Que las series y documentales sobre crímenes están de moda lo sabe hasta el tato. Pero que las líneas rojas (morales) del true crime en España las marcan dos adolescentes, no lo sabe ni Dios. Si dentro de diez años Ana y Claudia le preguntaran a su padre por qué entrevistó a Ana Julia Quezada, Ramón Campos no tendría respuesta. “¿Cómo voy a responder a eso? Es que no hay respuesta posible”. Campos es el productor ejecutivo de El caso Asunta. Y de El caso Alcàsser. Y de 800 metros. Y de muchas de las series más exitosas de nuestro país. Pero además, es el padre de Ana y Claudia. Por ellas no entrevistaría jamás a Ana Julia Quezada. Por ellas jamás pagaría a alguien para que participara en alguno de sus documentales. “Ellas son mi línea roja para no cagarla”, confiesa a Artículo 14. Y otra clave: “Los true crime deben tener una reflexión. Me harto de repetirle a todo el mundo que dejen de hacer documentales en los que el crimen por el crimen sea la base. Si tú haces un documental sobre Ana Julia Quezada y el niño Gabriel, ¿qué reflexión vas a sacar de ahí? Esa señora va a estar en una entrevista en la que va a contar su película”, añade.
En El caso Alcàsser, Campos hizo una reflexión sobre el nacimiento del amarillismo. En El caso Asunta la hicieron sobre los vasos vinculantes entre la justicia y los medios de comunicación. En 800 metros -el documental sobre los atentados del 17-A en Barcelona- sobre lo rápido que puede ser el proceso de radicalización de unos chavales que estaban completamente integrados en la sociedad. “No puedes colocar el crimen al frente de la historia. Si yo sólo hablo de un crimen, al final me estoy convirtiendo en una noticia de sucesos y el true crime no existe para eso”, añade.
Su otra gran línea roja es hablar de la víctima. “Por eso en El caso Asunta se nos criticó, porque no dábamos voz a la niña. Desgraciadamente la pobre niña no tenía nada que decir, más allá de que era una niña inocente”.
Carlos Quílez, periodista de investigación y autor de true crime, colaboró en el documental Las cintas de Rosa Peral, uno de los más polémicos por blanquear a la asesina de la Guardia Urbana -que participó desde la cárcel para seguir acusando a su examante y defender su inocencia- cree que es bueno que se hagan. “No veo motivo por el cual no se pueda hacer el documental de Gabriel Cruz”, afirma. “Respetando el dolor que siente su madre, no estoy en absoluto de acuerdo con sus argumentos. Me parece que está en una cruzada que choca directamente con un derecho unánime, que es el derecho a la libertad de información, a la libertad de expresión, y sobre todo, en un marco social y democrático de derecho con un Código Penal que es el que marca los límites. El único límite es la ley”.
Entre 250.000 y 300.000 euros. Es lo que cuesta -de media- un capítulo de un true crime. ¿Y cuánto dinero pueden generar? “Unos 25.000 euros de beneficio por capítulo”, afirma Campos. “Yo con el de Asunta y el de 800 metros perdí dinero. Los hago porque me apasionan, pero el dinero se hace con las series de ficción. Eso sí que es un negocio”.
¿Qué va a contar Rodolfo Sancho si está cobrando 120.000 euros? Es perverso, afirman fuentes del sector que prefieren mantenerse en el anonimato para no meterse en líos.
“Me parece poco meritorio el trabajo periodístico que se obtiene a través de dinero, pero me parece lícito”, apunta Carlos Quílez. Y añade: “El periodismo anglosajón, que es un periodismo en el que nos referenciamos y ponemos como modelo, utiliza el talonario de una forma natural, abierta y transparente para adquirir algunas informaciones. Cada uno que haga sus juicios morales”.
Hablemos del documental del Rey del Cachopo, en el que se le da voz a un asesino que sólo está contando una mentira. O del de Julen, el niño que cayó en un pozo en Totalán. “¿Qué sentido tiene poner a los padres del niño a actuar delante de la cámara, recreando el momento en el que están esperando recibir noticias de su hijo? ¿Quién tiene la poca vergüenza de hacerlo?”, pregunta -indignado- el guionista de true crime que quiere mantenerse en el anonimato. “El talento, la pluma, la sutileza y la humanidad del periodista es fundamental para hacer un buen true crime”, afirma Quílez.
Campos habló con Rosario Porto y Alfonso Basterna. Lo hizo por teléfono, pero sólo para contrarrestar las pruebas que no coincidían con lo que ella decía. Jamás se planteó darle voz para que contara su historia sin que nadie la contradijera. Tampoco se planteó introducir cámaras en la cárcel de forma ilegal. ¿Saben qué es lo único que le pidió Rosario Porto? Que el documental fuera justo.
“La ética de cada uno es la que tiene que guiarnos”, sentencia Campos. Porque tanto en la ficción, como en la vida, la ética es lo que separa la búsqueda de la verdad, de otras cosas.