“No quiero colaborar en nada que beneficie a este asesino, que además miente en todo lo que dice. No debemos olvidar que existe una familia destrozada y una tragedia permanente a la que todo esto les hace mucho daño”. Es un mensaje sin fisuras: palabra de policía. Ni los que participaron en su detención, ni forenses, fiscales o magistrados -instructor o sentenciador- ni su primer abogado, han salido a la palestra en este último mes. Han optado por el silencio, por respeto u omisión.
Los investigadores de Homicidios de la Policía Nacional no necesitaron la confesión de José Bretón para detenerlo. Tampoco le hizo falta a la justicia para condenarlo. Nadie esperaba más de él, salvo Luisgé Martín. El escritor revela que escribió El odio motivado por sus dudas sobre el caso, aunque no aclara si las resolvió. En cambio, sí constata que el asesino nunca le contestó con “demasiada desnudez”: que no fue del todo sincero. Con esa premisa, repasamos la pseudo-confesión de José Bretón para concretar dónde pudo decir verdad. La primera es incuestionable:
1. “Si no había cuerpos, no podían acusarme de nada”
No hay asesino cuya prioridad no sea quedar impune, y el parricida de Córdoba hizo lo imposible para ello. “Estuve a punto de conseguirlo -le confiesa al escritor-. Me faltó solo un poco más de suerte”, remata.
2. “Me entusiasma tu propósito”
Esto le contestó Bretón al escritor cuando le preguntó por qué había aceptado comunicarse con él. Y no mintió. Un perfil tan narcisista como el suyo necesita este tipo de atención. Ya sea en entrevistas, forzando huelgas de hambre -por no dejarle ver la televisión- o por la vía del suicidio -en un intento se lesionó el codo-. En el libro apunta que ya no busca matarse porque “la vida merece la pena vivirla”.
3. “Pido perdón”
Lo avala que antes del libro ya lo pidió por cauces penitenciarios, con el fin de acceder a permisos de salida, al igual que ha participado en terapias de justicia restaurativa. La paradoja es que en el libro opta por hacerlo en tercera persona: “Necesitaba decir que el hombre que mató a Ruth y José quiere pedir perdón por el daño que hizo”.
4. “Si quieres llamarlo venganza, puedo reconocerlo”
En la concesión lleva la confesión. Aunque intente manipular lo dicho al matizar justo después que “no tenía sentimiento de venganza”. El ego le fuerza a justificarse. Porque Bretón alega que los mató para evitarles “un futuro terrible”, como si fuera posible ver al parricida como a un salvador.
5. “Por la impaciencia”
Se le escapó. Así define el autor el momento en que Bretón le explica por qué no dejó reposar el plan: “Calló como si hubiera revelado un secreto guardado durante mucho tiempo”. Lo que encaja con lo que aportaron los peritos en el juicio, que Bretón tenía “una excesiva sensibilidad a los contratiempos”. En resumen, un impaciente.
6. “Confiaron en mí”
¿Qué niño no lo haría? Estaban con su padre. Lo que no es demostrable es lo que contó en el libro a continuación, que “no hubo miedo ni dolor ni ningún tipo de sufrimiento”, pues era el único que estaba con ellos. Con lo que nadie más pudo tomarles el pulso o escuchar su último aliento, y ya se encargó él de borrar cualquier prueba quemando sus cuerpos.
7. “Como si las llamas rompieran el hechizo”
Definió poéticamente que al verlos arder fue cuando se dio cuenta de la monstruosidad que acababa de cometer, pero en realidad es prosaico y certero. Bretón reincide en su monstruosa verdad: que no le bastó con matarlos -si como dice el cóctel de drogas funcionó-, sino que necesitó borrar su existencia y, sobre todo, las pruebas del delito.
8. “Decir la verdad es lo único que me puede salvar, y voy a seguir haciéndolo porque me viene muy bien para mi bienestar emocional”
Aunque resulte odiosa su verdad. Como se acreditó en el juicio, así es la palabra de un narcisista y un manipulador como Bretón, que mostrará más o menos sus emociones si “va a obtener algún beneficio con ello”.