Cada vez es más frecuente que mujeres, de todas las edades, pero sobre todo jóvenes, intenten modificar su aspecto. Muchas, a pesar de estar en su apogeo juvenil sienten la necesidad de someterse a intervenciones para alcanzar un canon de belleza irreal. ¿Por qué? ¿Qué empuja a estas chicas a entender que su cara y su cuerpo no son los correctos? Los expertos coinciden en que se trata de una forma de violencia que ataca cada vez a edades más tempranas.
María Victoria Castro, psicóloga especialista en inteligencia emocional y juventud lo explica así: “Al hablar de violencia, solemos pensar en las acciones que nos vulneran a nivel físico o psicológico,
pero en el día a día nos vemos sometidas a formas sutiles de abuso, igualmente perjudiciales, que suelen pasar desapercibidas por tenerlas normalizadas socialmente, sería el caso de la violencia estética que identificamos como el acoso y opresión que sufren, en su mayoría las mujeres, debido a su apariencia física, su cuerpo, vestimenta, o aspecto relacionado con su imagen“.
Constantemente validadas físicamente y sexualmente deseables
Castro señala que este tipo de violencia responde a la presión por cumplir con un ideal de belleza poco realista y tiene un marcado carácter sexista, “ya que refuerza la desigualdad de género, y fomenta un sentido de feminidad distorsionada, enfocándola en la percepción de ser constantemente validada físicamente y sexualmente deseable”.
Otra de las características de este tipo de violencia es que se crea “una competencia y comparativa constante entre mujeres, se rechaza el concepto de adultez y vejez como belleza, difundiendo rostros sin arrugas o manchas en la piel, y obsesión por mantenerse siempre joven“.
Trastornos de tipo ansioso e ideaciones suicidas
Para la psicóloga la clave es “la aceptación y validación social de un único estándar de belleza,
así que aquellas personas que no se ajusten a éstas medidas físicas e ideal de cuerpo, pueden ser
excluidas y ser consideradas menos valiosas en sus otras esferas, como en la personal, intelectual, emocional, o social, lo que genera una gran presión social, déficits en el estado anímico, de tipo ansioso o depresivo, trastornos de conducta alimentaria, o incluso ideación suicida”.
Si a los hombres se les relaciona con el poder adquisitivo, el estatus social, y la supremacía y fortaleza física, el patriarcado sitúa la valorización femenina en los atributos físicos, y de vulnerabilidad y es algo que aprendemos desde bien pequeños. Según el último informe de la Unesco, en 2019, la principal causa de acoso escolar se relaciona con la apariencia física; y desde el marco europeo, según datos extraídos del proyecto Euridyce, en el ámbito escolar, una de las principales preocupaciones de las chicas jóvenes encuestadas, es precisamente el rechazo de la imagen corporal y desvalorización del cuerpo femenino.
Los filtros y el retoque de imágenes, una estimulación irreal
Por ello, explica Castro, “se llega a recurrir a modificaciones estéticas, ya sea a través de operaciones estéticas, inyecciones, y el consumo de productos ofrecidos por la industria estética. Todo ello en a aras de conseguir una validación social basada en la mera imagen física homogeneizada”.
En la actualidad, nos vemos más expuestas la violencia estética a través de redes sociales como
Instagram o Tik Tok, que “se basan en compartir videos e imágenes enfocados en esa comparación y
competencia física por obtener la tan ansiada validación estética, contenido manipulado a través de
filtros, retoques de imágenes, y juegos ópticos y montajes en los vídeos. Lo que es una estimulación irreal, planteada como objetivo real y alcanzable. A través de la divulgación de contenido estético realizado por influencers y redes sociales, las jóvenes se ven inundadas por múltiples referencias en cuanto al estándar físico poco realista que deben alcanzar para no ser rechazadas socialmente”, explica Castro.
