El calvario de María para salvar a sus hijos (de su padre)

Esta joven de 28 años lleva años sin la custodia de sus tres hijos mayores a los que el padre maltrata, según los informes y el testimonio de la abuela paterna. Ahora lucha para que su expareja pierda la custodia

María quiere proteger a a sus hijos KiloyCuarto

Es difícil salir de los márgenes cuando es todo lo que has conocido. María nació allí. Esta joven italiana de 28 años llegó a un centro de menores con 10. Era una niña de la que se tuvo que hacer cargo el Gobierno ante la imposibilidad de que su madre cuidase de ella y su hermana. Las maltrataban. Su progenitora denunció a su padre por violencia de género y él desapareció. Su infancia transcurrió entre golpes, gritos y miedo. Tras unos años tuteladas, reubicaron a las hermanas en una familia de acogida. Tampoco tuvieron suerte y se volvieron a encontrar con la negligencia y el maltrato. María se escapó de esa casa buscando otra vida y con 17 años se quedó embarazada de un tipo del que nunca se supo. Asustada, sobrepasada, volvió con su madre, pero la situación no era mucho mejor.

 

Imágenes de los partes de lesiones y el correo del colegio de sus hijos

Al mismo tiempo, un hermano de María tuvo un accidente grave que le dejó unas secuelas permanentes, pero por la que ella y su familia recibieron una indemnización. Tuvo a su hijo, conoció a un hombre y decidieron inventarse una nueva vida en España los tres. Vivieron en distintos sitios, él nunca buscó trabajo, tenía problemas con el alcohol y se mantenían con el dinero que ella había recibido. Se volvió a quedar embarazada dos veces más y la relación nunca fue buena. Asegura que recibía insultos y mucha violencia psicológica, un término que tuvo que aprender porque creía que esa forma de relacionarse era lo normal. No había conocido otra cosa. Cuando se acabó el efectivo la situación empeoró. María sola, con tres niños y mucha violencia se empezó a desdibujar. Las peleas y discusiones pasaron a ser constantes y un día, ella no pudo más y denunció lo que llevaba años sufriendo. Fue a una casa de acogida, sin embargo no encontró allí el apoyo que necesitaba y apenas duró un día. Demasiado control.

Pensó en quitarse la vida

La denuncia se archivó por falta de pruebas. María cayó en un pozo en el que quitarse de en medio parecía la única solución. Lo pensó muchas veces, estaba abrumada, destruida y no podía ni hacerse cargo de sus propios hijos. Decidió que escaparse era la salida y dejó, por un tiempo, a sus hijos con su expareja y la abuela paterna, que vino de Italia. Necesitaba quitarse las ideas suicidas de la cabeza y encontrarse para no perderse y retomar su vida. Un modo supervivencia que le pasó factura porque lleva años sin tener la custodia de sus hijos.

Al principio, las visitas con los niños eran buenas, se los llevaba, se quedaban a pasar la noche con ella, empezó un poco a recuperarse. Volvió a encontrar pareja y tuvo otro niño. Los hermanos coincidían en los encuentros. Todo cambió el día que observó varias marcas y hematomas inexplicables en los pequeños. Preguntó, y los niños contaron que tanto el padre como la abuela les golpeaban. En citas posteriores llegó incluso a grabar esas acusaciones para que quedase constancia y acudió varias veces al  hospital y con esos partes de lesiones denunció los malos tratos que estaban sufriendo sus hijos.

Golpes por no hacer los deberes

Tenía más pruebas. Un mail del colegio en el que el propio centro le explicaba que, tras detectar lesiones en uno de los niños, llamaron a la abuela y esta les confirmó que el padre le había agredido porque no había hecho los deberes. De eso hace más de un año y nadie ha tomado medidas. Denunciar los malos tratos hizo que la actitud de la abuela y su expareja mutase. Comenzaron a ignorarla, ponerle más difícil las visitas y el comportamiento de los niños con ella también cambió. De repente, no querían ir a verla, decían que era mala, la menospreciaban, se escapaban, se ponían hasta violentos.

María volvió a caer en el pozo mientras nadie actuaba ante los evidentes signos de violencia que estaban sufriendo los menores. Hace unas semanas el informe para el juzgado, al que ha tenido acceso Artículo14, constata que ni ella ni su expareja están capacitados para hacerse cargo de los pequeños. Tampoco la abuela, a la que describen como sobrepasada por la situación y con unos problemas con el alcohol que también arrastra.

Violencia vicaria

A pesar de todo, los hijos de María continúan a cargo de su padre y de su abuela. Ella no encuentra consuelo. Sabe, porque lo ha vivido en sus propias carnes, lo que es un centro de menores, pero también conoce lo que es vivir con miedo y negligencia cuando eres demasiado pequeño para entender nada de lo que ocurre a tu alrededor. Además, teme que su expareja esté utilizando a sus hijos para vengarse y perderlos para siempre, lo que se conoce como violencia vicaria. De momento, y hasta que el juzgado decida el futuro de los tres pequeños, María sufre porque la impotencia y el miedo no la dejan centrarse en su recuperación mientras se imagina qué estarán haciendo sus hijos y si están en peligro.