comunicarlo, referirlo, pero nuestro campo es la medicina, no es la justicia.
¿Cómo se le explica a un niño que el sistema protege a su madre, pero les obliga a ellos a visitar a ese maltratador? ¿Se sientan desprotegidos por el sistema?
Si un niño vive con miedo y le obligas a vivir con la persona que le da miedo y es el sistema, la Policía, los profesores, los servicios sociales los que le explican que se tiene que ir con papá… Si en una situación de violencia de género entre dos adultos está totalmente contraindicada la mediación, qué es lo que no va a ocurrir en el cerebro de un niño o una niña, que ve cómo esa persona ha pegado a su madre, les ha pegado a ellos, los ha maltratado y le dicen: “Ahora te vas con él porque no hay que perder el contacto”.
Los pediatras sociales, vemos situaciones que dices “no puede ser”. Y así un día, y otro. Es un poco desesperante. Nosotros somos pediatras, somos médicos, no somos juristas, no somos abogados, no tenemos capacidad legislativa, no es nuestro campo, no es nuestra área.
Yo estoy seguro de que todos los jueces y juezas de España velan por el superior interés del menor, pero después, pues bueno, la vida es multicolor.
Cuando un progenitor agrede a una mujer los hijos no son meros espectadores que están viendo una pantalla de televisión, la angustia, el miedo, el daño, se transmite a ellos.
¿Necesitan los jueces una formación específica?
Creo que no. Los jueces están con los pies muy pegados a la realidad del día a día. Sería muy interesante hacer jornadas de reflexión o de intercambio de ideas donde los profesionales pudiésemos expresar un poco lo que vemos, lo que hacemos y lo que sentimos. Hacer una puesta en común con servicios, sociales, judiciales, policiales, de educación y de atención primaria.
Los profesionales que nos dedicamos a infancia y adolescencia tenemos un claro objetivo que es el de mejorar la salud de los niños y de las niñas de España y poder permitir que alcancen su máximo potencial como adultos.
¿Puede ser un maltratador un buen padre?
No. Nunca, jamás. En la violencia hay tres características claves que son primero, el daño físico, psíquico y social que el victimario, el que genera el daño, inflige a la víctima. El segundo, el agresor necesita el control y sometimiento de la víctima. Y tercer punto, el victimario vulnera de manera continuada esos derechos fundamentales de las personas a las que agrede.
Cuando un progenitor agrede a una mujer, vulnera sus derechos, la somete, la controla y los hijos no son meros espectadores que están viendo una pantalla de televisión. Y lo que pasa, la angustia, el miedo, el daño, se transmite a ellos. No son experiencias estanco.
Todos los niños que están, por mi experiencia, viviendo una situación de violencia en la pareja hacia la mujer, como mínimo, ya están recibiendo dos tipologías de maltrato infantil. Uno, el maltrato psicológico. Ese progenitor no les cuida, no les educa, no les protege y no les quiere. Y, además, una negligencia. No está cumpliendo su labor como progenitor competente. O sea, ya de entrada esas dos tipologías. Y después, el maltrato físico, casi siempre va a aparecer.