Portos, Bully, Sami, Coque, Lua y Nala son solo algunos de los perros que forman parte de la Fundación Dog Angels. Con ellos, decenas de mujeres víctimas de violencia de género recuperan la seguridad y la tranquilidad que su agresor les arrebató. “Yo estuve un año y medio sin salir de casa. No me atrevía ni si quiera a comprar el pan. Ni con mi familia. Tenía mucho miedo“, explica Lidia, dueña de Bully, que ya lleva cinco años formando parte del proyecto. Este ángel de cuatro patas le ha aportado seguridad y soporte emocional: “Antes venía conmigo a trabajar. Viene a todos los sitios y si él no puede entrar en alguno, yo no entro”.
Para Rebeca (nombre ficticio) y su hija, que llegasen Lua y Nala a su vida marcó un antes y un después. Para ellas, tener estos perros significa “poder caminar sin mirar hacia atrás“. Gracias a ellos, han perdido el miedo que tenían a salir a la calle ya que saben que, si su agresor se intenta acercar a ellas, los perros las protegerán: “Si alguien viene hacia nosotras con un tono amenazante o andando fuerte, los perros reaccionan”. En este caso, madre e hija disponen de dos perros: uno de soporte emocional y otro de protección.
A Ana (nombre ficticio) que llegara Sami a su vida significó paz y descanso. Ella sufría fuertes episodios de depresión e insomnio. Sin embargo, la primera noche que Sami durmió con ella en su casa, esa noche Ana pudo dormir hasta por la mañana: “Yo he vuelto a poder dormir del tirón. Me ayuda a que mi mente esté distraida y me siento muy protegida”. Además, explica que antes no se atrevía a salir a la calle de noche: “Me atemorizaba, pero ahora me siento segura“.
Así es el proceso para entrar en el programa de la Fundación Dog Angels
La Fundación Dog Angels es una fundación sin ánimo de lucro que se forjó en 2020, después de la pandemia. Desde entonces han ayudado a más de 150 víctimas de violencia de género. Aunque tal y como explica su presidente, Carlos González, “podría ser un trabajo diario, pero evidentemente llegamos a donde llegamos”.
Tienen cientos de solicitudes. Sin embargo, al final del proceso solo llegan unas pocas. Desgraciadamente, no pueden ayudar a todas las mujeres que lo desean pero siempre intentan que quien necesite un perro de protección y de soporte emocional, lo tenga. Para las víctimas, esto es completamente gratuito, tanto el perro como el programa formativo que tienen que seguir.
No obstante, antes de llegar a este paso, la mujer que lo desee tendrá que reunirse primero con el jefe de seguridad que estudiará su caso y después con la psicóloga especialista que hará un informe sobre los beneficios que le puede aportar el perro a la mujer. Si ambos emiten un informe favorable, la mujer pasará a formarse como guía canino.
Primeramente, antes de que le den el perro, la mujer deberá realizar un curso de 20 horas sobre seguridad, en el que se les ayuda a relacionarse también con vigilantes y policías, explica Ángel Mariscal, instructor canino de la fundación. Después pasarán a realizar otro curso de 160 horas para hacerse con el título de guía canino. Pero eso no acaba ahí, sino que tendrán que asistir a un tercer curso de violencia de género y perros.
Esto, además de ser una jornada formativa intensiva, ayuda a las víctimas a relacionarse entre ellas y a crear un espacio seguro y una red de amistades. También hay que señalar que el objetivo de esta fundación, además de que el perro les proteja, es darles una salida laboral junto con el perro. Pues después de todos estos cursos, quien lo desee, podrá ejercer como adiestradora, salida que le llamaba la atención a Ana, o como vigilante de seguridad junto con su perro, como le pasaba a Lidia.
Kruz es una de las mujeres que acaban de conocer la Fundación Dog Angels. Solo ha asistido un día a un entrenamiento, pero ya está enamorada del proyecto. Necesita “seguridad” y “compañía”, sentimientos que le aportará el can. Además, también agradece a la fundación la labor que hace de “empoderamiento con las mujeres” dado que cree que es “muy importante para el proceso que estamos sufriendo y llevando a cabo”.
Maneras en las que protegen a las víctimas
Por lo general, estos perros son pastores alemanes de belleza porque son muy sociales a la vez que tienen ese instinto de protección necesario. No obstante, han trabajado con otras razas como pastor belga malinois, rottweiler, schnauzer o pastor holandés.
Estos perros tienen muchas maneras de proteger a sus dueñas. Cuando ya han finalizado el entrenamiento, portan un bozal de impacto con el que disuaden al agresor sin falta ni si quiera de tocarle. Cuando la dueña activa cualquiera de los tres comandos, el perro se pone sobre dos patas y comienza a ladrar. Simplemente con esto, el agresor huye.
Por un lado, la dueña suele tener una palabra de seguridad que puede ser ‘atento’ o ‘estoy insegura’. Si la dueña le dice esto, el perro la proteje. Sin embargo, hay ocasiones en las que la víctima ve a su agresor y se bloquea. Gracias al vínculo formado entre el perro y su dueña, el can tiene la capacidad de detectar este bloqueo y proteger a su ama. El tercer comando que pueden utilizar las víctimas es coger al perro del arnés. Simplemente con este gesto, el can ya no permite que nadie se acerque a ellas.
Petición para que los perros sean considerados ‘perros de terapia’
El obstáculo que estas víctimas siguen teniendo en su día a día es que no se les permite entrar con sus perros a todos los sitios. Por ejemplo, a ciertos restaurantes, supermercados, edificios gubernamentales o hospitales tienen prohibida la entrada. Su presidente, Carlos González, compara estos perros a los de asistencia de los invidentes. Por ello, piden que se cambie la ley para que estas mujeres puedan acudir al médico o a hacer la compra con sus perros. “Son un método de protección y donde entra la víctima, entra el perro“, explica González.