Las otras Juanas Rivas: “Conmigo o en ningún sitio. Estoy dispuesto a perderlo todo, ¿lo entiendes?”

A Carla la obligaron a vivir con su padre cuando tenía 11 años porque el juzgado entendió que era víctima de una alienación parental, una conclusión que la ley prohíbe. La niña logró grabar una pelea con su progenitor en el que amenaza su integridad

A Carla y a su hermana un juzgado las obligó a vivir con su padre KiloyCuarto

Daniel, el hijo de Juana Rivas, ha estado en el centro de la noticia esta semana. Confiesa sentir miedo de su padre y no quiere vivir con él. Lo mismo le ocurrió a Carla (nombre ficticio) una niña que un día vivía con su madre y su hermana, y al siguiente, la obligaron a vivir con su padre. Tenía 11 años. Desde que se toma esa decisión, la salud de Carla empeora. Tanto la emocional, como la física. Las peleas con su progenitor son continuas. Manifiesta que la insulta, la trata mal y la ha llegado a golpear. Castigos sin comer, desprecios y humillaciones. Carla comienza a tener ideaciones suicidas y necesita un tratamiento, su vida se ha convertido en un infierno. Un día decide grabar una de esas discusiones.

Carla:  “No aguanto viviendo contigo ni un día más”.

Progenitor: “Conmigo o en ningún sitio.  ¿Lo entiendes o no? ¡Estoy dispuesto a perderlo todo! ¿Lo entiendes? ¿Tú estás dispuesta a perderlo todo?”

Carla:” Mi vida es peor que perderlo todo”.

El juzgado utilizó un eufemismo del falso SAP

Esta es la conversación que Carla consigue grabar y a la que ha tenido acceso Artículo14. En ella se aprecia una amenaza bastante evidente y una muestra de la personalidad del progenitor y la relación ente ambos. Un juez consideró que tenía que convivir con él, que su madre, Paula (nombre ficticio), la había manipulado y por eso la niña sentía miedo y animadversión hacia su padre. Lo decidió el equipo psicosocial de un juzgado. Ahí comienzan la mayoría de los arrancamientos. En el informe se argumenta un falso Síndrome de Alienación Parental (SAP), una interferencia de la madre, a pesar de que la ley establece que:  Los poderes públicos tomarán las medidas necesarias para impedir que planteamientos teóricos o criterios sin aval científico que presuman interferencia o manipulación adulta, como el llamado síndrome de alienación parental, puedan ser tomados en consideración”.

No creen a la madre ni a las niñas

Un psicólogo y una trabajadora social firman el documento en el que tanto Paula como sus hijas, las tres, coinciden en que sienten miedo y hablan de una carácter explosivo, demasiado estricto del progenitor. Los resultados de los test incluidos en el informe, avalan en cierto modo, esas acusaciones. Tiene un nivel alto de agresividad y bajo en cuanto a la empatía. Resulta llamativo todo el análisis. En ningún momento creen a las niñas ni a la madre, ninguna de sus afirmaciones y como no consideran que estén siendo sinceras, entienden que esa actitud solo puede provenir de una estrategia pérfida materna. No argumentan esa supuesta manipulación en ningún momento, llegan a la conclusión de que si las niñas dicen sentirse así es porque están instrumentalizadas, es la única opción que contemplan.

Insisten en la importancia de la revinculación

En el informe insisten en lo importante que es la revinculación con el padre: “Existe evidencia clínica que crecer rechazando a uno de los progenitores, más si no hay base objetiva para ello, es un factor de riesgo para la formación de la personalidad”, pero apenas comentan qué supondrá para las pequeñas, que reconocen, muestran angustia y miedo ante esa posibilidad.

Resulta también curioso que piensen que son artimañas de la madre cuando se describen también discusiones entre Carla y Paula, recordemos que estamos hablando de una casi adolescente, esas peleas no les parecen inventadas y manipuladas, a esas actitudes, sí le dan credibilidad, en cambio, aquí no ven fabulación.

El peor momento en la vida de Paula

El día que Paula recibió la noticia de que perdía la custodia de sus hijas se quedó “muerta en vida“. Cayó en una depresión y sufrió un dolor difícil de explicar. Pasó a solo poder verlas en un Punto de Encuentro Familiar (PEF) y bajo supervisión durante un año y medio. El más duro de su vida. Paula explica una anécdota que ilustra el miedo con el que viven las madres que denuncian violencia. Ante la inexplicable conclusión del equipo psicosocial, esta madre no se atrevía a pedir ayuda psicológica durante su proceso depresivo ante el temor de que le pudiese perjudicar en un futuro informe. No es la única. Muchas mujeres sienten pavor ante el inmenso poder que manejan estos equipos psicosociales y miden cada paso que dan.

Mientras Paula estaba hundida, sus hijas no estaban mucho mejor. Carla se fugó varias veces, alguna incluso no a casa de su madre, si no a una comisaría para contar lo que estaba viviendo. Hicieron seguimientos, durante uno de ellos, el padre acabó detenido por atentado a la autoridad, incluso. Una muestra más de su carácter. No cambió nada. Tampoco acudir con la grabación. El proceso estaba envenenado desde que el equipo psicosocial aludió a ese falso SAP. Todo emanaba de ese informe. Y solo ese. Porque en ningún otro, y se realizaban análisis de la conducta de la madre de forma trimestral en el PEF, se encontró muestra alguna de que estuviera mintiendo o fabulando con sus hijas.

La salud de Carla empeoró de forma brusca

La salud de Carla empeoró de forma brusca. No la creían y la obligaban a vivir con quien, ella mantiene, la maltrata. A pesar de su tratamiento, el dolor de la pequeña no menguaba y su situación representaba un riesgo para su propia integridad. Ante su delicado estado el padre permitió que Carla volviese con su madre. Desde entonces, es otra. Ha mejorado significativamente y responde al tratamiento.

La hermana de Carla, sin embargo, sigue viviendo con su padre. Cuenta los días para tener la edad suficiente para poder decidir dónde y con quién vivir. Cuando va a visitar a su madre, no se separa de ella ni un minuto, es feliz y hasta duermen juntas. Solo durante esos encuentros vuelven a reunirse las tres de nuevo, como antes de que un equipo psicosocial rompiese la familia que formaban.