“Ahora mismo los niños y niñas de primaria pueden estar hablando de que los camellos de los Reyes Magos se han bebido el agua que les han dejado y al mismo tiempo están viendo un vídeo de una violación grupal. No lo podemos permitir”. José Antonio García Serrano, psicólogo sanitario experto en el abordaje psicológico de la violencia contra las mujeres y menores. se expresaba así este jueves en la presentación del nuevo número de La Huella, la revista que edita el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental (COPAO), que aborda problemáticas de la infancia y la adolescencia como el descenso de la edad a la que comienzan los menores de edad a consumir pornografía.
Según los datos proporcionados por el Ministerio de Justicia, el 53,8 por ciento de jóvenes entre 12 y 15 años afirma haber visto pornografía por primera vez entre los 6 y 12. García Serrano explica que “a esa edad de inicio los jóvenes no buscan la pornografía, sino que la pornografía les encuentra, les aparece mientras realizan otras tareas y esto es peligroso porque están expuestos a ella desde edades muy tempranas”. Unas edades, señala, en las que no ha tenido lugar un “desarrollo personal completo”, por ejemplo, en el sentido de la moral y de la ética o en discriminar qué es la realidad y lo imaginario. “Es un caldo de cultivo para que afloren las consecuencias del consumo en la población adolescente”.
No se protege la empatía
Una de las secuelas de esta exposición es “la ausencia de protección a la empatía” que está en juego en la pornografía. El psicólogo apunta que “cuando cualquier persona consume porno se activan las mismas áreas del cerebro que cuando estamos delante de una persona y estamos sintiendo emociones y esto es muy peligroso porque sabemos que las prácticas que se reproducen son violentas, de riesgo, de sumisión, ¿qué es lo que van a aprender estos adolescentes o niñas y niños? Que las mujeres son sumisas y los hombres violentos”.
Unas ideas que después se van a traducir, como muestran algunos estudios recientes, “en que los estrangulamientos son cada vez más frecuentes dentro de las prácticas de violencia sexual, que es lo que encontramos en el porno. No hay que tener muchos másteres para adivinar la causa-efecto. Lo que consumimos nos da placer y se activa la química cerebral que mueve todo eso. Si asociamos el porno al placer qué vamos a querer hacer cuando seamos mayores? Justo eso”, insiste el experto.
“Es mentira que en los centros educativos se imparta educación sexual”
García Serrano considera que la pornografía que consumimos de pequeños va a condicionar nuestra vida sexual adulta. “Ahora los niños no ven un tipo de porno como el de antaño, madre conoce fontanero, sino violaciones grupales, dinámicas de riesgo, sumisión química y me quedo corto. La idea es que si no educamos, educa el porno“, plantea.
“Entregamos móviles, acceso a internet a los jóvenes y parece que ha pasado de moda eso de la charlita que tenían antes los padres son sus hijas e hijos. A nivel educativo sucede lo mismo. Es mentira que en los centros educativos se imparta educación sexual y es verdad que se habla de sexo entre el alumnado. Podemos echarnos la mano a la cabeza o mirar la realidad que tenemos de frente y buscar soluciones. Los niños y niñas tienen curiosidad, como tuvimos nosotros, lo que ocurre es que ahora es mucho más accesible y el porno más violento que el que había antes”, explica.
La generación abandonada
“Mientras no abordemos estos problemas y se imparta educación sexual, seguiremos teniendo este problema. Tenemos que no dejarlos solos, a mi me gusta hablar de la generación abandonada o generación que tiene la oportunidad de darle la vuelta a todo esto. Ahora tenemos más conocimientos y más profesionales formados. No la abandonemos trabajemos con ellos“, finaliza.