No se sabe si José Bretón ha recibido algo más que la ropa y los libros que el autor ha confesado que le facilitó durante su encuentro en la cárcel, pero no es la primera vez que los tribunales tienen que intervenir por la publicación del libro de un criminal.
David Berkowitz, el asesino en serie conocido como el Hijo de Sam, tuvo en jaque a las autoridades estadounidenses al final de la década de los setenta. Mató a seis personas e hirió a otras tantas en distintos ataques con arma de fuego. Solía acosar a parejas que estuviesen en su coche o simplemente charlando por la calle.

David Berkowitz
Una multa de aparcamiento fue la pista que llevó a los investigadores a detenerle. Una vez en prisión, Berkowitz, que mantenía que era el perro de un vecino quien le ordenaba matar y pertenecía a una secta satánica, comenzó a mover sus hilos para contar en primera persona, y de paso lucrarse, la historia que había tenido en vilo a la sociedad estadounidense.
Se bloquean las ganancias por posibles contratos con editoriales
El estado de Nueva York movió ficha en 1977 y legisló para impedir que el asesino obtuviese beneficios económicos mediante la venta de derechos de libros, películas o entrevistas sobre sus crímenes. Así nacía la Ley Hijo de Sam que bloqueaba las ganancias por posibles contratos con editoriales, derechos de imagen y acuerdo con los medios de comunicación. Se estableció que todos esos beneficios se redirigieran para compensar a las víctimas y sus familias.
Años después, en 1991, la Corte Suprema de Estados Unidos declaró inconstitucional la versión original de la ley en el caso Simon y Schuster contra Members of the New York State Crime Victims Board. Los jueces consideraron que que violaba la Primera Enmienda de la Constitución, la que defiende la libertad de expresión.
En la actualidad, la ley Hijo de Sam sigue vigente
En la actualidad, muchas versiones de la ley Hijo de Sam siguen vigentes en distintos estados, pero han sufrido modificaciones para evitar el choque constitucional. Así, se permite que criminales publiquen sus historias, pero se garantiza que las víctimas tengan prioridad sobre cualquier ganancia que obtengan.
Jacques Mesrine, otro asesino que inspiró una modificación legislativa
David Berkowitz no es el único asesino que ha inspirado una ley, en Francia, Jacques Mesrine, un criminal con un amplio expediente delictivo y varias fugas de prisión hizo trabajar a los legisladores cuando decidió escribir un libro. El debate sobre si era ético y moral que un asesino se lucrase contando su historia modificó las leyes para permitir que las víctimas pudiesen reclamar una compensación.

La policía abatió años después a Jacques Mesrine
En Alemania, la Constitución protege la libertad de expresión, por lo que no prohíbe completamente que los criminales cuenten su historia, pero los beneficios económicos pueden ser reclamados por las víctimas a través de demandas civiles y el derecho a la reparación.
A Peter Sutcliffe, el destripador de Yorkshire, se le impidió vender su historia
En el Reino Unido, no hay una “Ley Hijo de Sam” específica, pero existen regulaciones que impiden que los delincuentes se beneficien económicamente de la venta de sus historias. El Proceeds of Crime Act de 2002 permite a las autoridades confiscar cualquier ganancia derivada de actividades delictivas, incluidas entrevistas o libros escritos por los propios criminales y en casos mediáticos como el de Peter Sutcliffe, conocido como el destripador de Yorkshire, se han bloqueado diversos intentos de vender su versión a medios de comunicación.
Australia y Canadá tienen también legislación parecida para para evitar que los delincuentes se beneficien de sus crímenes y permiten confiscar las ganancias obtenidas por criminales a través de la publicación de sus historias. En 2012, el gobierno canadiense intentó reforzar la ley tras el caso de Luka Magnotta, un asesino que se benefició de la venta de contenido sobre sus crímenes antes de ser capturado y que grabó el asesinato de Jun Lin y lo subió a internet.