Miguel Gallego Pousada, de 70 años, acaba de entrar en prisión provisional acusado de matar y descuartizar a su mujer. Hasta hace tres días, María Dolores Yllan figuraba como desaparecida. 59 años, pelo corto y liso, rubia de ojos castaños. Fue precisamente su marido quien dio esta descripción al denunciar su ausencia en marzo de 2021. Lo que levantó las primeras sospechas policiales es que lo hizo casi un año después de que según él se fuera de casa, en abril de 2020, en plena pandemia. La tardanza en denunciar la justificó alegando que siempre pensó que se trataba de una marcha voluntaria.
Guardia civil jubilado, cuando Gallego se personó hace cuatro años en comisaría lo hizo con un relato que no logró convencer a los investigadores. Habló de depresiones, problemas psiquiátricos y de que no era la primera vez que ella se iba de casa. También aportó una carta que aseguró haber encontrado un mes después de la desaparición, junto a la alianza de su mujer. La explicación que dio es que la habría dejado un día en el que él no estaba en casa. Escrita supuestamente de su puño y letra, Loli pedía que no la buscasen pues no quería saber nada más de su familia.
Nada más lejos de la realidad. En Barcelona, dos hijas en la treintena llevan cinco años esperando conocer la peor de las noticias. Este jueves, su padre entró en prisión provisional acusado del crimen. Ante el juez, Gallego se ha negado a declarar. A la policía también le costó derrotarlo. Para que confesase hizo falta la pericia de los agentes de la Sección de Análisis de la Conducta, los expertos en mentes criminales de la Policía Nacional. Entre la cantidad de pruebas que le mostraron estaba la carta. La que, como ha verificado un perito caligráfico, Loli nunca escribió.
Ahora saben que Miguel fue minucioso a la hora de deshacerse del cadáver. Encima de un plástico colocado en el suelo del salón descuartizó durante días el cuerpo sin vida de su difunta mujer. Los trozos, algunos de escasos centímetros, los repartió por la isla. Al menos es la única versión que ha dado. También que para ello habría empleado una sierra, un martillo y un cuchillo. Todo está puesto en cuarentena por los investigadores. Como que los restos los metiera en una mochila y los esparciera por Gran Canaria sin levantar sospechas en tiempo de restricciones por la pandemia.
Es tiempo de laboratorio. Tendrán que certificar que los huesos y restos biológicos encontrados corresponden a María Dolores Yllan. Este lunes, después de confesar tras ser detenido, el que fuera su marido y ahora presunto asesino recorrió con los investigadores varias zonas donde aseguró haber ocultado los restos. Algunos tan a la vista como debajo de las piedras de un parterre. La vivienda escenario del crimen la arrendó en estos años. El actual inquilino observó espantado cómo los agentes de criminalística certificaron esta semana que todavía quedan restos de sangre en zócalos y puntos más recónditos de la casa a los que el exguardia civil no pudo acceder en su intento por borrar pruebas.
No constan denuncias previas por maltrato. En su descargo, Gallego alegó que en realidad su mujer era conflictiva, que había tenido varios roces con vecinos y que murió cuando él intentó repeler un ataque suyo mientras discutían; él la habría empujado y al caer hacia atrás ella se habría golpeado mortalmente la cabeza. Un accidente, vendría a explicar. Como que el miedo le hizo optar por descuartizarla. Nada nuevo en la dialéctica criminal. Pero si la motivación de un crimen nunca rebaja la condena, en casos como el de Loli en los que su presunto homicida campa impune durante años -engañando a sus propias hijas- aún espanta más.