Cuentan que Consuelo Madrigal, exfiscal General del Estado, decía que cuando Soledad Cazorla entraba en una habitación, se movía el viento. Fue la primera fiscal de sala de violencia contra las mujeres de España, un puesto creado en 2005, meses después de la aprobación de la ley contra la violencia de género, de la que se cumplen ahora veinte años. Dedicó a esta labor toda su energía hasta su fallecimiento, una década más tarde. Pocas veces el recuerdo de alguien a quien no conoces estremece de tal manera, erizando la piel al escuchar no solo cómo la describen, sino también el inmenso amor y admiración que destilan las palabras de quienes trabajaron a su lado. De hecho, es difícil adivinar si era mejor profesional que persona porque las alabanzas a su dedicación y buen hacer como fiscal se entremezclan con una palabra que se repite: amistad. Sus compañeros coinciden en que era una amiga excelente, con una calidad humana sin igual.
Se bajó al barro. Iba a juicios, a comparecencias de órdenes de protección; quería ver a las víctimas
La actual fiscal de sala de violencia contra la mujer, Teresa Peramato, la conoció cuando Cazorla estrenó el cargo y ella fue nombrada decana de violencia de género en Madrid. Asegura que, desde el primer momento, la relación fue muy estrecha y que Soledad “tenía una gran inquietud por conocer el fenómeno de la violencia a fondo y desde las bases, no desde las grandes estancias, sino bajándose al terreno”. Por eso fueron juntas a juicios, a comparecencias de órdenes de protección, quería ver a las víctimas de cerca, conocerlas, olerlas. Saber qué estaba ocurriendo. Peramato resalta su enorme sensibilidad y el dolor que le producían las víctimas, las que estaban sometidas a una violencia sostenida en el tiempo, las que sufrían graves lesiones y, por supuesto, los asesinatos, que le provocaban un daño palpable.
Los niñas y niños víctimas de violencia, su gran preocupación
Sufría por estas mujeres, pero no pasó por alto a los grandes olvidados, los hijos e hijas de las víctimas. Pronto se convirtieron en su gran preocupación, tanto los que vivían en contextos de violencia de género como los que quedaban huérfanos tras los crímenes. “Desde el primer momento, cuando se producía un asesinato, todos los fiscales delegados de España teníamos la obligación de dar una información completa sobre el contenido de las primeras actuaciones y ella inmediatamente se ponía sobre la mesa estudiar esos atestados. Cuando había niños o niñas implicados nos llamaba personalmente para preguntar en qué situación quedaban, con quién iban a vivir, con qué medios“, recuerda Peramato.
Pionera y luchadora
“Ella sabía que en muchas ocasiones, las personas que terminaban haciéndose cargo de esos niños y niñas huérfanas eran los abuelos maternos. Casi siempre jubilados, en una etapa de su vida que ya no no les correspondía hacerse cargo de la crianza de niños pequeños, con pensiones exiguas, es decir, con muchísimas dificultades”, apunta Peramato, quien explica que ese desasosiego “lo transmitió a toda la red de fiscales para que nosotros, desde nuestros puestos en las fiscalías territoriales, pudiéramos poner en marcha las medidas necesarias para proteger efectivamente a las mujeres, pero también a sus hijos e hijas. Fue una pionera. Nosotros tuvimos que luchar mucho en los juzgados para conseguir trasladar esa imagen, esa idea. Era una luchadora absoluta“, insiste.
Rebosaba humanidad, valiente y aguerrida
Peramato la describe como “una mujer valiente, aguerrida, potente, decidida y muy constante, de manera que continuamente nos estaba trasladando sus preocupaciones. A nivel personal, la relación que tenía con todos los profesionales de la red, de todos los escalones, era magnífica. Una mujer siempre cercana, al lado de los compañeros ante cualquier problemática que pudiéramos tener, siempre estaba ahí. Rebosaba humanidad y comprensión por los cuatro costados“.
La Concepción Arenal de la violencia de género
Si se bucea un poco buscando quién fue Soledad Cazorla, pronto se acaban los adjetivos de sus compañeros y amigos: “El lado humano de la justicia“, “la Concepción Arenal de la violencia de género”, “generosa“, “brillante“, “inteligente”, “sensata”, “trabajadora infatigable“, cuando ella hablaba, se hacía el silencio”, “irrepetible“, “la esencia de un servidor público” y “amiga profunda“, son solo algunas pinceladas a la hora de describirla.
El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero también recuerda su buen hacer como fiscal de sala de violencia: “Si hay alguien que jugó un papel importante en la lucha contra la violencia de género en este país fue ella, una mujer trascendental y una referencia, tuvo una participación decisiva. Pienso que nuestra democracia le debe a ella y a muchas mujeres un gran momento de reconocimiento”.
Su marido y sus hijos crearon las Becas Soledad Cazorla para huérfanos de violencia de género
Su marido, Joaquín Tagar y su hijo Joaquín García-Cazorla, confiesan el orgullo que supone semejante alud de alabanzas hacia Soledad. Ellos mejor que nadie saben de lo que hablan los demás. “Mi madre vivía todo con mucha pasión y si había un caso le afectaba especialmente”, cuenta Joaquín hijo. Tagar recuerda que “ella luchó mucho para que esos niños -los hijos e hijas de víctimas de violencia- fueran considerados víctimas de la violencia de género y eso no ocurrió hasta que murió, ese mismo año, en 2015”.
Por eso, tras su repentino fallecimiento, buscaron la manera de canalizar toda esa energía contagiosa y continuar con su legado “porque no podía desaparecer así sin más”. Pensaron en una fundación, pero Alfredo Pérez Rubalcaba les recomendó buscar otra fórmula e idearon las Becas Soledad Cazorla para huérfanos de la violencia de género que se gestionan desde la Fundación Mujeres.
Facilitar la continuación de los estudios y un acompañamiento continuado
Su labor primordial es facilitar a esos huérfanos la continuación de sus estudios y que no se vea truncada su formación por la situación tan dramática que viven después del asesinato de sus madres. “Tenemos una reunión anual con las familias, estamos muy vinculados, de manera personal con ellas. No son solo las becas, sino también ayudarlas con una especie de acompañamiento continuado“, explican.
Un maltratador nunca es un buen padre
Hasta el momento, han sufragado 252 becas por un importe de casi medio millón de euros y de la que se han beneficiado 119 niñas y niños huérfanos. Además, han acompañado a 71 familias, promovieron la reforma de la pensión de orfandad de 2019 y la Ley Orgánica que mejora la situación de los huérfanos de violencia de género de 2022, y han tramitado 269 consultas de asesoramiento legal gratuito. Una hazaña que mantiene vivo el espíritu de Soledad.
Quizá hoy Cazorla levantaría la voz o “montaría un número con los medios”, si supiese que se siguen concediendo visitas y custodias a investigados y condenados por violencia de género, a pesar de estar prohibido. Lo explica su marido: “Ella estaba totalmente en contra, hay algo que aprendí de ella y que he repetido muchas veces: un maltratador no puede ser un buen padre“.