Una joven está en la cafetería de una facultad charlando con sus amigas cuando el novio de una de ellas comienza una conversación por videollamada en la que le exige que le diga con quién está. Para cerciorarse de que no le miente, insiste en que las enfoque y ella, se ve forzada a hacerlo. Así comienza la última campaña del Ministerio de Igualdad contra la violencia de género, que su ministra, Ana Redondo, presentó el pasado martes. Al final del spot se pregunta: “¿Vas a hacer algo?”. La realidad es que tan solo una de cada cuatro personas del entorno de las víctimas de violencia denuncian, a pesar de que cualquiera puede hacerlo. Por eso Redondo explicó que “un pequeño paso de cada una y cada uno de nosotros puede ser decisivo en la vida de muchas mujeres”.
Guiarse por las cifras es engañoso
La publicidad es vender. La inserción de un anuncio tiene un efecto inmediato y directo en las ventas, hay multitud de estudios que así lo demuestran. En las campañas de concienciación no existe ese concepto de acción- reacción, su función es modificar comportamientos y creencias y sus efectos son más a largo plazo. No es fácil, por tanto, medir su eficiencia. Los cambios sociales son lentos y obedecen a distintas variables. En este caso, quizá, sería más sencillo porque, dentro de un año, se podría comprobar si han aumentado las denuncias por parte del entorno de las mujeres maltratadas. Sin embargo, guiarse por las cifras es engañoso porque puede que alguien se haya sentido interpelado, haya acudido a las autoridades tras ver el anuncio y que las estadísticas no lo reflejen. ¿Funcionan entonces las campañas publicitarias en contra de la violencia de género?
Ejercicio de transparencia, responsabilidad y eficacia
Beatriz Bonete, socióloga experta en Género e Investigadora social, cree “que lo que se tendría que hacer es medir el impacto real de estas campañas para ver en qué grado funcionan, si la gente las conoce o si se dirige de forma adecuada a la audiencia para la que ha sido diseñada. Esto no solo sería un ejercicio de transparencia y responsabilidad, ya que al final, las campañas se financian con dinero público, sino una forma de conocer qué mensajes llegan y cuáles no. Bonete apunta que así, además, “se recogerían también aprendizajes para mejorar e innovar en el diseño” porque no son campañas publicitarias al uso, “con un objetivo de vender algo, sino que son como las de la DGT, que tienen que concienciar y sensibilizar“, señala.
Para Bonete sería recomendable poder contar con expertas en género para que asesoren a los equipos creativos en cómo se tienen que realizar, sobre todo si se hacen para dirigirse a determinados grupos como mujeres, gente joven, migrantes etc.
Resignificar el amor romántico
En cuanto a los factores que pueden modificar una percepción social y, por tanto, futuros comportamientos, para la socióloga “el más claro, el que siempre señalamos es la educación desde la infancia. Educar en igualdad y una educación emocional para que niñas y niños aprendan qué es una relación sana e igualitaria, resignificar el amor romántico y asociarlo con respeto, cuidado, cariño y confianza. Para las niñas, lo más importante deber ser identificar lo que se conoce como “red flags” o señales de alerta, lo que es indicativo de “no te quedes ahí, vete”. Muchas de estas señales aún siguen siendo vistas como “signos de amor” y ya sabemos que no lo son”, subraya.
Medir el impacto de las campañas
Chelo Álvarez, psicóloga y presidenta de la asociación de víctimas de violencia de género Alanna, también cree que “debería medirse el impacto de las campañas“. No tiene claro que se haga, pero quiere pensar que sí llegan a la sociedad positivamente, “al menos, en general”. Las últimas del Ministerio de Igualdad las considera “buenas” porque “directamente interpelan a las familias, al vecindario, a la sociedad en general. La omisión de socorro, hay que recordar que es un delito, pero la realidad es que la gente gira la cara, incluidas las personas más cercanas a la víctima que niegan la realidad o piensan que no es para tanto”, explica.
Por eso es bueno recordar en las campañas “que la víctima tiende a ser aislada por el victimario, ellas mismas rehúyen las relaciones sociales para evitar dar explicaciones o simplemente por miedo. Saber que tienes gente cercana que sabe que estás siendo violentada y que en un momento dado puedes pedirles ayuda es muy importante. De hecho, la preparación de la salida de la huida va a depender en parte de los apoyos que una misma tiene“, finaliza.