Daniel, el hijo pequeño de Juana Rivas, tiene diez años y ha contado que durante la convivencia con su padre, Francisco Arcuri, sufre una auténtica tortura: “le pega golpes en la cabeza, le lanza al suelo y le da patadas en la barriga, le aprieta fuertemente en el cuello hasta casi ahogarle, le insulta y chilla, rompe objetos y muebles en su presencia, habla muy mal de su madre y dice que quiere matarla y le graba obligándole a mentir sobre la realidad que vive, amenazándole con matarlo y no volver a ver jamás a su madre y a su hermano, si no dice lo que él le exige”. Lo han hecho público los abogados de Rivas. A pesar de este relato, el niño tendría que volver con su progenitor sin que ningún juzgado le haya escuchado. Daniel cogería un avión, viajaría a otro país, lejos de su madre y hermano y comenzaría una nueva rutina con su padre mientras la justicia italiana decide sobre la denuncia de malos tratos que pesa sobre él. ¿Qué pasa por la cabeza de ese niño y qué efectos puede tener en su desarrollo la obligación de volver a Italia con Arcuri? Los expertos lo tienen claro, es una barbaridad y las consecuencias emocionales son graves.
Antonio Gancedo lleva más de veinte años cuidando de la salud de los menores. Vocal de la Junta Directiva de la Sociedad de Española de Pediatría Social, además de miembro de la Comisión de atención especializada sobre la Violencia de Pareja en situaciones de riesgo familiar, del H.U. Fundación Alcorcón, también es autor del libro Aproximación al maltrato infantil en la Urgencia y coautor del Manual para la atención a situaciones de maltrato infantil.
Tienen oscuridad, viven esas situaciones con miedo, angustia y temor
Gancedo considera que los niños y niñas que se enfrentan a este tipo de circunstancias “viven esas situaciones con miedo, con angustia, temor, con mucho rechazo. Tienen oscuridad, les duele la tripa, no duermen bien, tienen episodios de ira, se ponen muy violentos, rompen cosas, insultan, pegan. Ni un adulto puede controlar esa ambivalencia continua entre el cariño que debe tener una de las personas, de referencia en su vida, y después el daño que esta persona le produce. Es que es una cosa tremenda”, explica.
El pediatra social enumera los efectos de un menor sometido a violencia vicaria por parte de su padre: “Daña su autoestima, son personas más inseguras, más ansiosas, les cuesta concentrarse en los estudios, consumo de psicofármacos en la edad adulta, más psicopatología, más patología funcional, dolores abdominales, dolores de cabeza, molestias precordiales, les cuesta respirar, crisis de ansiedad, angustia, ideas autolíticas, gestos autolíticos, tendencia al suicidio, síndrome de estrés postraumático, fracaso laboral, fracaso emocional por esas dificultades para establecer relaciones con sus iguales, dificultad en el inicio de mantener relaciones emocionales”.
Los pediatras vemos situaciones que dices “no puedes ser”
“Si un niño vive con miedo y le obligas a vivir con la persona que le da miedo y es el sistema, la Policía, los profesores, los servicios sociales los que le explican que se tiene que ir con papá… Si en una situación de violencia de género entre dos adultos está totalmente contraindicada la mediación, qué es lo que no va a ocurrir en el cerebro de un niño o una niña, que ve cómo esa persona ha pegado a su madre, les ha pegado a ellos, los ha maltratado y le dicen: “Ahora te vas con él porque no hay que perder el contacto”. Los pediatras sociales, vemos situaciones que dices “no puede ser”. Y así un día, y otro. Es un poco desesperante. Nosotros somos pediatras, somos médicos, no somos juristas, no somos abogados, no tenemos capacidad legislativa, no es nuestro campo, no es nuestra área”, advierte.
José Antonio García Serrano es psicólogo sanitario, experto en el abordaje psicológico de la violencia contra las mujeres y menores y Vocal de igualdad y perspectiva de género del Ilustre Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental. Tampoco tiene dudas. “Un maltratador no puede ser un buen padre, nunca. Una persona que utiliza la violencia para controlar, subordinar, para situarse por encima no es un padre. Nadie que le haga daño a alguien de tu círculo, de tu estima, a tu figura protectora, te está haciendo bien”, apunta.
A su juicio, la sintomatología que pueden presentar los niños y niñas es grave y variada. Cuadros de estrés post traumático, ansiedad, trastornos del estado de ánimo, depresión, todo lo relacionado con el trauma, malestar físico, somatizaciones. No solo cuando están con el maltratador es antes, durante y después. Les revictimiza, y en este caso concreto, las instituciones no deberían permitir que este niño vuelva con su padre porque realmente tenemos el derecho y la obligación de protegerlo“, denuncia.