Este miércoles se cumplirá un mes desde que dio inicio el llamado “caso Mazan” en Francia, un proceso histórico puesto que es más que probable que acabe propiciando un cambio de las leyes en el país vecino gracias a la valentía de Gisèle Pelicot, la mujer a quien su siniestro marido Dominique drogó con ansiolíticos durante una década para que tanto él como otros 50 hombres pudieran violarla en su inconsciencia. “Soy un violador, como todos los hombres acusados en esta sala”, fue la estremecedora confesión de Pelicot hace dos semanas en la corte penal de Aviñón.
Gisèle evitó envolver el juicio en la mayor de las discreciones. Quiso lo contrario: un juicio público con su propia presencia a rostro descubierto. Sin identidades protegidas, sin entradas por el garaje de los juzgados. “La vergüenza debe cambiar de bando”, dijo la víctima de todas estas atrocidades, convertida desde el primer día del proceso judicial en emblema de la lucha de las mujeres contra la violencia sexual.
Juicios históricos y la causa de las mujeres
La directora de Le Noveul Observateur, Cécile Prieu, escribía la pasada semana en su editorial: “Al igual que el proceso de Bobigny en 1972, que desembocó en la legalización del aborto, y al igual que el de Aix-en-Provence en 1978, que permitió una redefinición del delito de violación, el de Mazan puede cambiar las líneas en materia de violencia sexual”. Y así parece que será porque así lo ha dado entender recientemente el ministro de Justicia francés, Didier Migaud.
Cuando se le preguntó en France Inter (la radio pública) si estaba a favor —como el presidente Emmanuel Macron— de incluir el consentimiento en la legislación francesa, Migaud respondió: “Sí”. Y de esta manera tomó partido en el debate abierto en Francia, con motivo del juicio por violación de Mazan, sobre la redefinición de la violación en el código penal.
Actualmente, el artículo 222-23 del Código Penal define la violación como “cualquier acto de penetración sexual, de cualquier naturaleza, o cualquier acto bucogenital cometido sobre la persona de otro o sobre la persona del autor mediante violencia, coacción, amenaza o sorpresa”. Pero no hace ninguna mención a la noción de “consentimiento”.
Sin embargo, desde la ratificación por parte de Francia del Convenio de Estambul en 2011, cuyo objetivo es establecer un marco legal integral que proteja a las mujeres contra todas las formas de violencia, París “debe introducir esta noción en el marco de la violación”, dice Lola Schulmann, oficial de defensa de Amnistía Internacional, citada por Libération.
Una definición “retrógada” de violación
Pero a pesar de los años transcurridos, Francia todavía no ha transpuesto esta convención a su Código Penal, a diferencia de la mayoría de los países europeos. La conclusión de Schulmann es vergonzante para el país vecino: “Diecisiete Estados europeos han modificado su Código Penal para introducir la noción de consentimiento. Hay una dinámica real que Francia debe seguir, porque hoy es el país con la definición de violación más retrógrada de Europa“.
A la vista del espacio público que ha ido ganando tanto el caso Mazan como el debate jurídico sobre las inconsistencias del marco jurídico en Francia, es casi seguro que las repercusiones del juicio van a hallar un eco duradero en la sociedad civil y van a obligar al nuevo gobierno y a la Asamblea Nacional a obrar en consecuencia. “El juicio habrá hecho justicia si nos lleva a recalcar, especialmente entre las generaciones más jóvenes, la prohibición de toda violencia sexual, el respeto absoluto de la integridad de cada persona y el imperativo del consentimiento libre e informado”, ha concluido Le Noveul Observateur.