Las víctimas de violencia de género han estado muy atentas a todo lo que ha ocurrido en el caso Juana Rivas estos días. Entienden por lo que ha pasado y está todavía sufriendo la madre protectora de Granada y sus hijos Daniel y Gabriel. Muchas de ellas porque están viviendo una situación casi idéntica, otras porque saben lo que es tener que entregar a tus hijos a un maltratador. El miedo, la angustia y el no saber qué puede llegar a pasar. El periplo judicial de las denuncias, así como la actitud de las administraciones alrededor del caso Juana Rivas ha soliviantado a estas mujeres que quieren gritar al mundo que hay muchas más “Juanas” en España, mientras demandan que se actúe para evitar que se siga desprotegiendo a los niños y las niñas, los grandes olvidados en estos procesos.
Con la cara tapada, enfocando al suelo o a una sombra, todas comienzan sus vídeos con un “Yo también soy Juana” para, a continuación, contar brevemente cuál ha sido su experiencia una vez que han denunciado violencia y han entrado en el engranaje del sistema. Hemos hablado con varias de ellas.
Críticas a jueces, fiscales y equipos psicosociales
“La gente cree que por ser mujer lo tienes hecho y es todo lo contrario, se ponen de su parte. Yo aporté pruebas, grabaciones y mensajes de texto donde reconocía haberme maltratado, mensajes donde se demostraba que quería utilizar a la niña y que ejercía violencia vicaria. El juez me dijo: “Tu denuncia no hay por donde cogerla”; “cinco años de maltrato, ¿y no tienes partes de lesiones?, ¡qué casualidad!“; “Dices que has pasado por todo esto, pero aún así has tenido un hijo con él”; o tras revisar todos los insultos incluidos como pruebas, afirmar: “Si no te llama puta, los demás insultos no me parecen tan graves“. “Y sí lo eran. Se metía con mi cuerpo porque cuando di a luz engordé, se metía con una enfermedad que tengo, con todo, vamos”, cuenta esta mujer que también recuerda como el juez no quiso siquiera escuchar las grabaciones que había conseguido donde reconocía el maltrato. “Ni te molestes en ponérmelos”, le espetó. “¿Cómo puede un hombre así llevar temas de violencia? Te hacen pasar por un segundo infierno, el que supone que no te crean y que los maltratadores queden de víctimas”, cuenta una de ellas.
“En España los juzgados son muy pro padres”
Otra explica que ha soportado palizas constantes “sin saber si iba a vivir, incluso estando embarazada. Ha dado patadas a mi hijo, nos encerraba en habitaciones distintas para no molestarle mientras veía la tele. Un animal. Después de aquello vino la violencia institucional porque consideran que un maltratador puede ser un buen padre. En España los jueces son muy pro padres, siempre se ponen de su lado. Si han sido condenados, como es mi caso, la justicia parece dispuesta perdonar lo que han hecho, pero son muy severos con nosotras cuando lo único que queremos es proteger a nuestros hijos para que no sufran violencia vicaria. Mi hijo cuando el padre toca el timbre se hace pis encima. Le ha agredido, ha matado a nuestro perro con sus propias manos, pero sigue teniendo visitas. Una vez que sales del maltrato de tu expareja, llega la violencia institucional, muchas veces los fiscales no se presentan ni a los juicios, por ejemplo”, alerta.
“Él no aportó pruebas de nada, pero le creyeron”
“Pensaba que me había casado con un príncipe, pero no tenía sentimientos. Me elegía la ropa, no me dejaba ver series. De un día para otro me quitaron la custodia de mis hijos y solo los podía ver con una coordinadora que me llamaba la atención si bostezaba o le decía a mi hijo que no me podía hablar de sexo. “Él no aportó pruebas de nada, sin embargo el juez creyó todo lo que dijo“, explica otra de estas víctimas.
“Es horrible pensar que he ido a todos los sitios posibles y nadie me ha ayudado”
Una de estas mujeres cuenta que, en cuanto denunció a su pareja por violencia, todo cambió. El contratacó con una denuncia por malos tratos hacia los dos hijos que tienen en común y decidió no devolvérselos. Tienen los mensajes donde la amenaza con quitárselos. “Todas las instituciones me cerraron las puertas. Es horrible pensar que he ido a todos los sitios posibles y nadie me ha ayudado“, apunta.
“En el momento que decidí separarme y tras años de no haberse preocupado ni convivido con nuestra hija le concedieron la custodia compartida. Se convirtió en el padre perfecto de la noche a la mañana cuando había sido un padre ausente. La niña lo está llevando muy mal. Nadie piensa en ella”, algo muy parecido a lo que cuenta otra de estas víctimas del sistema y en la que todas coinciden: “Aquí el que está sufriendo es mi hijo“.