Desapareció en la oscuridad de la noche del 5 de julio de 2016 y ocho años después, también de madrugada, un jurado popular condenó a Eugenio Delgado por el asesinato y violación de Manuela Chavero. Sucedió ayer, en la Audiencia Provincial de Badajoz. A la lectura del veredicto acudieron amigos y familiares de la mujer de 42 años, los mismos que dieron la voz de alarma ese verano cuando se le perdió el rastro en su pueblo, Monesterio.
Conseguir justicia no ha sido fácil porque nada ha resultado sencillo en este caso. En primer lugar, porque parecía que a Manuela se la hubiera tragado la tierra esa noche de julio de 2016. Había estado con un amiga por la tarde, habló con sus dos hijos, que estaban en Sevilla con su padre, del que Manuela se había separado, encendió la tele y dejó el pantalón que había llevado ese día encima de la cama. Todo parecía indicar que se estaba preparando para irse a la cama.
Cuando no atendía las llamadas, sus familiares se preocuparon. Al acudir a su domicilio se encontraron la puerta abierta, que no había sido forzada, las luces encendidas y el teléfono móvil y el monedero dentro de la casa. Enseguida saltaron todas las alarmas. Daba la sensación de que alguien había llamado a la puerta y se la había llevado, pero nadie había visto nada ni encontraron pistas que indicarán qué había pasado.
Elvira, la voz de su hermana
Como suele ser habitual en estos casos, los investigadores de la Guardia Civil comenzaron sus pesquisas por los más cercanos a Manuela. Un amigo, con el que tenía relación y con el que se había estado escribiendo esa misma madrugada, fue el principal sospechoso, pero se descartó su participación en la desaparición. Lo mismo ocurrió con su exmarido. El caso parecía atascado. Habían buscado a Manuela por tierra, mar y aire y no daban con ella, no tenían sospechosos sólidos ni pistas que seguir.
Elvira Chavero se convirtió en la voz de su hermana y no permitió que el caso cayese en el olvido. Manifestaciones, concentraciones, entrevistas en televisión, Elvira se dedicó en cuerpo y alma a que nadie se olvidase de Manuela. Porque muy poco tiempo después, se perdió el rastro a Diana Quer, toda la atención mediática viró hacia la joven madrileña y por eso el empeño de Elvira se redobló durante los cuatro años que el caso estuvo sin pistas sólidas.
Sus familiares se acostumbraron a vivir en la incertidumbre hasta que una persona no identificada terminó resolviendo el crimen. Elvira recibió una carta anónima que señalaba a Eugenio Delgado, un vecino de Monesterio de 23 años en ese momento, que conocía a Manuela de toda la vida y que su familia tenía una vivienda a escasos metros de su casa. La nota, no solo daba el nombre, también un indicio de su culpabilidad y la razón que apuntalaban las sospechas, una factura de la luz de la noche de los hechos de la casa de Eugenio.
La Guardia Civil ya había interrogado varias veces a Delgado, el joven aseguró que no había estado en el pueblo esa noche, pero los registros de las compañía indicaban lo contrario. No sorprendió a los investigadores, ya le seguían la pista al joven, de hecho, un agente de la UCO infiltrado se había ganado la confianza de Eugenio y tenía algunos detalles. Se procedió a su detención el 18 de septiembre de 2020, cuatro años después.
Desprecio hacia la mujer
Eugenio terminó confesando que sabía dónde estaba Manuela y guio a los agentes hasta el cuerpo, enterrado en una finca de su propiedad en el extrarradio de la localidad. Sin embargo, nunca aceptó su culpabilidad y contó una historia peregrina en la que Manuela había ido esa madrugada a su casa a recoger una cuna, se había resbalado, golpeado la cabeza y muerto accidentalmente.
Solo se encontraron los huesos de Manuela envueltos en una sábana y un albornoz. Los forenses no pudieron determinar la causa de la muerte, pero los restos mostraban que se había utilizado una violencia brutal. Le faltaban varios dientes y los huesos mostraban fuertes traumatismos. Se decretó su ingreso en prisión donde ha estado cuatro años a la espera del juicio que se ha celebrado esta semana en la Audiencia Provincial de Badajoz.
El jurado popular tardó pocas horas en condenar a Eugenio por el asesinato y la violación de Manuela. Consideran que todo fue programado por Delgado y que “el único móvil posible es la agresión sexual”. El veredicto tiene en cuenta “el perfil que hacen de él los analistas del comportamiento definido como un sádico sexual”, y por eso, consideran que “si no hubiera sido mujer, y no hubiera sentido ese desprecio hacia la mujer, como se comprueba por sus propias conversaciones de WhatsApp con prostitutas, no hubiera ocurrido esto”. Añadieron que al asesino “le gustaba dominar a las mujeres en su relación con ellas y que tiene distorsionado el concepto de libertad sexual de las mujeres”.
A la salida de la lectura del veredicto, Elvira Chavero, emocionada y aliviada, celebraba que se hubiera hecho justicia por la muerte de su hermana. Miró al cielo, en un momento dado. Por fin todo ha acabado y ha conseguido lo que tanto tiempo y esfuerzo le costó, que el asesino de Manuela pague por segarle la vida.