La idea: describir qué se encuentra un menor cuando la curiosidad y las hormonas despiertan la llamada de la autosatisfacción. Ese momento en el que su propia imaginación se queda corta y decide obtener placer a través de las fantasías de otros, en concreto, de las de los adultos, que tras años de consumo y clics han dado forma a un mercado de placer, el de la pornografía a la carta. Lo que ven estos proyectos de personas cuando entran por primera vez en una plataforma porno no es algo que hayan decidido ellos que les gusta, es lo que quieren ver los que dejaron de ser adolescentes hace años. La mente del adulto moldea la de la siguiente generación.
Para ello, vamos a navegar durante tres horas por las principales webs de porno gratuitas como si buscáramos a Gurb. Sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Vamos a intentar ponernos en su piel. La edad media de primer acceso al porno son los ocho años. El 38,9 por ciento de las niñas entre 13 y 17 años ha visto alguna vez pornografía, frente al 87,5% de los niños. Esto es lo que se encuentran los adolescentes cuando ponen en manos de otros su idea de placer.
Está prohibido que un menor de 18 años acceda a estas webs para adultos. Por eso, nada más entrar, una pestaña nos informa de que solo podemos acceder si somos mayores de edad, el filtro, saber leer y pinchar en “sí”, le informamos de que tenemos edad suficiente. Ningún control más ni requisito. Además, una vez que accedes, no te vuelve a preguntar. En la segunda visita, el aviso no aparece. Hemos aceptado solo las cookies necesarias, pero el sistema reconoce al usuario y facilita la navegación cuando repite.
Una de las webs más conocidas y visitadas incluye una advertencia a los padres, al pinchar, una guía explicativa de cómo activar un control parental en el ordenador, en el teléfono y distintos dispositivos.
Al consultar los términos de uso hacen referencia al abuso sexual de menores o relaciones sexuales no consentidas y se puede leer: Esta sección describe nuestro compromiso de proteger a los niños de cualquier forma de abuso, así como a las víctimas de actos sexuales no consentidos. Si tenemos conocimiento de este tipo de contenidos, los eliminaremos rápidamente. Puede denunciar estos contenidos mediante este formulario.
No se esconden, reconocen que eso puede pasar o sucede, su filtro no es infalible y puede que oferten delitos tipificados como entretenimiento.
Máquina tragaperras del cuerpo humano
Nada más entrar, una página dividida en bloques de varios vídeos nos da la bienvenida. Algunos están en modo teaser y muestran en bucle los mejores momentos del clip. El resto, están parados en una imagen. Muchos senos, vulvas, anos, penes, una máquina tragaperras del cuerpo humano. Mujeres muy jóvenes. Llama la atención que apenas se ven cuerpos completos masculinos a diferencia de el de las mujeres. De ellos podemos ver sus genitales y como están siendo estimulados, apenas su cara. Nadie las estimula a ellas, son las protagonistas de los vídeos, pero no así su placer.
Cada vídeo tiene un título explicativo. En casi todos es la potencia masculina el motor de la historia. Un hombre “deja enloquecida” a distintas mujeres que tienen una cosa en común: el parentesco. Una gran cantidad de vídeos hacen alusión a “mi prima”, “mi hermanastra”, mi madrastra, “la amiga de mi novia” y se repite con mucha frecuencia “la novia de mi amigo”.
Parece como si todas las mujeres con las que se cruza un hombre en su día a día fueran susceptibles de traspasar las barreras de la convivencia. De nuevo, las habilidades de ellas quedan en su segundo plano, son sujetos pasivos que traicionan las convenciones sociales ante la virilidad irresistibles de ellos.
Otro género que se repite es la idea de un consentimiento viciado. “Fui a cobrar el alquiler, mi inquilina no tenía dinero y me pagó con servicios sexuales” con un enunciado más explícito. Mujeres obligadas por las circunstancias a realizar determinadas actividades. Muchos vídeos de apuestas perdidas. Por ejemplo, mi prima, hermanastra, amiga, perdió determinado reto y tuvo que hacerme no sé qué.
Violaciones ficcionadas
Pinchamos en un vídeo donde la protagonista parece una menor de edad. ¿Lo es? Aparenta no más de 15 años, de origen asiático, su cuerpo es el de una adolescente y también su comportamiento. Está jugando a las cartas con un hombre, el que graba, que no aparece en la escena. Ella no para de perder las rondas y “paga” con una prenda hasta que el desnudo es integral. Ella tiene un halo de inocencia, de niña tímida. Sólo podemos ver la mano de él, que termina tocando el cuerpo de la protagonista como el que elige fruta, como si fuera un objeto, sin centrarse en su placer, acaba pegándole cachetazos en las nalgas.
El vídeo parece casero. Hay muchos así. Resulta complicado diferenciar la realidad de la ficción. De hecho, el porno “amateur” es una de las categorías que se ofertan. Son escenas grabadas en habitaciones, cocinas, salones gente corriente practicando sexo en una cama donde se ve el armario desordenado y un cajón abierto. No se sabe si es una presentación no profesional o una puesta en escena.
