LA EXPERTA

“Las víctimas muchas veces no son conscientes de que están siendo agredidas”

La experta en trauma, Noemí Álvarez Boyero, explica las consecuencias psicológicas que sufren las mujeres tras exponerse a prácticas que las incomodan y las denigran

Los relatos que describen las víctimas de Íñigo Errejón son bastante comunes en las consultas de atención a víctimas de violencia sexual. Unas situaciones confusas donde las mujeres pueden llegar a dudar de lo que está ocurriendo, se quedan paralizadas y puede que no sean conscientes, en un primer momento, de que están siendo agredidas. Los daños emocionales no entienden de leyes ni de tipificaciones del Código Penal. La línea que separa el delito de agresión sexual es, a veces, difusa a los ojos de la Justicia y de las propias víctimas. Bien lo sabe Noemí Álvarez Boyero, psicóloga con un máster en Sexología y experta en trauma. Explica que es frecuente dudar de si hemos sufrido una agresión sexual, las razones por las que esto ocurre son variadas, pero la principal es que muchas de ellas suceden dentro de la intimidad de la pareja o empiezan siendo una relación consentida y luego pueden desembocar en un ataque.

Ahora se habla de delitos contra la libertad sexual ¿por qué? Porque al final hay unas leyes que nos protegen, protegen nuestra sexualidad, la capacidad que tenemos las personas mayores de edad, que tenemos plenitud de nuestras facultades físicas y psíquicas de decidir si queremos realizar o no determinadas prácticas y de poder revocar ese consentimiento en cualquier momento. Por eso es tan importante entender que la sexualidad solo puede entenderse desde nuestra libertad de elección para que no haya más víctimas de estos delitos, sobre todo cuando ocurren en situaciones que generan sensación de ambigüedad”, apunta. 

Una cosa es manifestar el consentimiento con palabras y otra el consentimiento manifiesto

Álvarez Boyero recuerda que “la mayoría de las agresiones sexuales siguen ocurriendo dentro del ámbito cotidiano, entre parejas conformadas o en situaciones esporádicas, de acercamiento sexual que, en un principio, son consentidas. Hay situaciones en las que la víctima desea ese acercamiento o una determinada práctica, pero no consiente otras o incluso cambia de opinión. De hecho, no debería de ser necesario que la víctima tuviese que manifestar de una forma directa un “no”. Una cosa es manifestar el consentimiento con palabras y otra el consentimiento manifiesto. Esto es algo importante. Tú tienes que ver manifestaciones de que la persona consiente. Entender lo que imaginamos como una relación sexual en libertad, que la otra persona participa, disfruta, interactúa contigo. Si percibes que la persona con la que mantienes un encuentro sexual está tensa, está mirando para otro sitio, está respirando de una forma confusa, se muestra distante, lo normal es que dentro de la libertad, te pares y te extrañes”.

La psicóloga y experta en trauma, Noemí Álvarez Boyero

La experta en trauma aclara que “muchas veces manifestar el “no” viene condicionado por la sensación de libertad que sintamos para poder manifestarlo. Y eso no ocurre, si nos sentimos coaccionadas de alguna manera, no solo porque la situación se acompañe de violencia física, a veces si el agresor es una persona de relevancia a nivel político, social o  jerárquico, o es una pareja con más poder en la relación también ocurre. En determinadas circunstancias una chica consiente tener una interacción con una pareja y en un momento dado decide o percibe que aquello no está yendo bien, o que ya no le apetece, si cuando lo intenta comunicar de alguna forma, siente una explosión agresiva o violenta puede entrar en una situación de parálisis por miedo, desde la que es difícil tomar decisiones. Se bloquea porque su cabeza empieza a plantearse hasta qué punto puede decir “no” sin que le pueda perjudicar. Cuando algo es peligroso el organismo tienen la tendencia de huir de esa situación, pero si evalúa que no tiene escapatoria, lo que hace es paralizarse”, señala.

Las víctimas no son conscientes de la agresión hasta que pasan por muchas situaciones incómodas 

Para Álvarez Boyero y a pesar de lo que pueda parecer, “de lo más difícil de trabajar en terapia son las consecuencias de estas situaciones ambiguas porque la víctima de alguna forma está confusa. Es más difícil para la cabeza asumir que has podido dar pie, por subirte en un coche, ir a una casa, entrar en una habitación o incluso porque empiezas a tener algún tipo de interacción sexual. De alguna forma, como víctima, sientes que has consentido un poquito o que has podido dar pie de alguna forma a esa agresión, se hace mucho más duro para el cerebro recuperarse y aparece la culpa. En muchísimos casos las víctimas no son conscientes hasta que pasan por muchas situaciones incómodas de que están siendo agredidas o son víctimas de situaciones que son delictivas”.

Somos capaces de pintar de colores situaciones que son muy incómodas o que son delictivas

La psicóloga pone un ejemplo: “Puedes sentir algún tipo de interés sexual o romántico hacia alguien que haga que tú quieras quedar con esa persona, pero eso no es un cheque en blanco para tener cualquier tipo de comportamiento sexual contigo. Además, las propias creencias personales hacen que no se actúe desde la propia libertad personal, sino también desde lo que se espera de nosotras. Sentir un cierto compromiso, no saber cómo decir que no, satisfacer a esa persona por encima de nuestros deseos, sentirse en la obligación de agradar. Ocurre que una persona me puede estar proponiendo una práctica que a mí no me gusta, pero al no entender muy bien en qué consiste la libertad sexual, pues cedo. Existe un déficit de comprensión de las relaciones sexuales en libertad, sobre qué es la sexualidad y cómo deberían ser las relaciones. Creo que sobreestimamos esa necesidad que tenemos de vínculo romántico y afectivo y somos capaces de pintar de colores situaciones que son muy incómodas o que son delictivas, incluso, con la excusa de sentirnos muy enamoradas”.

Se puede plantear en una relación sexual una práctica que me resulte humillante o simplemente no me apetezca en ese momento y  ahí lo bonito, lo romántico es que pudiéramos disfrutar de la libertad de poder decir “no”. No porque sea una mala práctica o delictiva, sino simplemente porque a mí no me apetece o no me hace sentir bien. Yo estoy en mi derecho de poder poner mis límites dentro de la relación sobre qué practicas me gustan y que practican no me gustan y en qué momento”.