«Mira a tu izquierda, mira a tu derecha. Una de cada tres, una de nosotras». Las palabras que pronuncia Tess, el personaje escrito por Suzzie Miller y que Victoria Luengo borda en Prima Facie, la revelación teatral de la temporada pasada, ponía sobre la mesa los datos que maneja la ONU sobre violencia sexual. Se calcula que, en todo el mundo, 736 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia, una cifra demoledora que asusta si tenemos en cuenta que no incluye el acoso sexual, lo deja fuera. Esto es la violencia estructural, un fenómeno tan común y normalizado que es invisible a nuestros ojos y del que apenas se habla. Un silencio que la periodista y escritora, Cristina Fallarás, lleva años intentando romper. Lo hizo con su hashtag cuéntalo en 2018, y hace año y medio lo modificó y trasladó a su cuenta de Instagram. Esa cuenta en la que se publicó hace unas semanas un testimonio que desencadenó la dimisión de Íñigo Errejón. Bienvenida sea, pero no es la función de este canal.
La idea es crear un lugar seguro donde las mujeres puedan narrarse, contarse y compartir todas esas violencias que sufren a lo largo de su vida. Fallarás recibe miles de relatos, uno cada cinco minutos, pasada la resaca del terremoto Errejón. Con todos ellos ha creado un archivo testimonial, inexistente hasta la fecha en España, y que ha recopilado en un libro cuyo título da una idea de la barrera del silencio en el que estamos inmersas. “No publiques mi nombre. Testimonios contra la violencia sexual”, de la editorial Siglo XXI, reúne una mínima parte de estos secretos que las mujeres se han callado durante décadas.
Visibilizar comportamientos sistémicos sean o no punibles
Se relatan agresiones, algunas muy duras, pero también mucha violencia sexual de baja intensidad que tras años de silencio no se ha olvidado o incluso ha marcado a sus protagonistas. Esa es también una de las claves del libro visibilizar estos comportamientos sistémicos sean o no punibles, porque lo que se busca es dibujar una realidad silenciada, no señalar, ni linchar. Es casi un grito a los hombres para que despierten y comprendan que esta es la situación a la que nos enfrentamos desde niñas. Está sucediendo, esto es lo que sufrimos en silencio, escuchadnos, creednos, ayudadnos. La única manera de reducir las cifras de la vergüenza, en España solo se denuncian el ocho por lo ciento de las agresiones sexuales, según la macroencuesta de Igualdad, es exponiendo la realidad. De lo que no se habla no existe y lo que no existe no se puede cambiar.
“Era pequeña, tenía unos siete años”
29-08-23 22:47 “Era pequeña, tendría unos siete años, y un primo mío, más mayor (unos doce, creo) me dijo que me acostara en la cama, que cerrara los ojos y que íbamos a jugar. Me metió la mano y me tocó, me preguntaba si me gustaba. Él era guapo, más mayor, yo quería caerle bien y me sentía desconcertada. En el piso de abajo, nuestros padres cenaban y charlaban. Nunca lo viví como un abuso, creo que no se repitió, pero me aterra ese punto ciego que hay en el espacio doméstico“.
27-09-2023 22:55 “Anónimo por favor. En la erasmus me quedé sin llaves de mi casa durante una noche de fiesta y me quedé a dormir en casa de unos españoles que conocía de hacía una semana. Me fui a dormir al sofá y uno de ellos me insistía en que podía dormir en la cama, que no iba a pasar nada. Acepté y no pasaron ni cinco minutos cuando ya lo tenía encima de mí. Pude decir que no quería hasta diez veces, pero estaba encima de mí, yo había bebido mucho y no sabía qué hacer, me quede quieta esperando que pasara el momento… Me sentí asqueada, sucia y muy culpable porque no hice casi nada para evitarlo. Me sentí juzgada por la farmacéutica a la que pedí la pastilla del día después y por las dos personas a las que se lo conté… Han pasado cinco años y aún me inunda la vergüenza y la culpabilidad. Estoy segura que él ni siquiera recuerda mi cara”.
La memoria testimonial como herramienta
Estos son dos ejemplos de los testimonios que componen No publiques mi nombre. No se han seleccionado, se han elegido de forma aleatoria, apenas se ha corregido la ortografía o la gramática y se incluye el día y la hora en la que se enviaron, un detalle importante, conocer en qué momento esas mujeres sintieron la necesidad de compartir y contar. Un archivo de violencias que como recuerda Fallarás no es algo que ella haya inventado, la memoria testimonial funcionó con el Nunca más de Ernesto Sábato, tras las juntas militares argentinas, los testimonios del holocausto nazi o tras las bombas en Japón. Una herramienta que nos permite vernos y comprendernos, una necesidad de no olvidar y visibilizar lo que no se cuenta. Los beneficios del libro irán destinados en su totalidad a la creación de espacios y programas que permitan dar voz a las mujeres contra la violencia sexual a través de la asociación sin ánimo de lucro Acción Comadres.