Un colegio de primaria con alumnos de 3 a 12 años de Granada investiga, al menos, dos agresiones sexuales cometidas en el centro. Unos casos que se han conocido porque una de las víctimas verbalizó la agresión a su familia. Nadie en la escuela detectó la violencia, los sistemas de prevención fallaron. Hace unas semanas, un joven de 17 años asesinó a su novia, Cloe, una joven de 15 años sin que tampoco saltase alarma alguna donde estudiaban. ¿Funciona la prevención y detección de violencias machistas en las escuelas e institutos?
José Antonio García Serrano, psicólogo sanitario experto en el abordaje de la violencia contra las mujeres y menores de edad, que pisa colegios e institutos de forma habitual cree que con el tema de la detección existe un problema de base porque “le dejamos toda esa labor al profesorado, llevan todo el peso y entendemos que está formado, pero cuando te adentras en esa especialización obligatoria se trata de un curso de cinco horas que ni siquiera habla de violencia, si no de perspectiva de género, explican el plan de igualdad en educación. Es decir, que exista un protocolo y esa formación no implica que ese profesorado esté formado. ¿Qué ocurre? Que cuando les llega un caso de violencia de género se asustan y no saben qué hacer, algo normal por otro lado, porque no tienen experiencia. Lo mismo ni conocen el protocolo o no se lo han leído y mucho menos cómo proceder”, apunta.
“Es un mito que los profesores estén formados para detectar violencia”
García Serrano lo entiende “qué le puedes pedir a un profesor, a una persona que ha estudiado historia y matemáticas, la violencia no es su ámbito de competencia. De hecho, la formación y protocolos en las empresas privadas son mejores, de mayor calidad y contenido. Pecamos al pensar que el profesorado está especializado, es un mito. Hay docentes que hacen una labor maravillosa, que van a congresos, que investigan, pero son una minoría, una isla en el mar”.
El psicólogo explica que los encargados de la igualdad que suele encontrarse en los centros educativos son, o mujeres en su mayoría, concienciadas, feministas y que realizan esa labor por iniciativa propia o se encarga el cometido al último en incorporarse al claustro. “Hay que pensar que a esa profesora que le dan el plan de igualdad porque acaba de llegar, puede ser interina y lo mismo el año que viene no está, se va a otro colegio, entonces pues se forma lo que puede y lo que quiere”, insiste.
Falta absoluta de educación sexual
Llama la atención que un centro como el de Granada, de niños tan pequeños no se diera cuenta de lo que estaba pasando, pero García Serrano lo entiende: “La violencia, a veces, cuando la tenemos delante es difícil de detectar e influyen nuestros propios prejuicios y estereotipos a la hora de abordarla. No hay nada que me preocupe más que la frase “es cosa de niños”, no, no. Es violencia y está adaptada a su contexto y hay que tenerlo en cuenta. Por eso la formación del profesorado tienen que ser continua. El machismo es como un virus, que va mutando. Antes era más visible, ahora se desarrolla la violencia digital frente a la falta de educación sexual absoluta del alumnado. El marco normativo obliga a educar en sexualidad, es vital. ¿Cómo combatimos la pornografía, la influencia de las redes sociales, lo que ven en la calle, ¿con una hora al año? ¿Quién imparte esa educación sexual, además? ¿El profesorado? ¿Saben de sexología, saben contestar a un alumno que le está defendiendo un argumento de violencia en el porno?”, se pregunta.
Protocolos desfasados que no incluyen violencia sexual ni responden al aumento de casos
García Serrano cree que los protocolos en los colegios están desfasados, los de Andalucía son de 2011, por ejemplo, y no se han actualizado. “No incluyen la violencia sexual de forma independiente. Luego nos preocupa mucho el aumento de la violencia, pero, ¿qué se ha hecho? Nada. Usamos las mismas herramientas que en 2011, ese protocolo de violencia de género no funciona, hay que reformarlo”, advierte.
Para el experto ocurre con la violencia machista lo mismo que en otros muchos ámbitos de la sociedad, que se tiende a tapar. “La sociedad tiene aprendido sistemáticamente ante estas circunstancias callar, se trata como algo privado, cuando lo trasladamos al ámbito educativo pasa igual y ya no es la vergüenza individual, sino que entra en la vergüenza colectiva de “cómo voy a activar el protocolo de violencia de género“, pues por estadística debería de activarse varias veces al año, desgraciadamente, y eso no sucede”, finaliza.