Carmen nació en el seno de una familia numerosa en Rumanía donde sus padres no le prestaban mucha atención. Durante toda su infancia y parte de su adolescencia, esta joven recibió malos tratos continuados por parte de su padre. Harta de esta situación, habló con una tía suya que se había mudado a Tenerife, la cual le consiguió un visado para poder viajar a España.
Llegó a nuestro país con 13 años. Con mucha ilusión y ganas de comerse el mundo. Aunque al principio se pudo quedar con su tía, esta pronto tuvo que volver a Rumanía cuando uno de sus hijos murió. Carmen entonces se quedó sola y desamparada. Decidió seguir en Tenerife donde, al poco tiempo, conoció a su pareja con solo 15 años.
Siendo aun menor de edad, la joven se quedó embarazada y dio a luz a su hija. Sin familia, sin amigos y sin ninguna persona más que le sirviera de red de apoyo. Carmen siguió con su pareja, natural de Tenerife, con el que se casó tiempo después.
Durante los años de noviazgo, Carmen había perdonado y callado mucho. Sabía que se encontraba de nuevo en una espiral de violencia como la que había sufrido en su infancia por parte de su padre. Cuando comenzó a trabajar en un hotel de la isla, hizo piña con sus compañeras de trabajo. Solo a ellas les contaba todo lo que pasaba en su matrimonio: “Estuvo aguantando palizas durante años. No quería denunciar porque al fin y al cabo ella no tenía a nadie más aquí“, cuenta Rosa María Núñez, presidenta de la asociación Las Desamparadas. Núñez, que era su compañera de trabajo por aquella, también sufría malos tratos en su pareja, por lo que sabía perfectamente a lo que se refería Carmen.
Ahora, su historia la cuenta su compañera, Rosa, que aun se acuerda de Carmen cada día. La presidenta de Las Desamparadas recuerda cuando Carmen llegaba al trabajo emocionada, y restándole importancia a la violencia que sufría, porque su pareja le había comprado algún detalle. Sin embargo, el grupo de amigas sabían perfectamente cuál era la realidad: “Cuando él la recogía nunca saludaba, no hablaba con nadie. Ella decía que tenía un carácter muy fuerte, pero que en el fondo no era malo“.
Alguna vez habló con sus compañeras de dejarle. Pero pronto se le quitaba esa idea de la cabeza porque “decía que estaba sola“. Sus amigas le recordaban que las tenía a ellas, pero ella siempre decía que “aparte estaban las vidas de cada una”. También le propusieron volverse a Rumanía, pero les contestó que nunca volvería allí.
En su trabajo, tenían la costumbre de poner un bote de dinero para comprar un pequeño regalo a la cumplañera. Ya lo tenían todo preparado para celebrar el cumpleaños de Carmen. Rosa se acuerda de ese día como si fuera ayer, aunque ya han pasado más de diez años: “Nos quedamos todas frías. Nos hizo recapacitar a todas un poco”. Carmen murió pocos días antes de cumplir los 39 años. Carmen se suicidó porque no encontró más salida en su vida.
Al velatorio fueron sus compañeras de trabajo, dos amigas de su vecindario y una prima lejana de su pareja. “Nosotras no vimos a su marido en toda la tarde que estuvimos allí”, cuenta Rosa.
El suicidio de Carmen hizo reflexionar un poco a todas. Sobre todo a una compañera suya con la que siempre salía: “Ella estaba pasando una situación parecida con su novio con el que llevaba más de diez años. Cuando pasó lo de Carmen, decidió dejarle“.
Con la ida de Carmen, su hija que ya tenía 20 años, se quedó huérfana y con un padre maltratador. Al poco tiempo, Rosa abandonó la isla para dejar atrás también su relación de maltrato. No sabe qué fue de la hija de Carmen, pero desde aquí, le desea todo lo mejor.