El testimonio

Nadia, la superviviente de violencia con la misma edad que la ley

Le faltan unos meses para cumplir veinte años, es algo más joven que la norma contra la violencia de género de la que se ha beneficiado, aun así no entiende por qué su maltratador apenas ha estado un año en prisión tras agredir a más de cinco adolescentes como ella

Nadia está a punto de cumplir veinte años, los mismos que la ley de violencia de género de la que se ha beneficiado MIquel Muñoz / Shooting

Era tal el control que su maltratador ejercía sobre ella que recuerda que le hacía videollamadas desde el momento en que amanecía hasta que se sentaba en su pupitre al llegar a clase. Tenía que volver a mostrarle su imagen en el recreo, de vuelta a casa, mientras comía y hasta en la ducha. Llevaban cuatro meses juntos en ese momento. Ella tenía 15 años y él 22. Nadia era una niña que estaba viviendo su primera relación de pareja y que, tras sesenta días juntos, su novio le exigió que se apartase de sus amigas porque eran una mala influencia. Casi al mismo tiempo, un día le agarró del cuello y estuvo varios días sin poder tragar. “No pensé que era violencia, creía que simplemente era celoso“, recuerda.

No se identificó como víctima de violencia

Nadia es hoy una superviviente de la violencia de género. Ha crecido con la ley, escuchó el término en infinidad de ocasiones y ha visto muchos casos por la tele y, sin embargo, le costó identificar lo que le estaba ocurriendo. Es algo bastante común, a pesar de las dos décadas que llevamos de legislación específica.

Le denunció, pero al poco tiempo volvió con él

Recibió demasiados golpes e insultos antes de confesarle a su prima y mejor amiga en un cumpleaños lo que le pasaba. Le pidió que la acompañase al baño y le mostró los hematomas y mordiscos que tenía en la espalda mientras no podía parar de llorar. Su prima se lo contó a su madre y aunque Nadia, en un primer momento, se lo negó, terminó admitiendo que estaba asustada y perdida. Fueron a poner una denuncia y acudió al juicio rápido. Los tiempos judiciales le jugaron una mala pasada y cuando a la semana se celebró el juicio penal ella ya había vuelto con él y se negó a declarar. Todo se archivó. “Es de lo que más me arrepiento, tenía todo: los partes de lesiones, las pruebas, la psicóloga, todo”, explica.

Nadia es una superviviente de la violencia de género y ahora se dedica a dar charlas en institutos para concienciar y ayudar a las jóvenes a detectar el maltrato

La llamada que le cambió la vida

La violencia se recrudeció tras la denuncia. Puñetazos, labios rotos, exigencias absurdas y de nuevo se volvió a separar de sus amigas. Le llegó a poner una navaja en las costillas y la desnudó y amenazó en plena calle, pero Nadia seguía sin entender el peligro que corría. Una llamada telefónica cambió su vida para siempre. Era la exnovia de su maltratador. Su madre había contactado con ella a sus espaldas y cuando le contó su experiencia se dio cuenta de que las historias eran calcadas. Algo le hizo clic, volvió en sí y volvió a denunciarle.

Cuatro años de juicios que “no han servido para nada”

“Creo que le he puesto como una docena de denuncias, no sé ni cuántas. Habré ido como a cincuenta juicios en cuatro años, pero no ha servido para nada. Se saltó la orden de alejamiento de un kilómetro como siete veces antes de que un juez decidiese que ingresara en prisión. De eso hace un año y hace poco ha vuelto a salir a la calle. “No entiendo por qué está libre. Lo que me hizo a mí, se lo ha hecho, que yo sepa, hasta a cinco chicas más“. Lo más seguro es que, en este instante, otra joven esté sufriendo y pasando por todo lo que Nadia tuvo que vivir. Algo falla en el sistema.

Pide que el entorno se muestre tranquilo y que no impongan soluciones

Para que las jóvenes de su edad puedan detectar la violencia, Nadia se dedica a dar charlas en colegios e institutos y contar su historia. “Las chicas se quedan flipando cuando me escuchan, alguna se me ha acercado llorando para contarme lo que les ha pasado”, apunta. A todas ellas les recomienda denunciar si creen que están en una situación de violencia, pero solo si están convencidas. “Tienen que hacerlo cuando estén preparadas”, insiste. Recomienda al entorno que escuchen, que abracen, que acompañen y que no les impongan y griten. “Yo necesitaba tranquilidad, no más gritos”, cuenta.

Nadia ha resurgido de las cenizas. Tiene nueva pareja, disfruta de su libertad y de sus amigas “sin las que no podría vivir” y siente que al ayudar al resto de adolescentes y mujeres se está sanando a sí misma y a esa niña que con 15 años se topó, sin saberlo, con la violencia de género.

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