El martes pasado, por la mañana, Roberto asesinó a su mujer, Vanesa, de 43 años, en su domicilio de El Prat de Llobregat. Más tarde, hizo lo propio con sus dos hijos, Yago y Marián, de ocho años. Sobre las cuatro de la tarde, se quitó la vida arrojándose a las vías del tren
El crimen conmocionó a la opinión pública porque, una semana antes, de madrugada, Alex también asesinó a su hijo Ajax, de cinco años, e hirió gravemente a su pareja, Astrid, de 29 años, que consiguió pedir ayuda y salvarse en Bellcaire d’Empordà, Girona.
Yago y Marián figuran como víctimas de violencia de género, sin embargo, a Ajax se le computa como víctima de violencia de género y, además, víctima de violencia vicaria.
A la hora de contabilizar a estas víctimas en los registros oficiales los matices y las diferencias entre estos crímenes machistas son esenciales. La clave: se consideran violencia vicaria, si se cometen para dañar a la madre, por lo tanto, si la madre muere en el mismo ataque y no va a sufrir las consecuencias del asesinato de sus hijos, no se contempla como asesinato vicario, sino como violencia de género.
Por tanto, los detalles de cada crimen donde asesinan a la madre y a sus hijos se tienen que analizar. En el caso del asesinato de Ajax, el padre intentó también matar a la madre, de hecho, la hirió de gravedad, pero como el padre mató a su hijo en primer lugar y Astrid fue consciente de esa muerte, se computa como violencia vicaria.
Cuando un maltratador asesina a sus hijos siempre es violencia de género y violencia contra la infancia. Solo se habla de violencia vicaria si tras ese crimen la madre de los niños continúa con vida. A menos, señala Sonia Vaccaro, “que se pueda demostrar que antes de asesinar a la madre, ella ha presenciado y se le ha torturado con la muerte de su hijo o hija”.
Sonia Vaccaro es psicóloga y perita forense y fue quien acuñó el término “violencia vicaria” en 2012. En sus propias palabras, se trata de “la violencia que se ejerce sobre los hijos para herir a la mujer. Es una violencia secundaria a la víctima principal, que es la mujer. Es a ella a la que se quiere dañar y el daño se hace a través de terceros, por interpósita persona. El maltratador sabe que dañar, asesinar a los hijos e hijas, es asegurarse de que la mujer no se recuperará jamás. Es el daño extremo”.
Existe cierto debate en torno a lo que se considera o no violencia vicaria. Chelo Álvarez, presidenta de la asociación Alanna, no discrepa de la definición oficial, pero explica que, en ocasiones, el maltratador puede ser que asesine a los hijos y no a la madre porque no tiene acceso a ella. De hecho, va más allá y habla de “asesinatos frustrados”. “Mata a la criatura porque lo mismo no ha podido hacer lo mismo con ella”.
Cree que el crimen machista de El Prat sí se debería contabilizar como vicario. “Son las dos cosas, violencia de género y vicaria, aunque la madre no vaya a sufrir el daño”. También se pregunta si esos niños han sufrido este tipo de violencia a lo largo de su vida, antes del crimen. Al fin y al cabo, el asesinato es la culminación de la violencia vicaria, pero suele haber un maltrato anterior.
“Llevo treinta años en esto y cuando empiezas a hablar con las víctimas, en multitud de ocasiones, expresan esa violencia vicaria en detalles. Volver de una visita del maltratador sin duchar, sin que les dejasen hacer los deberes, sin acudir a una cita del dentista, obligándoles a vestir como ellos quieren. Se creen, igual que con sus parejas o ex parejas, que son de su propiedad y esos niños y niñas tienen que hacer lo que ellos digan”, señala.
Hay más voces que opinan, como Álvarez, en una definición más amplia de la violencia vicaria, pero prefieren no entrar en controversias de forma pública. Creen que este debate se debe abrir, pero al mismo tiempo, les asusta que esta discusión embarre y distorsione el foco. “Sea o no violencia vicaria, lo que siempre es, es violencia de género y eso no se puede olvidar”.
En cualquier caso, el Ministerio de Igualdad ha desglosado las cifras esta semana. Antes, todos los menores asesinados a manos de sus padres o las parejas de sus madres se contabilizaban como víctimas de violencia de género, pero no se diferenciaba si entraban dentro de la definición de vicaria.
Con esta modificación, la cifra de niños y niñas asesinados por violencia vicaria en 2024 se eleva a cinco. Se trata de Xavi, de diez años, Noa, 7 años, Elisa, de 2 años, Larisa, 4 año y Ayax que tenía 5 años. En 2023, hubo dos crímenes, pero ninguno se considera vicario. En 2022 se cometieron dos asesinatos y solo uno se suma al total de vicaria. En 2021, donde siete menores perdieron la vida a manos de maltratadores, únicamente cuatro se computaron como tales.