La historia de Carmen (nombre ficticio) es una historia de ejemplo, coraje y superación. A sus 67 años, Carmen ha aprendido por las malas a decir que ‘no’. No ha tenido una vida fácil. Ha sacado adelante a sus tres hijos ella sola y a dos de sus nietos.
Nació en la década de los 50 cuando la dictadura franquista se encontraba en pleno auge. En su adolescencia, como mujer, tuvo que sortear muchos impedimentos. En aquella época, las mujeres no teníamos derechos. Eran los hombres (maridos, hermanos o padres) los que tomaban todas las decisiones por ellas. Sin embargo, Carmen, que era una mujer de armas tomar, decidió vivir su vida con libertad, aunque con continuos episodios de violencia por parte de ovsus dos parejas.
Desde que es pequeña, Carmen recuerda un ambiente hostil y de violencia en su casa. Comenzando por su madre que le quitaba el “jornal” de cada día y no le devolvía nada “ni para el ticket del bus”, recuerda. “Se quedaba con el dinero como si fuera ella la que iba a trabajar”. Una situación que se alargó en los años incluso cuando Carmen ya había tenido a sus hijos. “A mis hijos no les faltaba una cama donde dormir”, pronuncia orgullosa. Sin embargo, como toda madre, también tuvo que hacer sus sacrificios, pues ella mientras dormía en un sofá.
Carmen pensaba que “no había dos hombres iguales”
Carmen también es víctima de violencia de género. Nunca se le olvidará la primera bofetada que recibió por parte de su marido. Con él tuvo a sus tres maravillosos hijos. Sin embargo, Carmen, aun sin apoyo de su familia, decidió que no aguantaría más aquel maltrato. “Cogí los bártulos y la poca ropa que tenía y me fui con mis tres hijos a casa de mi madre. En ese momento pensé que no me tocaría nadie más nunca”.
La protagonista de esta historia siguió trabajando fuertemente para sacar adelante a sus hijos. “Limpiaba casas, pisos de estudiantes y cuidaba de niños y de personas mayores. Lo que me fuera saliendo”, cuenta. A los pocos años consiguió un ático para ella y sus pequeños. Recuerda aquella etapa como “muy buena y tranquila”.
Pasó 18 años sola sin la compañía de ningún hombre. Había cogido miedo a que la trataran mal y su mente no le dejaba encariñarse con ninguno. Finalmente conoció a otro hombre y aunque sintió “miedo” se dijo así misma que “el segundo no tenía que ser como el primero” porque “nadie es igual”.
Con ese pensamiento, Carmen se lanzó a la piscina y se fue a vivir con él. Su relación duró 20 años, aunque nunca se llegaron a casar. Mientras, con el dinero que Carmen iba generando de su trabajo, invirtió y construyó dos casas en Teruel.
No todo fue color de rosas. A los 18 años de estar juntos, él cambió de repente su actitud con ella. Cada vez que llegaba de trabajar le preguntaba “¿hoy a cuántos te has tirado?” Carmen aguantó episodios de violencia psicológica durante dos años. Dos años de convivencia esquizofrénica en la que pasaba del insulto a proponerle matrimonio. A Carmen esto le pareció sospechoso después de casi dos décadas juntos sin casarse. Investigando se dio cuenta que él, en realidad, lo que quería eran sus casas de Teruel. Solo casándose con ella sin separación de bienes, tendría acceso a ellas.
Los meses pasaron con continuas faltas de respeto. Carmen trataba de evitarle. Se iba a trabajar y después comía y cenaba en un bar para no verle. Sin embargo, Carmen fue más lista que todo eso y supo huir de ahí a tiempo. Desgraciadamente, el periplo con este hombre no acabó ahí. Al ella dejarle, él comenzó a hacerle la vida imposible. Tanto que se fue hasta las dos casas nuevas que ella estaba construyendo y causó numerosos destrozos a la par que robos: “Estuve cuatro años peleando con los robos en mi casa. Tiraba la puerta abajo y se lo llevaba todo. Ya hay cinco o seis denuncias puestas”.
A Carmen, aunque no lo ha tenido fácil, su actitud le ha ayudado mucho: “Yo siempre he sido muy tirada para adelante. Sé decir que no y le planto cara al que sea“, reconoce. No obstante, desesperada con los continuos ataques de su exnovio, ha decidido poner las casas en venta.
Ahora, Carmen, ya jubilada, colabora en la asociación ALANNA, en la que enseña a coser a otras mujeres y con las que comparte su historia que sirve de ejemplo a decenas de víctimas que, desgraciadamente, están pasando por lo mismo que ella un día pasó. Ejemplo de superación a seguir. Aunque no lo ha tenido fácil, y menos con la generación a la que pertenecía, Carmen ha podido armarse de valor y marcar sus propios límites priorizándose a ella en todo momento.