No habían pasado ni 24 horas del último crimen por violencia de género, el de Cloe, una adolescente de 15 años asesinada por su expareja en la noche del domingo en Alicante. Con la rabia a flor de piel miles de mujeres salieron a la calle para manifestarse en contra de las violencias machistas. En Madrid, una vez más, se dividieron las protestas. La ministra de Igualdad, Ana Redondo, junto con la de Educación y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría y la de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, han acudido a la que salía de Cibeles, convocada por el Foro de Madrid Contra la Violencia a las Mujeres y el Movimiento Feminista de Madrid, muy crítico con la ley trans. Esta manifestación ha reunido a cerca de 3.500 personas, según la Delegación de Gobierno, y alrededor de 10.000 según sus organizadoras.
A la misma hora, a las 19:00, ha partido de Atocha la marcha convocada por Comisión 8M, con el lema “Juntas, el miedo cambia de bando”, que ha reunido a alrededor de 3.000 personas según Delegación de Gobierno. A esta han acudido la exministra de Igualdad, Irene Montero, y la secretaria general de Podemos, Ione Belarra. Montero aseguraba que “a las feministas que hoy están en las calles, muchas veces se les ha dicho que van demasiado lejos, que la lucha feminista molesta a los amigos de 40 y 50 años del presidente, pero con los datos que tenemos encima de la mesa solamente en este año 41 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas y exparejas”.
“Nos acompañamos en la ruptura del silencio”
En una clara alusión al caso Errejón, Montero ha recalcado que “necesitamos más feminismo porque sigue habiendo quien cuestiona a las víctimas cuando rompen el silencio”. Lo que el feminismo está cambiando en España es que las mujeres ya no nos callamos, nos acompañamos las unas a las otras en la ruptura del silencio y ya no toleramos esa impunidad de los agresores, ni toleramos a los agresores ni toleramos a quienes quieren protegerles o a quienes quieren excusarles o a quienes quieren justificarles”.
“La revolución feminista ha de pasar a la acción”
A pesar de la presencia de políticas de distinto signo, la marcha la han protagonizado las mujeres. Tanto niñas como adultas. Muchas jóvenes y muchas mujeres mayores. Había familias, como Sonia que ha acudido con sus tres hijas menores porque “tienen que aprender que hay cosas que no se pueden consentir y que hay que luchar en las calles”. Las pequeñas sonreían, miraban divertidas a su alrededor las pancartas y la música y algún que otro perro. Porque la marcha que ha partido de Atocha iba acompañada de una numerosa batucada, e incluso una banda completa de viento. También se han pinchado temas tan significativos para el movimiento como el Se acabó de María Jiménez, se ha cantado un chotis reivindicativo y ha sonado hasta reguetón.
En ese ambiente festivo se paseaban Paz y Alejandro, una madre e hijo que reconocen que no se pierden una marcha feminista. “Estoy cansada del uso y abuso de la palabra, poco se avanza y muy lentamente, la revolución feminista ha de pasar a la acción“, apuntaba Paz.
“No estamos todas faltan las asesinadas”
Quien ha estado muy presente, tanto en los lemas que se gritaban como en las pancartas ha sido la víctima convertida en heroína, Gisèle Pelicot, cuyo lema “la vergüenza debe cambiar de bando” estaba escrito en decenas de pancartas y se ha gritado casi tanto como el mítico “no estamos todas faltan las asesinadas” o el “sola y borracha quiero llegar a casa”.
Recuerdo a las 41 víctimas
Había hasta pancartas con luces incorporadas y en otras se podía leer distintas reivindicaciones como: “Que nacer nena no sea mi condena”, “la educación es una vacuna contra la violencia” o “ser mujer nos está costando la vida”. Una joven ha optado por utilizar el libro de Cristina Fallarás, No publiques mi nombre, a modo de símbolo contras las violencias sexuales y lo ha llevado un buen rato en alto.
Porque a pesar de los bailes y cánticos todo ha cambiado cuando se han leído varias veces los nombres de las 41 mujeres asesinadas este año por violencia de género. Difícil no emocionarse ante el grito de “asesinada” como respuesta al nombre y edad de las víctimas. Más tarde, se ha guardado un minuto de silencio en su memoria y, de pronto, en la plaza de Cibeles no se oía un suspiro. Y son esos suspiros que soltamos cada vez que se conocen nuevos asesinatos y agresiones los que han movilizados a miles de mujeres y familias para gritar “ni una más”.