“Pues ya era hora, la mitad de España lo sabía y la otra mitad lo encubría“. Esta reflexión que hacía en la red X la periodista y comunicadora, Marina Lobo, coincidía con el sentir de muchos este jueves tras conocerse la dimisión forzada de Íñigo Errejón al hilo de las acusaciones de acoso y maltrato publicadas en las redes sociales de la periodista y escritora Cristina Fallarás. Al parecer, no a todos les ha pillado por sorpresa. Los rumores acerca del comportamiento del exlíder de Más País eran, según apuntan muchos, un secreto a voces, sobre todo en la capital. Lo cierto es que no es la primera vez que se alude a una actitud reprobable con las mujeres del político. Ya en junio de 2023 una mujer utilizó Twitter para explicar que había sufrido tocamientos (agresión sexual) en un concierto en Castellón de la Plana por parte de Errejón. El hilo se hizo viral y ella comentó que había recibido una llamada de una compañera de partido pidiéndole prudencia y que no siguiese adelante con la denuncia pública.
A partir de ese momento, si no antes, ya comenzaron los rumores, el runrún y el “me han contado”, “me han dicho”. Se desconoce si se abrió una investigación interna tras esta denuncia de 2023, pero la trayectoria política de Errejón no pareció resentirse. De hecho, tras la renuncia de Marta Lois, él se hizo cargo de la portavocía de Sumar en el Congreso este mismo año. Según cuentan, responsables de Sumar estuvieron monitorizando las redes estos últimos días ante las sospechas de que estos testimonios se refiriesen a Errejón para entender el alcance de las denuncias y su veracidad. Él ha reconocido los hechos, según su propio partido.
Las víctima deciden cómo, cuándo y dónde denuncian
El problema en estos casos suele ser el anonimato de las víctimas. Si ya se las cuestiona cuando denuncian violencia con nombre y apellidos de un hombre no conocido, enfrentarse a un personaje público, con poder y presencia pública es bastante más complicado. Hay que recordar que cada víctima alza la voz cuándo, cómo y de la manera que elige. No todas están preparadas para formalizar una denuncia y no acudir a las autoridades o usar un pseudónimo parece que resta credibilidad, pero no debería.
Quizá que las mujeres prefieran callar o no identificarse es un síntoma de cómo convivimos con la violencia estructural y cómo el propio sistema permite y admite ciertos comportamientos que de cara a la galería son inaceptables. Es más, como explican muchas expertas, las violencias machistas son difíciles de demostrar en sede judicial, se trata de delitos cometidos en la intimidad donde no siempre existen pruebas y nuestro sistema judicial obliga al que acusa a demostrarlo. En muchas ocasiones es la palabra de una contra la de otro. Y cuando “el otro” es un profesional bien relacionado y con poder el asunto se complica porque el sistema y la sociedad las va a cuestionar y a analizar sus vidas.
Si en los mentideros políticos de la capital se comentaban las actitudes del exlíder de Más País y muchos afirman hoy que las conocían ¿por qué no se actuó? ¿Cómo es posible que llegase a convertirse en portavoz de Sumar? Esa es la reflexión que muchos se hacían ayer en las redes. Había quien iba más allá e insinuaba que los tiempos en los que se ha actuado sobre una realidad que muchos conocían o intuían coincide con un momento clave para la coalición. Tras la renuncia de Yolanda Díaz hace unos meses como líder de Sumar, se necesitaba un nueva cara, un nuevo liderazgo por el que van a luchar las distintas formaciones. Hay quien quiere ver un movimiento interno para evitar que Errejón se desplegase como el sucesor de Díaz.