La desaparición de Francis, un callejón sin salida

Su madre desapareció hace siete años, de noche, a unos metros de casa, sin móvil y con lo puesto. Nunca pensaron que Francisca Cadenas se fuera voluntariamente. Ahora la UCO de la Guardia Civil también la busca

Lo han pedido tantas veces y por tantas vías desde hace años que son cautos. A los Meneses Cadenas, marido e hijos, todavía les cuesta asumir que la UCO, la unidad de élite en investigaciones de la Guardia Civil, asuma al fin la búsqueda de Francisca Cadenas. “Nadie nos ha llamado para confirmar que lo ha cogido la UCO-apunta José Meneses, el hijo pequeño de Francisca-. Esperamos que en la próxima reunión nos lo cuenten… Ojalá estén siendo discretos porque quieren que todo sea confidencial”. Ellos, asegura, viven en la incertidumbre de no saber en qué punto está la investigación de su madre, solo que ha llegado a un punto muerto.

Por eso, cuando las sucesivas gestiones de la Comandancia de Badajoz no llegaban a buen término, pidieron que el caso cayese en manos de la UCO, la Unidad Central Operativa que había resuelto con éxito los casos de Diana Quer, Gabriel Cruz, el cuádruple crimen de Pioz… Lo pidieron por el cauce oficial y usando los medios como altavoz, sobre todo tras la resolución de otra desaparición inquietante que terminó destapando un crimen atroz y que había ocurrido un año antes en Monesterio, un pueblo situado a una hora de Hornachos, también en Badajoz.

Aparentemente, no hay vínculo entre el caso de Manuela Chavero y el de Francisca Cadenas, salvo porque Manoli y Francis desaparecieron un martes por la noche. La primera, con luna nueva; la segunda, con luna llena, el 9 de mayo de 2017. A ambas se las tragó la tierra en la puerta de casa. De hecho, Francis la dejó abierta, con la clara intención de volver. Así lo ha contado incontables veces José: “No te hagas nada, me dijo, que ahora te hago la cena. Y se dejó el lenguado y el aceite preparados. Con lo que mi padre y yo nos quedamos esperando sin más, con la tele puesta de fondo, sin escuchar nada extraño”. Ni ellos ni nadie. Aunque a él sí le extrañó que su madre no regresase a los diez minutos. Igual que nunca ha creído que se fuera voluntariamente, ni que estuviera con vida.

Un callejón sin salida

Ha llegado a pensar que quizás el resto de la suya la pase buscándola, especulando con qué pudo pasarle. Francis tenía 59 años cuando salió de casa para acompañar a una pareja de amigos-él era guardia civil- de los que, bastante a menudo, cuidaba de su hija pequeña de tres años. “Adriana era como su nieta y ellos como de la familia… Por eso costó encajar su distanciamiento, porque al poco de desaparecer mi madre dejaron Hornachos”. Y no fue el único. También se esfumó un temporero dominicado de 33 años apodado ‘el Negro’, que aseguró haber visto a Francisca aquella noche en el callejón que comunicaba la calle Nueva —donde vivía ellacon la calle Hernández Cortés donde el matrimonio aparcaba el coche cuando iba a recoger a su hija. En Hornachos, a la calle Nueva le dicen “la calle sin salida”.

Hoy, siete años después de la desaparición de Francisca Cadenas, raro es el vecino de los 3.600 que no ha visto el cartel de búsqueda, pues siguen colgados por doquier, o no ha participado en las batidas rurales por los dos valles en los que se ubica el pueblo, en plena Tierra de Barros, o no ha mirado en derredor con sospecha. “Porque es imposible no pensar que alguien vio o escuchó algo. Quizás no lo cuentan por miedo o porque no son conscientes de su relevancia…”. Puede que incluso la Guardia Civil los haya interrogado, sin que haya trascendido. La familia solo sabe que la lista de posibles implicados se ha centrado en el entorno más cercano, pero no tanto en los familiares como en esas tres personas con las que Francisca pudo estar en contacto antes de desaparecer. “Este caso es superextraño, lo mires por donde lo mires”. José se ha acostumbrado a mirarlo desde todos los ángulos posibles. Pensando en los investigadores: “Yo creo que es un misterio a resolver que interesaría a cualquier agente de Homicidios: cómo pudo desaparecer una persona a 50 metros de casa y en apenas diez minutos”; y en los sospechosos: “Quién sabe, quizás Antonio y Adelaida, como Carlos Guzmán, se fueron por la presión del pueblo, porque todos sabíamos que fueron las últimas tres personas en verla con vida”. Oficialmente, todos quedaron descartados.

Fortuito o premeditado

¿Cómo pudo ser que nadie viera o escuchara nada? ¿Qué o a quién vio Francis? ¿Reconoció a la persona que interrumpió su camino para siempre? A la caza de cualquier pista, la Guardia Civil rastreó la presencia de una ranchera roja desconocida por aquellos lares. Pero localizado su conductor, esa vía también quedó descartada. Registraron casas, desde la buhardilla hasta el sótano, incluso si estaban desocupadas. Bucearon pantanos, sondearon hasta medio centenar de pozos y peinaron montes. Todo sin éxito. El recorrido entre las dos calles fue inspeccionado con la unidad canina de la Guardia Civil, “aunque creo que no estuvo la Científica”. El propio José ha hecho ese camino, cronómetro en mano. “Cada vez que paso por el callejón, lo reviso. Ni sé las veces”. Casi al año de la desaparición, se decretó el secreto de sumario, y a los dos se archivó judicialmente, por falta de avances y de manera provisional. Bajo esa premisa trabajará ahora la UCO, que tiene la complicada tarea de revisar cada paso dado desde el inicio, arrancando de cero su propia investigación de los hechos.

La vida sin Francis

Forzados por las circunstancias, los Meneses Cadenas forman parte de esa otra gran familia que congrega a los seres queridos de los ausentes sin rastro ni evidencias, que un día desaparecieron en extrañas circunstancias o sin motivo aparente. El saber que no son los únicos que reclaman más recursos y respuestas ha sido un bastón durante estos años. El pensar que quizás sea un caso más de larga duración ha sido una decepción. El asumir que quizás se convierta en un duelo eterno sin confirmación física de su muerte es una losa. “A veces siento que vivo una vida paralela, porque nadie te prepara para algo así”, lamenta José. Su madre desapareció cuando él tenía 22 años y desde entonces se ha volcado en trabajar para mantener la mente ocupada. “Tengo tanto dolor que llego a tener lagunas”, aunque recuerda perfectamente su voz, su alegría, que le encantaba Camela… El próximo 13 de noviembre cumpliría los 66 años. Francis era confiada, alegre, cercana… Una mujer que vivía por y para los suyos, de las que todo el mundo zanja con un “es una buenísima persona”. Aquella noche de 2017, vestía unas mallas negras, camiseta rosa de manga corta y unas zapatillas negras, lo que llevaba desde que dio el paseo de la mañana. Por la noche, con lo puesto, sin dinero, móvil ni documentación, salió con la seguridad de que regresaría a casa en unos minutos, de que llegaría justo a tiempo de hacerle la cena a su hijo.