Alrededor de mil mujeres se han quedado mudas de repente. Han silenciado sus voces, y ahora no conocemos sus historias. Estos son, grosso modo, los testimonios que Cristina Fallarás recibía a lo largo de una semana y publicaba diariamente en su cuenta de Instagram.
Desde hace una semana, Meta tiene bloqueada la cuenta que la periodista había convertido en un símbolo y una plataforma para que las mujeres pudieran narrar, de forma anónima, las violencias machistas que habían sufrido a lo largo de sus vidas.
Gracias a esa cuenta, muchas encontraron el valor para romper el silencio y contar lo que nunca habían compartido; a otras, les sirvió para identificar, a través de los diferentes relatos, que también eran víctimas de violencia sin haberlo sabido.
“Llevo más de un año y medio haciendo exactamente lo mismo”
Lo cierto es que la plataforma no ha dado ninguna explicación a la periodista, aparte de una razón genérica: que esos testimonios vulneraban las normas de Meta. Fallarás asegura que esta excusa no es válida, porque “llevo más de un año y medio haciendo exactamente lo mismo. Ellos —Meta— me han cerrado la cuenta y me la han vuelto a abrir, porque no es cierto que infringiera las normas. No es verdad”.
A finales de octubre del año pasado, Meta suspendió durante unas horas la misma cuenta. Lo hizo poco después de que un testimonio precipitara la dimisión de Íñigo Errejón por violencia sexual. En aquella ocasión, la directora de Meta España llamó personalmente a Fallarás para pedirle disculpas por el cierre y le aseguró que había sido “un error”. Seis meses después, nadie se ha puesto en contacto con ella.
La única vía para compartir los relatos era esa cuenta de Instagram
Mientras Instagram decide si reabre la cuenta de Fallarás, miles de mujeres han perdido su altavoz, ya que la escritora recogía los testimonios a través de esta red social. “La única vía de acceso era esa cuenta. No recibo testimonios por ningún otro medio porque no tengo redes abiertas —las cerré tras recibir amenazas constantes“, explica.

No sabe qué responder a las mujeres que la paran en la calle para preguntarle: “¿Qué ha pasado? ¿Dónde puedo escribirte?”. Es comprensible, pues la periodista recibía entre cien y doscientos testimonios diarios —unos mil a la semana—, una cifra considerable.
“Siento la necesidad de buscar espacios alternativos para construir nuestra memoria colectiva”
Desde hace una semana, sus rutinas han cambiado, y reconoce sentirse “rara”. “Más allá de que sea un cierre o una suspensión —es decir, que podrían reabrírmela, ya que se reservan esa posibilidad durante los próximos 180 días, que son muchos meses—, de repente tengo la sensación de que las redes sociales no merecen mi confianza. Las mujeres nos estamos contando en ellas, y ahora siento la necesidad imperiosa de buscar espacios alternativos para construir nuestra memoria colectiva”, reflexiona.
Porque esa era una de las claves de su cuenta: crear un archivo testimonial al margen de los cauces ordinarios. “Errejón dimitió porque se reconoció en los relatos. Eso es fundamental: que el testimonio de una mujer sirva también como mecanismo de identificación, algo que antes no existía”.
Hombres que reclaman su ‘honor’ para silenciar a las mujeres.
Si la primera vez que le cerraron la cuenta derivó en la caída de Errejón, esta suspensión llega justo una semana después de la absolución de Dani Alves. “No creo que sea casual que la hayan desactivado ahora, cuando vemos otros movimientos, como hombres que reclaman su ‘honor’ para silenciar a las mujeres. No es casual. Hace tiempo que decimos que los tiempos están cambiando, y lo hacen para mal. Todo es muy violento contra la idea de verdad en boca de mujeres”.
La palabra de la mujer está siendo cercenada
Fallarás está convencida de que hay un ataque contra las mujeres para impedir que digamos la verdad. “La palabra de la mujer está siendo cercenada, cancelada: en este caso, por algo tan absurdo como las normas de Meta; en el de Alves, por ‘falta de fiabilidad’; y en el de los hombres que nos demandan por ‘atentar contra su honor’. ¿De qué estamos hablando? Para mí, es algo gravísimo porque es colectivo. Mi cuenta no era mía: se había convertido en un espacio donde cedía la voz a las mujeres. El ataque no es contra mí, y por eso es grave. No es solo mi cuenta, es una cuenta colectiva, y creo que miles de mujeres así lo han entendido, por los mensajes que me han enviado”.