Era una tranquila mañana de verano cuando la calma de un vecindario en Colorado fue interrumpida por una alarma. Shannan Watts de 34 años y embarazada de su tercer hijo, desapareció con sus dos hijas pequeñas, Bella y Celeste. Tenían tan solo 3 y 5 años.
Shannan era una mujer alegre y cariñosa que triunfaba con la venta de productos de nutrición. Sus redes sociales mostraban infinidad de momentos felices con su marido, Chris, y las niñas. “¡Te quiero! Eres el mejor padre que las niñas podrían tener”. “¡Él es lo más, no puedo imaginar la vida sin él!”
El 13 de agosto de 2018 una amiga de Shannan avisó de su desaparición. Estaba embarazada de casi 5 meses y no acudió a la cita médica. No había forma de contactar con ella. La policía llegó al domicilio y las primeras investigaciones sacaron a la luz detalles inquietantes. Pertenencias de Shannan como su medicación, teléfono y coche, seguían en casa. Pero no había rastro de ella ni de las niñas. Su marido Chris apareció en numerosos programas de televisión pidiendo ayuda para encontrar a su familia. “Si alguien las tienen por favor tráigamelas a casa. ¡Las necesito!”
La desaparición de las tres chicas tuvo en vilo al país. Durante cuatro días las fuerzas del orden y voluntarios buscaron a Shannan y las pequeñas sin descanso. Hasta que el comportamiento frío y distante de Chris comenzó a levantar sospechas entre los investigadores y los vecinos. Fue llevado a comisaría e interrogado durante horas. Negaba tener algo que ver con la desaparición y sólo pedía que las encontraran con vida. Pero una prueba de polígrafo y dos hábiles policías lograron que Chris finalmente confesara. Incluso entonces intentó manipular la narrativa, alegando que mató a Shannan en un arrebato tras ver cómo atacaba violentamente a sus hijas. Una mentira que las evidencias desmintieron pronto. La realidad es que cometió un acto de brutalidad inimaginable, estrangulando a Shannan tras una discusión. Las pequeñas, al ver a su madre en el suelo preguntaban con inocencia: “¿qué le pasa a mamá?”. Finalmente, estranguló también a sus hijas.
El documental de Netflix, El caso Watts: el padre homicida, revela el auge y caída de este padre de familia. ¿Cómo alguien aparentemente normal puede cometer este crimen? El motivo resultó ser tan banal como perturbador. Chris mantenía una relación extramarital y quería comenzar una nueva vida sin la “carga” de su familia. Había conocido a una mujer que “me robó el corazón” y a la que había dicho que estaba en proceso de divorcio. Quería hacer una vida con ella pero su esposa e hijas estaban “por medio”. Su frialdad y capacidad para mentir a todos, incluidos los amigos y familia, mostraron su nivel de deshumanización. “Nunca hubiéramos imaginado que Chris tuviera algo que ver en la desaparición”. Eligió el camino más oscuro: eliminar las vidas que él mismo construyó.
El asesino llevó a la policía al lugar donde depositó los cuerpos: la empresa petrolera donde trabajaba. La forma en la que se deshizo de su familia fue macabra. Shannan fue enterrada en una tumba que él mismo cavó. Las pequeñas fueron arrojadas, todavía con vida, a tanques de petróleo.
Chris Watts fue condenado a cadena perpetua y nunca podrá salir de prisión. “Ahora tendría una niña de 5 años, otra de 3, un hijo de un mes y una bella mujer. Ahora soy solo yo”, lamentó en el juicio. Sus suegros le perdonaron la vida literalmente, pidiendo que no se le aplicara la pena de muerte: “ya ha habido suficientes muertes”.
Desde prisión recibe cientos de cartas de mujeres que le confiesan su amor y admiración. Envían perlas como “pienso mucho en ti” o “en el fondo sé que eres un buen hombre” acompañadas por fotos de las remitentes. No era un buen hombre. Pero Shannan no lo pudo ver a tiempo.