La violencia de género no descansa ni en mitad de la tragedia. Las mujeres que sufren maltrato se enfrentan a las consecuencias y la incertidumbre de la DANA sin poder separarse de sus agresores. Con las calles inundadas, los servicios de emergencia desbordados y la recomendación de no moverse, no les queda más remedio que permanecer encerradas con ellos. Se trata de una situación parecida a la vivida en pandemia cuando descendieron tanto las denuncias como los asesinatos. En estas circunstancias se potencia los factores que utilizan los agresores habitualmente para ejercer la violencia
el aislamiento, la justificación y el control y todo ello en una situación que dificulta su identificación y además el acceso a los recursos asistenciales está limitado.
Ana Bella, de la fundación que lleva su nombre explica que “cuando una mujer está expuesta a una relación de violencia de género vive confinada con el maltratador porque nuestra cárcel no siempre es física, es fundamentalmente mental. Nosotras podemos salir de casa y denunciar cuando se va a trabajar, no lo hacemos por el miedo que tenemos, por la dependencia emocional, la indefensión aprendida, entre otros factores”. ¿Qué ocurre cuando estamos encerradas con el maltratador? Bella cree que las mujeres maltratadas “tenemos una gran capacidad de supervivencia y sabemos cómo actuar, nos volvemos más sumisas porque sabemos que si le llevamos la contraria se va a enfadar, entendemos y conocemos su lenguaje corporal, sabemos que si nos negamos a mantener relaciones va a haber pelea, que si los niños le molestan va a haber pelea, actuamos para evitar enfrentamientos. Por eso siempre recomendamos a las mujeres que no corten la relación o les digan que se quieren separar cuando estén solas con ellos en casa, es el momento de más riesgo y hay que evitarlo”, apunta.
Huir del conflicto, llevar el teléfono encima y evitar la ruptura
Uno de los problemas de este aislamiento es que el entorno tiene menos acceso a estas mujeres y es más difícil detectar el maltrato o si escala. Bella describe como las víctimas van a vivir más intranquilas, van a vivir un estrés continuo, en tensión. “Cuando el maltratador sale por la puerta te relajas y cuando oyes la llave porque vuelve a casa empiezan de nuevo los nervios. Cuando están encerrada con el maltratador, por ejemplo como ocurrió en la pandemia, bajaron en gran medida las denuncias por violencia de género y descendieron los asesinatos, ¿por qué? Porque los maltratadores las tenían totalmente controladas y sin poder moverse de su lado, entonces no las van a asesinar. Casi todos los crímenes ocurren cuando el maltratador escucha que su pareja le va a dejar, no puede soportar no dominar esa situación o cuando se da cuenta de que ya la ha perdido porque tiene una nueva relación o ha conseguido la custodia de los hijos”, señala.
La presidenta de la fundación Ana Bella aconseja a estas mujeres que lleven siempre el teléfono encima, que no discutan en la cocina porque es un lugar donde es fácil acceder a cuchillos, que escondan las armas, que intenten no llevarles la contraria y ser más sumisas.
Si aumenta el control, las agresiones son menos graves
El Ministerio de Igualdad realizó un estudio tras la pandemia para analizar el impacto del encierro en las víctimas de violencia donde aseguraba que “cuando aumenta el control sobre las mujeres las agresiones son menos graves, pero cuando disminuye la intensidad aumenta en relación con el tiempo que ha permanecido controlada. La violencia continuada genera un aumento del riesgo de letalidad que aumenta la probabilidad de que se produzcan homicidios cuando el agresor percibe que pierde el control sobre la mujer”. Es decir, que una vez que finalice este encierro forzado podrían aumentar las agresiones, una vez que las víctimas recuperen su vida.
Bella recuerda que “hay que romper ese aislamiento y que la gente del alrededor saque a las mujeres de esa relación porque muchas veces ellas mismas no son ni conscientes. El 40 por ciento no nos damos cuenta que estamos en una relación de abuso. Hay tres motivos, en general, por los que las mujeres cortamos con el maltratador: porque es una cuestión de vida o muerte, que empiece a pegarle a tus hijos y que alguien te saque de esa relación. Solas muchas no pueden salir porque te roban los instintos, tienes miedo extremo, estás bloqueada, si no lo has vivido es muy difícil entenderlo”, asegura.