Niñas de once años que usan serums antiedad y fajas
La experta advierte que los efectos de esta violencia son “francamente preocupantes”. “Hoy en día podemos encontrar niñas desde los 10 u 11 años, que adquieren a través de sus adultos responsables cremas o serums antiedad, tratamientos estéticos, como uñas de gel, fajas reductoras, pestañas postizas, extensiones de pelo, o bien por reducir disconformidad con alguna de sus proporciones, pidan como regalo de fin de curso o de cumpleaños, tratamientos invasivos u operaciones quirúrgicas, como inyecciones de botox en labios, microblanding, aumento de pecho, elevación de glúteos, u operaciones de rodillas para aumentar de talla en su estatura. Podemos escuchar a madres o padres cómo están ahorrando o incluso pedir préstamos bancarios para costear éste tipo de ‘regalos'”.
Castro alerta de que esto puede ser altamente perjudicial para su desarrollo psicológico y afectar gravemente a su autoestima, “ya que a estas edades el proceso madurativo psicológico y desarrollo de las zonas cerebrales encargadas de funciones como la toma de decisiones, y pensamiento crítico, esta aún formándose, por lo que no se está plenamente capacitada para decidir el efectuar tales modificaciones en su cuerpo, sin justificación médica alguna, atendiendo únicamente a una expectativa de imagen física no realista, que les reforzará negativamente en su autopercepción, aceptación del yo, e identidad individual, aspectos clave en el desarrollo de una autoestima saludable”.
Un aprendizaje contrario al desarrollo de la autoaceptación
¿Qué supone este aprendizaje que desde casa, sus progenitores están legitimando? Ese decir “si no estás a gusto con alguna parte de tu cuerpo, cámbiala”. En primer lugar, “que cuando surja un nuevo estándar de belleza (que sin duda aparecerá), se considere válida la opción de un nuevo tratamiento u operación, o en caso contrario experimentar un nivel de frustración constante por no alcanzar el estándar de belleza y consiguiente validación social. Desde luego, éste supone un aprendizaje contrario al desarrollo de la autoaceptación, la valía personal, y autoestima. Se traslada una valoración cuerpocentrista a las jóvenes”, insiste la experta.
¿Qué podemos hacer? Castro opina que se deben crear sistemas de control en el uso de las redes, revisar su contenido y limitarlas a los menores de edad, y, de este modo, “disminuirá el concepto distorsionado de necesidad de alcanzar éstos criterios de belleza para alcanzar validación social o no ser rechazados”.
Evitar hacer comentarios sobre el físico
Algunas acciones cotidianas pueden tener un impacto significativo en reducir la violencia estética, como evitar hacer comentarios sobre el físico, como “deberías ponerte a régimen”, “con éste vestido estás muy guapa”, “este peinado te favorece”, “¿vas a ir vestida así?”, “eso no te queda bien” p “te
han salido granos. Además, se deben evitar comentarios de burla, y prohibirlos en el entornos como el educativo, como “con ésta ropa pareces un hombre”, “si estuvieses más delgada este outfit te quedaría genial” y “tu cuerpo no vale para ponerte esta prenda”.
Elogiar atributos o cualidades no físicos y el sentido crítico
En cambio, para Castro, debemos educar en elogiar a los demás en base a sus atributos o cualidades, evitando centrarnos en la apariencia física. “Fomentar el amor propio y autoestima en jóvenes, reivindicando el derecho a ser únicas y diferentes, y amar el cuerpo sin necesidad de cumplir los estándares, enfocarnos en estilos de vida saludables en cuanto a alimentación, ejercicio físico, y autocuidado; poder optar por vestimenta que nos haga sentirnos a gusto, sin necesidad de cumplir con las prendas que nos marcan los influencers o redes sociales”.
No podemos parecernos a un filtro
La idea para la experta es, en definitiva, promover la autoaceptación y legitimar las diferencias en los cuerpos, desde la propia narrativa de los padres y madres y el ámbito familiar. “Desafiar a través del sentido crítico la veracidad de las imágenes difundidas, tomar de conciencia de que no podemos parecernos a un filtro o imagen manipulada. Hay países que ya han ejecutado soluciones, como Noruega, que ha prohibido filtros a los instagramers e influencers; al igual que Francia e Inglaterra”.