El control sobre el cuerpo de las mujeres es una de las obsesiones del patriarcado, la dominación sobre su deseo va de la mano. La mutilación genital femenina (MGF), un procedimiento en que el se alteran los órganos genitales femeninos externos por motivos no médicos, es una de esas violencias. Parece algo lejano y de otros continentes, pero no dista mucho en su concepto del tan trillado “body count” (el número de personas con las que una mujer ha mantenido relaciones sexuales) y que muchos jóvenes, aseguran en las redes sociales, tiene que ser bajo para que la susodicha “encuentre marido”. Esa es una de las ideas de la MGF, presentarse ante tu futuro pura, casta y sin deseo. De hecho, muchas veces, esta práctica se solapa con otro tipo de violencia como son los matrimonios forzados.
Una tradición al pasar a la vida adulta
María Boente, es la coordinadora de los proyectos de cooperación de Kirira, una ONG que trabaja en España y en otros países africanos para prevenir la MGF y cuenta que es difícil conocer el origen de esta práctica porque depende de cada comunidad. No elige la palabra al azar porque es más exacto que hablar de países donde se practica. “Les cuesta mucho entender de dónde viene, nunca se lo han cuestionado. Es una tradición familiar donde la madre está mutilada, la abuela, bisabuela… Cuando empiezas a investigar los motivos, se entiende como el paso a la vida adulta, cuando una niña se convierte en mujer, es útil y productiva en una comunidad y eso significa que va a poder casarse. La idea es que sea cien por cien pura y para eso hay que quitarle el clítoris porque es una extensión del pene del hombre y no puede ser pura hasta que no se lo extirpen”, explica.
Dolores crónicos, fístulas, ausencia de placer
Boente explica que están viendo un descenso y cambios de motivación, “sobre todo cuando a las niñas se les da la oportunidad de avanzar a nivel educativo. Si una se queda dentro de una comunidad muy cerrada y no consigue acceder a la escuela siguen repitiendo el mismo patrón”.
Las consecuencias de la MGF, dejando a un lado el peligro de muerte por pérdida de sangre o infección (con una misma cuchilla pueden llegar a mutilar a más de 30 niñas) son devastadoras tanto a nivel físico como a nivel emocional. Dolores crónicas, infecciones, fístulas, dolor y ausencia de placer en las relaciones sexuales, problemas en los partos, pero son los daños morales los más complicados de sobrellevar “porque las marcas de por vida y es una cosa muy íntima, incluso las mujeres que luego vienen a España, que nos conocen, que hablan con muchas otras organizaciones, sigue siendo un tabú y es difícil de superar, que se sientan a gusto con su cuerpo aunque existen tratamientos de reparación de daño y de reconstrucción”, apunta.
“Los movimientos migratorios nos regalan una gran riqueza cultural, pero una de las consecuencias negativas, por así decirlo, son prácticas como la mutilación, matrimonios infantiles, embarazos precoces que llevan consigo dentro de esa maleta. En España se calcula que hay 80.000 mujeres provenientes de estas comunidades donde se practica la MGF y calculamos que entre 15.000 o 16.000 niñas están en edad de sufrirla“, señala Boente.
Los viajes familiares, el momento más peligroso
Cada comunidad autónoma tiene su propio protocolo, algunos integrales, otros orientados a nivel sanitario o educativo. Kirira, que trabaja en Castilla-La Mancha, se centra en las escuelas. “Al final es donde más tiempo pasan las menores, es el lugar donde va a sonar antes la alarma. No consta que se realicen mutilaciones en España el peligro surge cuando estas familias viajan a sus países de origen. Es el momento donde suelen aprovechar para llevar a cabo este procedimiento.
Para la mayoría de estos desplazamientos son necesarias vacunas y es en la pediatría de atención primaria donde se trabaja para detectar estos viajes. Si una niña en edad de ser mutilada se va de vacaciones el protocolo establece que se debe hablar con los padres y explicarles que la MGF es una práctica prohibida en España, un delito penado con cárcel. Se negocia con los padres, se inicia un diálogo y se rubrica un documento donde los padres se comprometen a no realizar este procedimiento a su hija cuando estén en su país.
Carme Vidal, es la presidenta de la asociación española de Pediatría social y se ha encontrado con varios de estos casos. “Siempre he tenido muy buena respuesta por parte de estos padres. Hay que tener en cuenta que es una relación de tiempo, que te conocen y se les explica que al volver del viaje tienen que traer a la niña y se le van a revisar sus genitales. Ellos muchas veces nos cuentan que es una tradición, que allí no van a entender que no lo quieran hacer, pero ese papel que firman ha salvado a muchas niñas”, apunta.
Vidal hace hincapié en la importancia de revisar los genitales de las hijas cuyos padres provienen de comunidades donde se sigue practicando el MGF en la consulta para tener un cierto control. Si una mujer da a luz y se observa que ha sido mutilada también salta un aviso y se informa a servicios sociales para que hagan un seguimiento si esa mujer tiene hijas porque podrían estar en peligro.
Para evitar tener que hacer frente a estos protocolos muchos padres realizan la MGF a sus hijas cuando apenas son bebés. Vidal ha visto a niñas de apenas dos años a las que ya se les había realizado la mutilación. “En esos casos ya no se puede hacer nada porque ha sucedido fuera de nuestras fronteras antes de que la menor se estableciese aquí”, se lamenta.
Desde Kirira piden más concienciación social sobre este tema y más visibilidad porque parece que se trata de una práctica que solo ocurre en otros países y parece que es un peligro lejano, pero sigue estando muy presente hoy en día. Insisten en la importancia de la prevención aquí y en sus lugares de origen donde explicar que ninguna niña y mujer debe ser mutilada por el hecho de ser mujer.