Antes de que en la prensa y en las calles el nombre de Gisèle Pelicot se hiciese conocido –por haber sido drogada por su marido y violada por él y decenas de desconocidos reclutados en internet–, otra mujer ya había alzado la voz para el problema de la sumisión química: la diputada Sandrine Josso (49 años).
Las vidas de estas dos mujeres con trayectorias distintas y separadas por casi 1.000 kilómetros se cruzaron hace un año, cuando la diputada del Movimiento Democrático (MoDem) de la región balnearia La Baule (noroeste) denunció en la comisaría y ante la tribuna de la Asamblea Nacional francesa al senador Joël Guerriau (Horizons) por haberla drogado con fines sexuales durante una cena en París.
“Pensé que me iba a morir”, relató en una charla con Artículo14. Esta madre de tres hijos narró el largo y penoso recorrido de una víctima sexual en busca de justicia. “Un año después, aún no me he recuperado del todo”. Ella cuenta las consecuencias nefastas del trauma de la sumisión química para su salud física y mental, que van desde trastornos de sueño y de apetito a la hipervigilancia y dolores de espalda. La diputada sigue bajo tratamiento psicológico.
Carrera contrarreloj
Josso, en su tercer mandato, tuvo cierta visibilidad por encabezar un proyecto de ley de 2023 (aprobado por unanimidad en la Asamblea) para mejorar la atención a las mujeres tras un aborto espontáneo. Entonces, no podría sospechar que entraría en las estadísticas de violencia sexual, ya que la mayoría de las víctimas conocen a su agresor. “Era un amigo. Le conocía desde hacía diez años”, lamenta.
Este ex director de banco (67 años) la invitó a cenar en su casa para celebrar la reelección como senador. Josso alega que le vio coger del cajón de la cocina una bolsita de plástico que contenía algo blanco. La diputada, tras tomar una copa de champán, empezó a sentirse muy mal y se dio cuenta de que había sido drogada. Ahí empezó una lucha contra el tiempo para huir del piso a toda prisa y buscar ayuda.
Los análisis de sangre y orina realizados en las urgencias de un hospital parisino revelaron la presencia del MDMA. Una dosis tres veces más alta que la que se suele consumir. “Logré escapar, pero viví una noche de horror, con palpitaciones y temblores en todo el cuerpo”. Por la mañana, Josso acudió a la comisaría para denunciar Guerriau.
Apoyo de la clase política
Algo poco común cuando se trata de una mujer que denuncia públicamente agresiones sexuales de poderosos, la diputada logró el apoyo inmediato de sus colegas políticos.
Entre ellos François Bayrou, presidente del partido y aliado del presidente Emmanuel Macron, y el entonces primer ministro Gabriel Attal.
“Como mujer y representante electa, hacerlo público fue un deber coherente con mi trayectoria. Porque yo tengo una tribuna en la Asamblea, lo que no es el caso de la gran parte de las mujeres víctimas de violencia”, reflexiona Josso. “No podría perder esta oportunidad para defender una causa que va más allá de mí, que es un problema de salud pública”.
El senador ha sido imputado y la instrucción del caso está en la fase final. A pesar de la presión pública y de la carta firmada por 142 poderosos electores de su circunscripción, entre empresarios y celebridades, Guerriau no dimitió del Senado. Aun así, fue suspendido de su partido.
El ex primer ministro Attal incluso dio un paso más allá: encargó Josso de una misión gubernamental con el objetivo de hacer el balance de la sumisión química contra las mujeres en Francia –misión renovada el octubre por el nuevo gobierno de Michel Barnier. Los resultados de dicha tarea se harán públicos en el primer semestre de 2025.
Según lo que la parlamentaria pudo constatar en el terreno, hay fallos en toda la cadena de la atención a las víctimas, desde el hospital, las comisarías hasta el juicio. Por mucho tiempo considerada “el ángulo muerto de la violencia sexual”, según la diputada, la sumisión química necesita formación específica para médicos, policías, abogados y jueces, además de recursos y protocolos claros y accesibles en las zonas rurales. Y, muy importante, una legislación a la altura: “Es necesaria una ley ambiciosa contra la sumisión química, y mi tarea con esta misión es hacerla posible”.
El juicio también es traumático
A principios de noviembre, cuando el juicio de Gisèle Pelicot seguía atrayendo la atención internacional para el problema de la sumisión química, Josso tuvo una confrontación con su agresor. “Es algo muy arcaico en el proceso judicial y muy difícil de vivir para la víctima. Es un nuevo trauma encontrarse cara a cara con el agresor.” La parlamentaria criticó la creencia del sistema penal francés de que, en el día del careo, el agresor confiese su crímen. “Pero eso nunca ocurre”, lamenta.
Algo muy similar, la renovación constante del trauma, es lo que atraviesa Gisèle Pelicot durante el juicio en Aviñón que entra en su recta final. Sandrine Josso, presente en el tribunal en los momentos más difíciles para Pelicot y su hija, espera seguir ayudando a las víctimas de sumisión química.
De hecho, Josso cuenta haber sido contactada por la hija de Pelicot, Caroline Darian, cuando todavía estaba convaleciente. Darian puso a la disposición de la parlamentaria su asociación “M’endors pas” (No me duermas), creada tras los sucesos vividos por su madre. Todo ello antes de que comenzase el proceso tentacular con 51 acusados de violación. Josso y la hija de Gisèle empezaron una relación de apoyo mutuo que perdura hasta hoy. La diputada se convirtió en madrina y portavoz de su organización.