Hay más categorías, a saber: tríos, tetas grandes, leggins, lesbianas, negras, maduras, anal, pelirrojas, hentai (una palabra japonesa que significa pervertido y que define un tipo de porno, el manga anime), dominación, hardcore, sexo casero… El catálogo es infinito. De nuevo, no parece que los programadores hayan tenido en cuenta las preferencias femeninas. Ellas son el producto. Y eso que los datos muestran que las mujeres, sobre todo jóvenes, cada vez consumen más porno, en el mainstream, parece complicado que encuentren material pensado para ellas.
Pinchamos en otro vídeo, una mujer muy joven comparte escena con cinco hombres. Apenas se les ve. La sujetan el aire entre todos, agarrándola por las extremidades y se turnan para penetrarla y realizar distintos actos, la pegan. No le preguntan, ella no habla. Se ponen de acuerdo entre ellos para llevar a cabo el siguiente movimiento. La mueven y giran como una muñeca para satisfacerse. No va de ella ni de su placer.
En estas plataformas el buscador no permite buscar violaciones, pero sí categorías de dominación. Le damos al play. Una pareja discute en un sofá. Ella le reprocha que se haya pasado la noche flirteando con otras. Él mira el móvil y la ignora. En un momento dado, parece que el se harta de la discusión y la agarra para practicar sexo. Ella no quiere, dice no, grita, se intenta defender, pero él ejerce violencia, la pega, la inmoviliza, le tapa la boca, la ahoga y la viola. La cara de la mujer, de nuevo, muy joven, es de auténtico sufrimiento, con lágrimas en la cara mientras emite sonidos de dolor.
Hay infinidad de vídeos de ese estilo y que siguen el mismo patrón. Son agresiones sexuales ficcionadas. En otro clip, una mujer friega los platos mientras su pareja mira el móvil tumbado en un sofá. Ella viste lencería, él va en vaqueros y camiseta. Ella intenta llamar su atención, seducirle mientras él la aparta. Ella, le escupe burlona y se ríe. Él, enfadado, se incorpora y le pega varias bofetadas en la cara, la ahoga, la obliga a arrodillarse, ella se resiste, pero él es más fuerte. La viola. Ella, a lo largo del vídeo finge sufrimiento, disconformidad, dolor y de nuevo, lágrimas. Cuando acaba, le dice, “te quiero” y ella le besa.
En las escenas donde la violación no es el eje de la trama también existe un gran nivel de violencia. Estrangular, pegar, inmovilizar, humillar es la fantasía común. Llevamos dos horas viendo porno y todavía no hemos encontrado un vídeo donde el placer de la protagonista sea el centro de la acción. Existe varias categorías referidas de sexo oral masculino, pero tras dos horas viendo porno no hemos encontrado ni una sola escena donde a ellas se les practique un cunnilingus, por ejemplo.
Más de 300 mujeres ofrecen sus servicios en directo
Así que lo buscamos, pinchamos, son tres mujeres. No hay hombres. Llama la atención que en este vídeo no se ejerce violencia. Al contrario, mientras practican sexo, se besan, se miran con complicidad, se acarician y al acabar, complacidas se dan las gracias con más besos.
En estas conocidas plataformas también existe la posibilidad de acceder a cámaras en vivo de pago, una especie de Onlyfans. Ahí, más de 300 mujeres muy jóvenes, muchas parecen menores, están frente a la cámara esperando a que un usuario abone cierta cantidad y ellas obedezcan sus deseos. Impresiona. Una puerta a la prostitución.
También hay vídeos de mujeres, con aspecto de menores con su vestimenta y formas adolescentes. Libros de la escuela en las manos, uniforme de colegio y mirada inocente. La inteligencia artificial también tiene su hueco en estas plataformas. Alguien ha imaginado un personaje, una niña, con cuerpo y voz de niña a excepción de unos pechos muy exagerados e irreales que realiza tímida distintos actos. No se esmeraron en idear al hombre, tan solo se ven sus piernas y genitales.
Al acabar este viaje por las fantasías sexuales más comunes da la sensación de que hemos visitado el lado más oscuro de la mente masculina. Porque todo está pensado para ellos aquí. Y asusta. Sin pretender hacer un juicio de valor sobre las preferencias individuales, el mensaje que reciben las niñas y niños que investiguen por estos lares, y lo harán, es la normalización de la violencia en forma de humillación, dolor y sufrimiento. Ellos aprenden que el rol que deben ejercer es el de poder y dominación sin límites y ellas el de sumisión. ¿Llevarán estas ideaciones a la práctica?
Los expertos señalan que tras un visionado continuado de estos vídeos los jóvenes y los adultos desarrollan una falta de empatía hacia las mujeres, fomenta su cosificación y tienden banalizar la violencia contra ellas. Ningún menor de edad tiene herramientas para digerir y contextualizar estos vídeos, pero tampoco parece tarea fácil que lo haga un adulto. La idea de que la mitad de la población obtenga placer del sufrimiento de la otra mitad es desoladora. De eso va la mayor parte de la pornografía.