Sin apenas educación casi el primer contacto que un joven tiene con la sexualidad es a través de la pornografía. Todo lo que ve y oye es lo que entiende que le tiene que gustar y excitar. Lo hacen cada vez a edades más tempranas y sin que nadie les explique exactamente qué es lo que están viendo y qué diferencias existen entre esas fantasías y la realidad. ¿Qué se encuentran cuando la curiosidad y el instinto les empuja a teclear un sitio porno?
Mucha variedad, quizá demasiada, si eso es posible. La oferta es infinita. Cualquier situación imaginable, incontables fetiches y mucha violencia. Este inmenso abanico contribuye a que sea muy complicado que se aburran y que puedan entrar en una vorágine de consumo donde cada vez necesiten ir un paso más allá para lograr el mismo placer. Así es como funciona nuestro cerebro y la dopamina que se genera al ver estas imágenes.
De hecho, los expertos señalan que no hay tanto trecho entre una pornografía más light y una violenta. Lo normal es que se pase de una a otra para conseguir mantener los mismos niveles de satisfacción. En este sentido funciona exactamente igual que el resto de las adicciones que conocemos.
Problemas de pareja, sociales, físicos y psicológicos
Jorge Gutiérrez es el director de la asociación Dale una vuelta. Llevan nueve años dedicados a ayudar a jóvenes y no tan jóvenes a desintoxicarse de un consumo patológico de la pornografía. Cuando se le pregunta si los adolescentes tienen un problema con su consumo, cree que existe un desafío y que hay que tomar medidas, pero también señala que no todos los adolescentes mantienen niveles enfermizos, que no hay que alarmar y que tiene solución.
La particularidad del porno es que se puede consumir en cualquier sitio, es un fenómeno silencioso. Además, es casi imposible que un adolescente pida ayuda, no recibe ningún mensaje de que pueda ser un problema. Suele ser, tras un consumo de años, cuando un adulto, echa la vista atrás, y es consciente de las consecuencias que el gran consumo ha tenido en ellos. Se encuentran entonces con problemas de pareja, sociales, físicos, psicológicos que no son fáciles de medir ni atajar.
Lo que sí se sabe es que un consumo exagerado de pornografía violenta está ligado a la falta de empatía con respecto a las mujeres, a su cosificación, se convierten en meros instrumentos cuyo placer y bienestar no existen para estos jóvenes o son secundarios. Tanto, que se puede decir que contribuyen a repetir esas actitudes violentas. Hay estudios que lo señalan claramente, y aunque falta trabajo de campo y más encuestas y trabajos técnicos, se puede decir que si un adolescente consume pornografía violenta con asiduidad su visión de las mujeres queda afectada y tiene más posibilidades de pasar de la fantasía a la acción y utilizar la violencia contra sus propias parejas sexuales. Se buscan sensaciones más extremas que consigan hacerlos sentir bien y es su forma de lograrlo.
¿Existen factores de riesgo? La respuesta es afirmativa. Gutiérrez señala varias. La primera haber sufrido abusos en la infancia dispara el consumo y la adicción. Lo mismo que sufrir algún trastorno, la impulsividad, la falta de habilidades sociales, el afán de novedad y la soledad y aislamiento que provocan el uso de la tecnología. Del mismo modo, señala también señales de alerta como la utilización de lenguaje sexualizado por parte de los adolescentes, una mala alimentación o no tener rutinas de sanas de sueño.
Los padres y madres son fundamentales
Y los padres y madres, ¿qué papel juegan? Pues son la piedra angular. Gutiérrez considera que una educación sexual rígida y tabú es tan perjudicial como una excesivamente liberal. En el punto medio está la virtud. Y juegan un papel importante. Es incómodo, puede dar pudor, pero es fundamental que hablen con sus hijos sobre el tema. La palabra mágica: confianza. Es imposible que un hijo adolescente no vaya a investigar y consumir porno por eso es necesario crear un caldo de cultivo que faciliten la comunicación. Hay que hablar y escuchar más. Vivimos en otra época y si no hablan los padres y madres con ellos, la información les llegará por otro canal y a saber cómo. Por eso pide un compromiso por su parte y que se formen en la materia para que sus hijos tengan un desarrollo sano y no les termine afectando a otras esferas de su vida con el paso de los años.
Por qué no afecta del mismo modos a chicas y chicos. Ellas, según todos los estudios cada vez consumen más pornografía, pero apenas se dan casos de adicción. Al contrario, ellas sufren las consecuencias de la deformación de sus compañeros y se ven obligadas a convivir con unas relaciones donde la humillación, el dolor y la falta de interés en su propio placer son la orden del día. A muchas les causa sufrimiento, lo viven como una infidelidad y se sienten cosificadas. Son también víctimas de esas adicciones y de normalizar la violencia en el plano sexual.
Porque como bien sabe Jorge Gutiérrez no te das cuenta de lo enganchado que están hasta que pasan muchos años y se dan de bruces con las consecuencias de ese consumo. Ahí es cuando piden ayuda. Muchos llegan de las manos de sus novias y con mucho daño a cuestas. en Date una vuelta les ofrecen terapia para superar esa adicción.
Por todo lo que están acostumbrados a ver a diario, Date una vuelta, forma parte del grupo de expertos que aconseja al Gobierno en su cruzada por proteger a los menores del consumo de pornografía violenta y piden un Pacto de Estado parecido al que existe con la violencia de género.
Antes del verano debería estar lista la fórmula para proteger a los menores
No puede ser más sencillo acceder a estas webs, en teoría solo aptas para adultos. Con saber leer y pinchar en “soy mayor de edad” tienes acceso a todo tipo de porno, incluidas violaciones. La Fábrica de Moneda y Timbre y Protección de Datos buscan un quimera. Asegurarse de que el usuario es mayor de edad, pero con anonimato. ¿Es eso posible? Parece complicado. Se supone que antes del verano tendrán a punto esta reforma de la que se conocen pocos detalles. Quizá un código QR y evitar que ninguna empresa almacene los datos facilitados para acceder. No parece sencillo.
Y aunque encontrasen la fórmula mágica, no se sabe si las plataformas lo acatarán y si lo hacen, cómo se controla sitios como Only Fans, las redes sociales o que los jóvenes accedan a través de una VPN que les sitúe en un país sin estas restricciones. Es complicado. “Si no se da con la tecla, pues aprenderemos y buscaremos otra”, explica Gutiérrez.
Es importante proteger a los menores, no están tan formados, no tienen herramientas, pero al fin y al cabo se estrenan en la pornografía viendo los vídeos que excitan a los adultos. ¿No hay problema en que un mayor de edad consuma porno violento, no tiene acaso los mismos efectos? Y la verdad es que sí los tienen y son igual de nocivos. “Por eso siempre digo que hay proteger al menor y persuadir al adulto porque para él también tiene consecuencias y son catastróficas”, insiste Gutiérrez.
Por eso señala como principales aliados para estos problemas, la educación y la prevención. Hay que hablar más de la pornografía y analizar qué está pasando para que la mitad de la población encuentre placer en violentar y humillar a la otra mitad y nadie se pregunte por qué eso entra dentro de la normalidad.