Cuando Jenni Hermoso consiguió explicar el consentimiento sexual

Tras casi un año de agrio debate sobre la Ley del solo sí es sí la agresión a la futbolista en el verano de 2023 ilustró la clave del cambio de paradigma de la norma en un solo gesto retransmitido en tiempo real

Con la agresión a Jenni Hermoso se entendió en un solo gesto qué es el consentimiento sexual KiloyCuarto

La reacción al cambio de paradigma que supuso la Ley del solo sí es sí donde se ponía en el centro el consentimiento, donde se establecía que no era necesaria violencia o intimidación para que un ataque se considerase agresión sexual causó un revuelo social y una respuesta mediática brutal. Durante meses se debatió sobre los pormenores de la norma, se escucharon voces que alertaban de que si era necesario un consentimiento se estaba obligando a firmar un contrato previo, se hablaba de una falta de espontaneidad en los espacios íntimos, de que era imposible legislar un sí.

Unas teorías que desaparecieron de un plumazo en apenas unos segundos cuando todos pudimos ver la agresión que la flamante campeona del mundo, la futbolista Jennifer Hermoso, sufrió por parte, ni más ni menos, que del presidente de la Federación de Fútbol, Luis Rubiales. Un ejemplo práctico y sencillo que ilustró de qué hablaba la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual. Analizamos con las expertas Ana Bernal-Triviño, María Naredo y Cristina Fallarás qué supuso lo ocurrido en agosto de 2023 y cómo cambió para siempre en el imaginario colectivo el concepto de consentimiento sexual.

Ana Bernal Triviño, periodista, escritora y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya

“Nos permitió a todas dejar de normalizar cuestiones que sí que son violencia, que van en contra de nuestro consentimiento”

Creo que supuso un antes y un después en una violencia que tenemos muy normalizada, que no tiene que ver con una agresión sexual con penetración, con una violencia física, en el sentido de que te dejen una señal, un moratón; sino que mostraba esas violencias cotidianas, ese invadir el espacio personal. Pensemos de nuevo, esto lo vimos millones de personas, todas las mujeres nos reconocemos en esta actitud, cuando te invaden el espacio, cuando un hombre te planta un beso sin que haya habido alguna circunstancia previa que le haga sentir a esa persona que lo estabas demandando.

Ha servido para que todas tomemos conciencia en no normalizar situaciones a las que toda la vida se les ha intentado quitar hierro. Hasta el punto que el propio Rubiales decía que había sido “un piquito”, y esa será su defensa. Estos días, por ejemplo, con el tema de la Supercopa la Federación ha vuelto a decir que lo que les ocurrió a Cristina Palavra y Natália Kalužová, las esposas de los futbolistas del Mallorca,  no era acoso sino agobio. Continuamente se nos está haciendo una luz de gas para reinterpretar nuestras violencias en vez de dejar que nosotras narremos, que expliquemos cuando nos sentimos invadidas y violentadas

Por eso insisto, supone un antes y un después en el hecho de que nos ha permitido a todas dejar de normalizar cuestiones que sí que son violencia, que van en contra de nuestro consentimiento y situaciones que no están pactadas y no están consensuadas. En el caso de Jennifer sobre todo hay que poner en mayúsculas y negrita que estás hablando de una situación de poder, de un superior que considera que esas a las que llamaban “las niñas”, “la chicas” son suyas y que puede hacer lo que quiera con ellas. Todos lo vimos con nuestros propios ojos, él en ningún momento le ha planteado un beso en la boca a ninguno de sus jugadores y, sin embargo, sí que lo hizo con ella, esa es la diferencia de trato que sigue existiendo a día de hoy y a lo que todas estamos expuestas especialmente en situaciones de poder.

María Naredo, jurista, investigadora y experta en violencias machistas

“Ilustró que la violencia sexual no opera solo en las llamadas agresiones auténticas o de violencia extrema”

Fue una lección táctica del paradigma del consentimiento, de la teoría del consentimiento. Fue muy interesante porque ilustró que la violencia sexual no opera solo en las llamadas agresiones auténticas o de violencia extrema. Cualquier contacto con nuestros cuerpos tiene que ser consentido.  De piquito nada, fue un beso sin consentimiento. Transmitió la idea de que los hombres se tienen que cerciorar de ese consentimiento, que una falta de no no es un sí y se puede dar de muchas maneras: un sí verbal, corporal, con todo tipo de lenguajes, pero, evidentemente, tiene que haber un consentimiento expreso.

También fue muy interesante que no se quedase solo en ese abuso de poder. Es decir, el abuso de poder es el sustrato, es la base, es el contexto, es el cómo se produce el acto y el por qué, pero lo que pasó fue violencia sexual. Por ello marcó un antes y un después en las conversaciones y en cómo reaccionó la sociedad de la misma manera a cómo ha reaccionado con el interrogatorio del juez Carretero a Elisa Mouliaá porque ha puesto sobre la mesa esa violencia institucional que ha colapsado el sistema de quejas  ciudadanas del Consejo General del Poder Judicial, también en ese caso se ha ilustrado claramente ese tipo de violencia.

Cristina Fallarás, comunicadora y escritora

“Quedó patente a qué estábamos llamando consentimiento. Lo sacó de la teoría y lo llevó a la práctica”

La agresión de Rubiales a Jenni Hermoso difundida universalmente en tiempo real fue tremenda, puso de manifiesto de qué hablábamos cuando hablábamos de consentimiento de una manera palmaria y no precisamente en una ámbito de feminismo, ni de políticas de izquierdas, sino en un campo de fútbol. Es decir, de repente esa mujer dijo “yo no he consentido” esa agresión, (que él llama piquito o beso, yo lo llamo agresión) y ahí quedo patente a qué estábamos llamando consentimiento. Lo sacó de la teoría y lo llevó a la práctica y no en un caso de violación con sumisión química, sino con un simple gesto retransmitido internacionalmente.

Además, fue inmediatamente comprendido en varios campos de fútbol, en varios países del mundo se apoyó a Jenni Hermoso porque se comprendió perfectamente que ahí no había habido consentimiento y de repente fue como descender a lo más nimio a lo más básico. Hasta tal punto que una mujer me escribió un mensaje donde me decía “si lo de Jenni Hermoso es una agresión, ¿a lo de mi marido cómo lo llamamos?“. Y ahí entendí que se había dado un paso en la popularización de lo que llamamos consentimiento y que lo habíamos sacado de las instituciones y del ámbito teórico.