Cuando las desaparecidas son víctimas de un crimen machista

El caso de Noemí Villar, cuya pareja está en prisión acusado de su desaparición reabre un fenómeno del que apenas se habla, el de las mujeres desaparecidas sin causa aparente tras las que asoma la mano asesina de su pareja o expareja

Cuando las desaparecidas son víctimas de un crimen machista KiloyCuarto

El caso de Noemí Villar reabre una estadística pendiente, la de las mujeres desaparecidas sin causa aparente tras las que asoma la mano asesina de su pareja o expareja. Víctimas de la violencia machista para las que la ausencia de un cuerpo complica la condena. La suya ha sido una búsqueda silenciosa. A finales de junio, la hermana de Noemí Villar Jiménez denunció su desaparición: 48 años, recién divorciada, sin hijos. No había manera de saber de ella desde un viaje que había hecho con amigos a Huelva. Su rastro se perdía en Santa Olalla del Cala, donde había conocido por redes sociales a un hombre casi veinte años más joven que ella con el que habría iniciado una relación.

Antonio ‘El Morenito’, en prisión

Lo conocen como Antonio ‘El Morenito’ y entró en escena hace una semana cuando un gran dispositivo policial dirigió todos los focos hacia su casa familiar. De ese registro los agentes salieron acompañados por la hermana, la tía y el padre, que finalmente fue para prisión. Al ‘Morenito’ lo detuvieron 24 horas después en Madrid y también espera entre rejas los avances de una investigación marcada ahora por los tiempos del laboratorio: hay ropa y restos biológicos que podrían pertenecer a Noemí.

María José, Maricielo, Sonia o Ángeles

Como no hay cuerpo del delito no hay condena. Como no hay cadáver queda en libertad”, es la dolorosa conclusión a la que ha llegado Rosa Arcos después de tres décadas intentando demostrar que su hermana María José no desapareció sin más, sino que la asesinó su pareja: “Y no la hemos podido recuperar porque no sabemos dónde la ha escondido. Las desapariciones como la de mi hermana María José son crímenes de violencia machista, perversamente agravados con la desaparición y ocultación del cuerpo”.

Su lucha por este reconocimiento es la de muchas otras familias, como la de Maricielo Cañavate, Sonia Iglesias o Ángeles Zurera. Antonio, su hermano, reconoce con la voz entrecortada que “en realidad no sé si mi hermana desapareció siendo víctima de violencia de género. Lo que sí sabemos es que la maltrató y que hay una sentencia que se hizo firme durante su desaparición en 2008, sin que ella pudiera declarar que donde él hablaba de guantada hubo un puñetazo que le produjo un derrame en el ojo, le ladeó la nariz y la estampó contra un mueble. Porque era suya y de nadie más. Y él no quería seguir adelante con el divorcio”. Pero casi veinte años después, tampoco tienen un cuerpo del delito.

Víctimas invisibles de la violencia machista

La última búsqueda infructuosa fue a finales de agosto. La propia familia tuvo que aportar maquinaria pesada para que el georradar peinase la zona. “Si lo piensas fríamente, es otro lugar en el que ahora sabemos que Angelines tampoco está”, confesaba Antonio a este periódico, sin ocultar la amargura. Son víctimas invisibles de la violencia machista. En su caso, al contrario de cómo ha avanzado en apenas siete meses la investigación de Noemí Villar, las pistas se atascaron hace años.

Son desaparecidas de larga duración. Para desconsuelo de sus seres queridos, incluso cuando ha habido un sospechoso evidente la justicia no ha seguido adelante. La falta de un cuerpo o algún resto biológico, como analizan ahora en el caso de Noemí, complicaron cualquier acusación en firme. El problema es que sin cuerpo y sin condena, para sus familias solo queda un gran vacío, una herida abierta, un duelo sin cerrar.