La historia de Ana: “He visto crecer a mi hijo por fotos”

Ana María tiene una discapacidad del 65 por ciento y cree que su expareja se aprovechó de esta circunstancia para quitarle la custodia del joven al que lleva más de dos años sin ver

Ochocientos dos días. Es el tiempo que lleva Ana María sin ver a su hijo. Un número que, ni multiplicado, representa el dolor que siente. Los ojos se le empañan rápidamente y con un hilo de voz, confiesa: “Yo tenía esa luz que él me daba, porque cada abrazo de mi hijo era una carga de energía tremenda”. Desde enero de 2023 esa energía, que ha recibido con cuentagotas a lo largo de su vida, se ha esfumado. Pero su lucha no es de ahora.

En 2011 se separa de su pareja, con la que tiene un hijo “el año fatídico, cuando se tuerce todo”. Su vida da un vuelco cuando firma el divorcio. Asegura que, sin saberlo, firma también una cláusula que le prohibiría el contacto con su hijo. La custodia queda entonces en manos de su marido. “Cuando me doy cuenta de lo que había firmado ya es demasiado tarde”. Ana tiene una discapacidad intelectual del 65 por ciento y está segura de que su entonces marido se aprovecha de ello. Aquí empieza su verdadero calvario. El de no tener ningún tipo de comunicación con su hijo, tampoco con su exmarido. No hay respuesta a sus llamadas, “yo escribía mensajes diariamente, al principio recibía respuestas de sí o no, pero después me bloqueó”.

Ana María lleva más de dos años sin ver a su hijo

Pasan ocho años

“He visto crecer a mi hijo por fotos, no hay un dolor más grande que ese para una madre”. Ocho años en los que se aferra a esas imágenes de su pequeño para seguir adelante y cada Navidad le escribe una carta. “El mes de diciembre se me ha hecho muy largo, espero y deseo que te hayan traído muchos regalos, te quiero y quiero que sepas que voy a seguir luchando por ti”. Así es.

Ana María y su hijo cuando vivían juntos

Después de esos interminables ocho años de batalla judicial, Ana consigue un régimen de llamadas y comienza a recuperar poco a poco la comunicación con su hijo, pero siguen sin verse. A pesar de que la justicia le da la razón en varias ocasiones, como en esta sentencia de febrero de 2024: “Se reconoce a la madre, que no convive habitualmente con el hijo el derecho a comunicar con él y tenerlo en su compañía en los términos y formas que establezcan ambos padres procurando el mayor beneficio del hijo”.

“¿Tienes miedo a que te regañe si ve que hablamos?”

Pero Ana y su abogado denuncian que esto no llega a cumplirse nunca. Cree que su exmarido le prohíbe tener contacto con ella. Lo comprueba a través de unos mensajes de Whatsapp: “¿Tienes miedo a que te regañe si ve que hablamos?”, “Sí”, respondió.

La defensa de su exmarido alega que el hijo que tienen en común “es una persona mayor de edad, que ha decidido por voluntad propia y por el comportamiento de su madre no tener relación con la misma”. Pero Ana se niega a creer que su hijo no quiere verla, cree que es fruto de una manipulación que su exmarido ejerce sobre él. “Voy a seguir en la lucha, pero ya estoy muy cansada”.

“Estoy viva porque tengo que estarlo, pero esto no es vida”

Su abogado, Francisco Serrano, asegura que “todas las sentencias han quedado en papel mojado” y planea, en un recurso de apelación, que “el Ministerio Fiscal se pueda entrevistar a solas con el hijo con espectro autista para evaluar las razones de su negativa a ver a su madre”, y que se tengan en cuenta “documentos que no se pudieron aportar en la Primera Instancia, y que son reveladores de la manipulación y control que sufre el hijo por parte de su padre, guardador de hecho”.

A pesar de los obstáculos, las lágrimas derramadas y la tristeza acumulada durante años (por la que Ana está en tratamiento psicológico), “estoy viva porque tengo que estarlo, pero esto no es vida”. Hay algo que siempre ha tenido claro: la lucha sin fin de una madre. “Mi hijo, aunque no lo pueda ver, es el motor de mi vida”.