De novio ideal a maltratador por un embarazo: “Me pegaba, me decía que estaba gorda, que le daba asco”

Ana María sufrió violencia de género al quedarse embarazada tras años de una relación de ensueño

Ana María se convirtió en una víctima de violencia cuando se quedó embarazada KiloyCuarto

Ana María (nombre ficticio) conoció a su novio en el colegio, en Perú. Era el tipo ideal, se preocupaba por ella, la mimaba, vivieron una historia de amor de película que continuó cuando ella empezó a estudiar ingeniería informática en la universidad. “Era la persona perfecta, maravillosa. Cualquier le veía y decía, “guau, este chico es muy bueno”. Era su actitud, era muy atento, era una persona que me motivaba a salir adelante, estaba siempre conmigo“, cuenta. Todo iba sobre ruedas hasta que, cuando tenía 20 años, se quedó embarazada. A partir de eso momento, todo cambio. En realidad, no en ese instante, porque él le pidió que abortase, pero cuando ella decidió tener el niño, desobedecer sus deseos y tomó una determinación en libertad, su hasta entonces novio ideal, se transformó en un maltratador.

No fue el único que cambió su actitud. Los propios padres de Ana María no encajaron bien el embarazo y no dudaron en obligarla a hacer una maleta y abandonar la vivienda familiar. Sola, asustada y con un niño creciendo en su interior, esta joven peruana pensó que lo mejor para su futuro era casarse y así lo hizo. Los “te amos” y los “eres mi vida” desaparecieron de la noche a la mañana y ese amor intenso mutó en reproches, insultos y golpes. Ana María estaba perdida, avergonzada y acababa de comenzar, sin ella saberlo, el ciclo de la violencia.

Le escondía la comida

Como en todas las relaciones de maltrato la violencia psicológica apareció casi de inmediato. El cuerpo de Ana María estaba cambiando y su entonces marido utilizó esta baza para dañarla. “Estas gorda, estás horrorosa, me das asco“, le repetía. Más tarde, ya no era el físico la diana de los insultos si no su persona en general. “No vales para nada, no eres nada“, le decía. La atención y los mimos dieron paso a la indiferencia y ella tenía que cargar barreños llenos y pesados y subir cuatro pisos de escaleras para hacer la colada. A él, poco le importaba si ponía en riesgo al bebé que esperaba, a él solo le preocupaba su propio bienestar. Tanto es así que le escondía la comida. Cuando ella volvía de la universidad no tenía nada que echarse a la boca. El proceso de lo que se entiende por la culminación del amor y el compromiso Ana María lo vivió como una pesadilla y su salud mental se resintió. Estaba deprimida, sin ganas, y aún así, decidió que tenía que seguir estudiando para procurarle un porvenir a su hijo.

Un día, estando con su familia política, comenzó a sangrar y pidió ir al médico. Como ellos tampoco querían que Ana María tuviese al bebé, decidieron encerrarla bajo llave en una habitación para ver si la naturaleza hacía su trabajo. Ella, muerta de miedo y en shock llamó a su hermana para contarle lo que estaba sucediendo, vivía lejos, pero avisó a una trabajadora para que se acercase a atenderla. Al llegar preguntó por Ana María, pero la familia le dijo que no estaba, que había salido. Solo sus gritos de auxilio la salvaron. Cuando le permitieron salir se hicieron los sorprendidos y aseguraron que no estaba retenida, que se lo estaba inventando.

Se volvió a quedar embarazada

El bebé nació, a pesar de todo, y Ana María se acostumbró a una vida que nunca soñó y, a pesar de estar tomando anticonceptivos, volvió a quedarse encinta. Esta vez procuró llevarlo en secreto con la ayuda de fajas y ropas anchas. Cuando él se enteró del embarazó volvió a brotar e insistió en deshacerse del bebé. Dormía en otra habitación y jamás le preguntó cómo se encontraba. La depresión de esta ingeniera peruana, porque al final con mucho esfuerzo se licenció, se agravó. Era consciente de lo que pensaba su marido e intuía lo que diría su familia y sus compañeros de clase y amigos. Hasta tal punto sintió presión que ella misma no tenía ganas de tener otro hijo. A los seis meses tuvo un parto prematuro y el pequeño vino con problema. De pronto su salud se convirtió en lo más importante y, a diferencia del primero, este bebé consiguió separarles definitivamente. Él abandono a Ana María y comenzó una nueva relación con otra mujer.

Fue un alivio momentáneo porque, como suele ser habitual en las relaciones de violencia, cuando esta joven peruana encontró una nueva pareja él también era un maltratador.  Sin embargo, ya todo eso es historia porque Ana María ha conseguido romper el ciclo de violencia. La ayuda de las asociaciones de víctimas, de psicólogos y su propio esfuerzo han conseguido sanarla. Hoy vive feliz en España con sus dos hijos y ofrece su ayuda a otras víctimas porque ella bien sabe lo difícil y duro que es volver a ser una misma y dejar atrás el infierno.

TAGS DE ESTA NOTICIA