Cuando una mujer se siente preparada para denunciar violencia de género, una situación que puede haberse prolongado durante años, debe relatar las experiencias vividas que demuestren ese maltrato continuado: insultos, golpes, aislamiento, control, agresiones sexuales y físicas. Los datos indican que casi la mitad de las mujeres que sufren violencia de género por parte de su pareja o expareja también son víctimas de violencia sexual (45 por ciento). Sin embargo, cuando denuncian, suelen omitir las agresiones sexuales. Apenas se denuncian, lo que provoca que los maltratadores gocen de impunidad y que las víctimas sufran en silencio las secuelas de estos ataques continuados. ¿Qué ocurre para que estos delitos sexuales apenas se verbalicen y persigan? ¿Qué debemos cambiar?
No se reconocen como víctimas: creen que es lo normal
Ana Méndez, abogada especialista en violencias machistas, señala que uno de los principales problemas es que “generalmente, las supervivientes no se reconocen, de entrada, como víctimas de agresiones sexuales. Es raro, porque deben tener perfectamente integrada la idea del consentimiento. Si ya de por sí es complicado en relaciones sin un vínculo consolidado, imagina lo difícil que es para una superviviente reconocerse dentro de la falta de consentimiento en relaciones maritales que ha mantenido durante años. Es dificilísimo, son pocas. Suelen ser mujeres con una profunda comprensión del consentimiento, reflexivas y que se mueven desde lo racional más que desde lo emocional”.
Vergüenza, incomodidad en comisaría o miedo a que se enteren sus familiares
La falta de reconocimiento es la primera causa de la infradenuncia. La segunda, según Méndez, es la vergüenza: “Sobre todo por la victimización que se produce en determinados entornos, como en una comisaría, donde a veces se revictimiza más que se ayuda en el proceso de denuncia. Si el espacio es hostil, la vergüenza se convierte en un factor importante. También influye el trato recibido. No es lo mismo que te escuchen y validen a que minimicen tu experiencia. He atendido a mujeres que han ido a denunciar a sus parejas y les han dicho: ‘Lo que tienes que hacer es hablar con él, seguro que no será para tanto’. La infantilización y el paternalismo de algunos funcionarios y funcionarias en estos casos es increíble”.
Varias víctimas con las que ha hablado Artículo14 confirman esta realidad. Alegan que no denunciaron por vergüenza o porque no se sintieron cómodas en el proceso. Otras temían que sus familiares se enteraran. El estigma sigue pesando mucho en este tipo de violencias. Algunas sí relataron las agresiones, pero sus propios abogados les desaconsejaron denunciar debido a la dificultad de probar un número elevado de agresiones sexuales. ¿Por qué son tan difíciles de demostrar estos delitos si dejan secuelas emocionales evidentes?
Delitos difíciles de probar, pero no imposibles
Méndez explica que las agresiones sexuales prolongadas en el tiempo “probablemente hayan dejado secuelas, por desgracia, pero depende en gran medida de la valoración de la unidad forense. En mi caso, además de revisar si han recibido atención terapéutica psicológica o psiquiátrica, suelo comprobar si han acudido a puntos de atención a víctimas de violencia, aunque no denunciaran”. Añade que, si bien es más difícil de probar que otro tipo de agresiones con pruebas inmediatas, “no significa que sea imposible”.
Más mujeres en la UE sufren violencia sexual dentro de la pareja que fuera de ella
Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, recuerda que “según la Organización Mundial de la Salud, un 45 % de las mujeres que sufren violencia de género en la pareja también padecen violencia sexual. La Encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (2014) reveló que un 7 % de las mujeres han sufrido violencia sexual dentro de la pareja, frente a un 6 % fuera de ella. Es decir, hay más mujeres en la Unión Europea que sufren violencia sexual dentro de la pareja que fuera de ella”.

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Hasta 1989 no era delito que un marido violara a su esposa
Si los datos confirman esta realidad y sabemos cómo opera la violencia en pareja, ¿por qué estos delitos apenas afloran y se denuncian?
Lorente cree que el origen radica en la conceptualización de la violencia sexual y las relaciones sexuales. Hasta 1989, la violencia sexual se consideraba un delito contra la honestidad, porque lo que se protegía era la imagen y el honor de la mujer. Una esposa no podía ser violada por su marido porque estaba obligada a mantener relaciones, lo que se conocía como “débito marital”. Esa concepción sigue presente en nuestra mentalidad.
Miedo a ser juzgadas y a que se dude de su palabra
El exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género señala que “aunque es terrible, se duda de las víctimas. Se cree que exageran para hacer más daño, en lugar de asumir que lo que relatan es lo habitual. Las cifras están ahí, pero la justicia no las admite porque la presunción de inocencia pesa más. Sin embargo, tampoco se investiga cómo estas agresiones afectan psicológicamente a las víctimas. Muchos equipos psicosociales de los juzgados diagnostican depresión o ansiedad, pero lo atribuyen a la separación, sin analizar el contexto real”.
Solo un 4 % de las denuncias de violencia de género incluyen agresiones sexuales
María Naredo, jurista, investigadora y experta en violencias machistas, advierte que los datos del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial muestran que los delitos sexuales apenas representan el 4 por ciento de las denuncias. “Es un porcentaje mínimo y ha cambiado poco. Durante una investigación para un proyecto de la UE, entrevisté a muchas mujeres víctimas de agresiones sexuales. Todas me dijeron que era la primera vez que se lo contaban a alguien y, por supuesto, nunca denunciaron”.
Es necesario cambiar las dinámicas para que estas agresiones afloren y se denuncien
Naredo cree que “los abogados no acompañan lo suficiente para que las violencias sexuales salgan a la luz. Debería abordarse la violencia como un todo, preguntando: ¿Cómo era tu día a día? ¿Cómo te sentías? ¿Cuáles eran las conductas violentas de tu pareja? Pero no sucede así. Se fragmenta tanto que casi todo se centra en lo físico; lo psicológico apenas se menciona y lo sexual ni aparece”.
Para la experta, es crucial entender las violencias sexuales como parte de la violencia en pareja o expareja, porque no son casos aislados, sino habituales. “Es necesario hacer preguntas clave, como las que usan los médicos de cabecera para detectar la violencia, y realizar tomas de declaración empáticas y de calidad. Muchas veces, la justicia solo se interesa por la última agresión física para que el caso avance por juicio rápido y “.
La urgencia de una educación sexual
Naredo menciona un estudio de la Consejería de Sanidad de Madrid que revela cómo las adolescentes inician su vida sexual con penetración: “La mayoría no lo hacen con plena libertad. Es decir, su primera relación sexual no es completamente consentida. ¿Qué bases estamos sentando? Falta educación sexual. Se dice que las propias mujeres lo han normalizado, pero en realidad lo ha normalizado toda la sociedad. Es necesario educar”, concluye.