Violencia sexual digital: una agresión sin cortafuegos

Más del 60% de las españolas la ha sufrido y en más de la mitad de los casos (50%), el responsable es alguien cercano, como un amigo, una pareja o una expareja

Se utilizará inteligencia artificial para proteger a las víctimas KiloyCuarto

El chantaje, la humillación y las dinámicas de control se propagan sin cortafuegos a través de internet. Es otra forma de violencia sexual: la digital. Destacan el ‘sexpreading’, la difusión no consensuada de imágenes íntimas; la ‘sextorsión’, el chantaje con material sexual; el ‘cyberflashing’, el envío de imágenes explícitas no solicitadas; y la pornovenganza, donde imágenes íntimas son subidas a plataformas pornográficas o compartidas en grupos de Telegram por despecho.

En España, más del 60% de las mujeres ha sufrido violencia sexual digital. Las formas más comunes incluyen la recepción de contenido sexual no consentido (22,1%) y el acoso por el aspecto físico (21,3%). Así lo recoge el estudio Generación Expuesta: Jóvenes frente a la violencia sexual digital, realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud y el equipo de Investigación Divisar de la Universidad Complutense de Madrid.

Detrás de estas cifras hay un dato aún más alarmante: la relación entre la víctima y el agresor. En más de la mitad de los casos (50%), el responsable es alguien cercano, como un amigo, una pareja o una expareja. Estos datos evidencian que los entornos digitales no sólo son vulnerables, sino que amplifican dinámicas de abuso y traición dentro de círculos de confianza. “La violencia digital no ocurre en el vacío; está anclada en una estructura social que normaliza las actitudes machistas. La llamada ‘manosfera’, comunidades digitales que promueven discursos misóginos, tiene una creciente influencia sobre adolescentes. Perpetúan ideas de control sobre las mujeres y banalizan las denuncias de abuso. Además, la falta de educación digital y de protocolos de prevención en las escuelas agrava aún más el problema”, señala Carmen Ruiz, socióloga experta en género

María explica a Artículo 14 cómo, a los 16 años, llegó a plantearse abandonar sus planes académicos tras ser humillada y agredida por su exnovio, quién compartió fotos privadas que ella le había enviado en confianza. “Al principio, ni siquiera sabía que estaban circulando, hasta que compañeros del instituto empezaron a hacerme comentarios. Sentí que yo misma me había arruinado la vida por un calentón. Es como si alguien arrancara tu privacidad y la exhibiera al mundo. Me sentí completamente desnuda frente a todos”, confiesa.

El impacto de estas agresiones trasciende el ámbito virtual. Cerca del 40% de las mujeres confiesa haber sentido vergüenza tras sufrir violencia sexual digital. Además, un 33% experimenta ansiedad, un 29,9% miedo y un 26,9% admite tener la autoestima por los suelos. Cicatrices psicológicas que se ven agravadas por un preocupante silencio: el 56,7% de las mujeres no comparte su experiencia, temen ser juzgadas o revictimizadas por su entorno.

Ana, de 17 años, vivió meses de acoso digital tras romper con su pareja. “Me llamaba constantemente por videollamada para comprobar que estaba en casa. Llegué a poner la alarma a las 06h de la mañana porque sabía que me llamaría borracho y, si no contestaba, se enfadaría”, cuenta.

El estudio revela que el 32,7% de las víctimas teme ser responsabilizada por la agresión, lo que genera un ciclo de silencio y dolor, que les impide buscar ayuda. Además, muchas jóvenes perciben barreras institucionales que complican aún más la denuncia. El miedo a la revictimización refuerza la decisión de callar. Sólo un 11,6% de las mujeres denuncia o o busca apoyo legal.

“Mientras las plataformas digitales continúen siendo utilizadas como herramientas de agresión y control, el cambio dependerá tanto de una educación transformadora como de políticas públicas efectivas”, insiste Ruiz. Las víctimas, muchas de ellas menores, necesitan protección, pero también un entorno que las valide y las apoye en su proceso de sanación. Sólo así podrán superar, aunque no olvidar, la agresión sufrida.