Los juzgados son lugares fríos, no están diseñados para que niñas y niños se sientan cómodos. Tampoco las sentencias son accesibles para la mente de los más pequeños, el lenguaje es técnico, formal, incomprensible para la mayoría. Sin embargo, los menores acuden cada día a juicios donde declaran, se les escucha y un juez decide su futuro. No reciben explicación alguna. Es el mundo de los adultos, ellos acatan sin entender muy bien qué sucede ni cómo funciona la justicia. Tampoco hay demasiados profesionales que se preocupen por cómo reciben los más pequeños las resoluciones sobre sus vidas, que se pongan en su piel. No existe, en general, perspectiva de la infancia en nuestro sistema jurídico.
Quizá por eso emociona que una jueza se haya tomado la molestia de pensar en ellos, en explicarles, en su lenguaje, qué ha pasado y qué va a pasar. Ella es Isabel Giménez García, una jueza sustituta que ha encontrado la manera de dirigirse a los más vulnerables en los procesos judiciales. ¿Cómo lo hace? Adjunta en la sentencia una carta en la que se dirige al niño o a la niña, les explica su futuro y les agradece que le hayan ayudado a llegar a una conclusión.
Una herramienta que se usaba en Colombia
Cuenta Giménez que la primera vez que supo de la existencia de esta herramienta fue un día charlando con la magistrada y cofundadora de la Asociación de Mujeres Juezas (AMJE), Gloria Poyatos Matas. Le comentó que se estaba utilizando en Colombia y le pareció una idea brillante. Más tarde, en un congreso, coincidió con algunas colegas colombianas a las que pudo preguntar por esta iniciativa que le había cautivado, intercambiaron pareceres, teléfonos y la idea se quedó en su cabeza.
Cuando recaló en un juzgado de Familia de Barcelona se topó con un caso que le impactó. Se trataba de de un joven que había sufrido acoso escolar, que se había intentado suicidar y las terapeutas le comentaron que el niño tenía muchísimo miedo. Porque otra de las particularidades de esta jueza es que no solo lee los informes de los profesionales, considera importante hablar con los técnicos para entender bien cuál es la situación de los menores y tomar una decisión cualificada. Las circunstancias de este niño eran delicadas, le habían retirado la custodia a la madre e iba a ingresar en un centro de menores. Giménez estaba preocupada, así que pidió más informes y pruebas para dilucidar si el problema del chico estaba en el colegio o en su familia, devolvió cautelarmente la custodia a la progenitora y el resultado de las pesquisas le ayudaron a tomar una decisión.
Envió el texto a una terapeuta
Giménez se planteó en ese momento cómo le podía explicar al chico su resolución y fue ahí cuando se acordó de esta herramienta. Llamó a sus compañeras en Colombia, leyó cómo se podía hacer y se puso a escribir. Para estar del todo segura, consultó con una terapeuta infantil, le preocupaba el impacto de sus palabras en el pequeño, pero la experta dio el visto bueno, el texto, a su juicio, solo podía tener consecuencias positivas para el menor.
“De conformidad con la Carta de Derechos de los Ciudadanos y del Derecho a que las sentencias y demás resoluciones judiciales se redacten de tal forma que sean comprensibles por sus destinatarios, esta Juzgadora emitirá la siguiente comunicación en un lenguaje de fácil comprensión con el ánimo de explicarle al adolescente la decisión que se ha tomado en este procedimiento”, explica en su sentencia, antes de dirigirse al niño con un apreciado y el nombre de pila del menor.
No solo se preocupó porque el niño entendiese su decisión, también ideó un plan para una vuelta al colegio supervisada donde estuviese protegido. Sabe por los abogados que le va bien y que su iniciativa le sentó mejor. Unas nuevas que le llenan de satisfacción. Esa fue la primera carta. Después vinieron otras tres.
Amenaza de multa por alegar SAP
Giménez es una jurista atípica. No es jueza de carrera, entró por concurso de méritos, no tiene plaza asignada y se mueve de un juzgado a otro. Comenzó su andadura profesional en su ciudad natal, Barcelona, se especializó en Mercantil, ejerció cerca de ocho años y se pasó a la actividad privada. Primero trabajó en una asociación como técnica y después en un despacho de patentes. Hizo un parón para culminar su tesina y echaba de menos el mundo de la justicia por el que siente pasión. Le gusta, cree en el servicio público y piensa que es el lugar donde “existe margen para cambiar las cosas, y tener un impacto en la vida de las personas”.
Sus cartas, un ejemplo en Europa
Desde luego lo ha logrado. Dos de sus sentencias han estado relacionadas con custodias, violencia de género y hasta ha amenazado con multar a una parte por insistir en el falso síndrome de alienación parental (SAP), esa idea de que las madres manipulan a sus hijos en contra de sus padres, sin sustento científico y prohibida en la legislación española. Considera fundamental escuchar a los menores, creer en lo que dicen y analizar sus circunstancias.
Muchos compañeros y sobre todo compañeras, como la Asociación de Mujeres Juezas (AMJE), le han felicitado por sus sentencias, se han interesado por ellas desde el extranjero y hasta el Consejo de Europa recomendó su aplicación y la referenció en un curso. En el se explicaba que “la exposición de un niño o una niña a procedimientos judiciales positivos y que reafirmen sus derechos puede tener un impacto a largo plazo, ayudando no solo a garantizar la aceptación y la reconciliación con la decisión en cuestión, sino también contribuyendo al desarrollo general de la niña o el niño a largo plazo. Además, contribuye de las actitudes internas hacia uno mismo“.
Giménez ha abierto una puerta que ha cambiado de momento la vida de cuatro menores. Ella se quita importancia y solo se muestra interesada en que sus cartas inspiren a otros compañeros y sean más las niñas y niños beneficiados por esta herramienta pionera. Ahora ya no está en Familia sino en un juzgado Mercantil. Cuando una se lamenta por su nuevo destino lejos de adolescentes, nos tranquiliza: “Estoy redactando unas sentencias interesantes sobre violencia económica“, confiesa. Tenía razón. Se puede mejorar el mundo desde un juzgado.