La violencia contra las mujeres es una lacra, que por desgracia, tiene lugar en todas las partes del mundo. Pero el silencio continúa siendo mayor en las víctimas que residen en los municipios más pequeños.
Mujeres que sufren violencia en un entorno donde todo el mundo se conoce, donde importa mucho el qué dirán y donde los recursos y servicios de atención y ayuda para salir del círculo de violencia en el que se encuentran están mucho más alejados.
En AFAMMER llevamos 42 años denunciando que las víctimas que sufren violencia de género en entornos rurales, son especialmente vulnerables y la realidad de los datos nos indica que aún nos queda mucho por hacer.
Es cierto, que hemos conseguido sacar la violencia del ámbito privado y que la sociedad repruebe la violencia contra las mujeres que antes veía como algo normal que ocurría dentro del matrimonio.
Sin embargo, el número de mujeres que verbalizan el maltrato que reciben por parte de sus parejas o exparejas disminuye en función del tamaño del municipio en el que viven. El porcentaje de denuncias por violencia de género es de un 83,3% en las mujeres que viven en municipios de menos de 100.000 habitantes; de un 78,5% en los municipios de entre 10.000 y 2.001 habitantes, mientras que en los municipios de menos de 2.000 solo han denunciado el 66,9% de las víctimas.
Las cifras son alarmantes, pues en lo que llevamos de 2024 han sido asesinadas 10 mujeres a consecuencia de la violencia machista, de las cuales 7 residían en municipios rurales y 7 menores han sido asesinados a consecuencia de esta lacra.
El año pasado hubo 58 feminicidios, seis víctimas más que en 2022. Diecisiete de estos asesinatos tuvieron lugar en entornos de menos de 20.000 habitantes.
Tenemos que seguir alzando la voz para alertar que el 35% de los hogares en pueblos de menos de 10.000 habitantes solo tiene acceso a un servicio público. Es decir, muchos municipios pequeños no cuentan con Juzgado, con puesto de la Guardia Civil, centros de salud, o centros específicos de atención a la mujer.
Y la brecha en el acceso a la atención sanitaria entre las zonas rurales y urbanas en España se encuentra entre las más elevadas dentro de la Unión Europea.
Para que se hagan una idea, en total, 32 municipios de localidades rurales de las provincias de Cáceres, Guadalajara, Huesca, Salamanca o Palencia, se encuentran a más de 100 kilómetros de distancia del centro sanitario más próximo, esto supone que los habitantes de las zonas rurales tiene que recorrer 22 kilómetros de media para ir a un centro de salud y 17 km para llegar a una estación de tren.
Me gustaría finalizar añadiendo que aunque las mujeres rurales son más vulnerables a la violencia de género, estamos ante un problema estructural que es la mayor lacra de la sociedad del siglo XXI.
Todavía hay quienes niegan la violencia de género, pero es especialmente preocupante que cada vez más jóvenes normalicen y acepten la violencia de género como parte de la dinámica de una relación. Así lo indican diferentes estudios recientes, como el del Centro Reina Sofía, que afirma que casi un 20% de los varones de entre 15 y 29 años secundan la violencia de género.
Ante esta situación debemos preguntarnos: ¿En qué nos hemos equivocado como sociedad para que la violencia de género siga aumentando?
Tenemos que acabar con esta situación, fruto de las corrientes extremistas como el negacionismo y los postulados del feminismo radical, que flaco favor han hecho al avance de la igualdad.
Tenemos que educar a nuestros jóvenes en el feminismo de la igualdad y la cooperación. En el que hombres y mujeres caminan juntos, conscientes de que la igualdad real de oportunidades es algo que nos beneficia a todos como sociedad.
Una educación en igualdad que esté acompañada de acciones concretas. Necesitamos más programas de asistencia específica que garanticen el desarrollo personal de las mujeres del medio rural; un modelo educativo que visibilice a las mujeres en todos los ámbitos para romper con la fuerte masculinización de la sociedad rural y que así se comprenda mejor a las víctimas; y prestar atención especial a las víctimas de violencia de más edad que residen en los municipios más pequeños y a aquellas que sufren discapacidad, pues son aún más vulnerables.
Circunstancias y realidades que lamentablemente no pude exponer “por falta de tiempo”, durante mi asistencia en el Pleno del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, presidido por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez el pasado 16 de abril. Por ello, agradezco a Artículo 14 que me dé la oportunidad de realizar esta contribución que persigue romper el silencio, pues una vida de maltrato, es una vida perdida.