Aquel famoso “todo es falso, salvo alguna cosa”, que hace años se esgrimió a modo de explicación en la alta política española, es el mensaje que ha sobrevolado toda la defensa de Errejón tanto antes como después de declarar. En el ínterin, el propio magistrado resumió su interrogatorio al expolítico con un “entonces, salvo las cosas de ir en coche e ir a la fiesta todo lo demás es falso, ¿no?”. Al escucharlo, quien estaba en ese momento en la sala vaticinó que el archivo de la instrucción no tardaría en llegar. “Está cansado de las denuncias falsas”, le justificaban en su entorno. Nadie esperaba que el impacto de la filtración alcanzase cotas nunca vistas: en apenas 48 horas, la web del CGPJ registró 14.000 quejas contra la conducta en sala de Carretero. El sistema colapsó, al igual que el señalado: “Estoy soportando un linchamiento mediático y emprenderé acciones legales por acusarme de sádico”, anunció ayer durante una entrevista en directo, en Espejo Público.
El juez del 47 no ha hecho especial autocrítica. De cara a futuros interrogatorios adelanta que en lugar de culo dirá nalgas y que no hablará más de tetas, pero que, en cuanto a su llamada “técnica indagatoria” seguirá haciendo gala de su marca de la casa; la misma que reconocen declarantes, letrados y hasta policías que han pasado por su juzgado. Ni siquiera Mouliaá ni su abogado ni la propia fiscal se lo afearon en el momento o a posteriori, como él mismo ha destacado. Está por ver si desde el Consejo le impondrán sanción o si le afectará de alguna manera la presión social. “Evidentemente, si llego a saber que me estaba viendo toda España…”, reconoció. ¿Se sentirá más expuesto y observado a partir de ahora? ¿Repercutirá su evidente furia actual en el recorrido que queda del ‘caso Errejón’?
Lo más inmediato es que se pronuncie sobre las peticiones y las pruebas aportadas esta semana por las partes. De la decena de testigos presentes en la fiesta donde supuestamente ocurrió la primera agresión sexual, los dos han pedido que declaren cinco testigos directos. Sólo uno de ellos, Fernando, va a petición de ambos. Es el que habría provocado un “ataque de celos” en Íñigo Errejón al verlos bailar juntos una canción de Los Secretos y que habría presenciado cómo la agarró “fuertemente del brazo” para llevársela a una habitación. Amigo de Mouliaá, al día siguiente le escribió un wasap aportado a la causa: “Vaya melopea!!! Buenos días!! Jajaja”.
Lo cierto es que, menos las conversaciones que mantuvieron por Telegram, que al autoeliminarse entonces también han librado ahora al magistrado de una lectura “subida de tono” que pudiera darle más munición futura, todas las comunicaciones entre ambos están aportadas en el juzgado. Porque, al contrario que la actriz, Errejón conserva tanto sus mensajes como las reacciones directas de ella a los mismos: emojis de risas o corazones que quedaron vinculados sin posibilidad de borrado, y que se produjeron antes y después de los hechos denunciados.
Para la defensa, ese cruce de mensajes durante tres años son la prueba contundente de que ella miente: “La Sra. Mouliaá no ha cesado de faltar a la verdad desde que formalizó su denuncia el 24 de octubre de 2024”, recalcan en su último escrito de treinta páginas elaborado de forma analítica. La acusación es más breve -despacha el suyo en cuatro-, y no entra en valoraciones. Pero es artillería pesada por igual y ya está en manos de un juez que parece blandir tenazas para elegir entre el cable rojo o azul de una bomba con efecto retardado. “A mí me han cogido de muñeco de palo para meterme en la hoguera, para ser yo el ejemplo de lo que no hay que hacer”.