Violencia sexual

“¿Cómo vamos a denunciar una agresión sexual si nos van a juzgar a nosotras?”

Tres mujeres jóvenes charlan sobre pornografía, machismo, el miedo que sienten en determinados espacios públicos, la sentencia de Alves y cómo las violencias machistas atraviesan sus vidas

A Amanda (21 años), el sábado pasado, un chico con el que charlaba tranquilamente en un bar, de pronto, le tocó el culo. A Candela (22) un profesor de su universidad le hizo sentir muy incómoda con sus continuos piropos y comentarios acerca de sus “ojazos”, tanto en clase como en la revisión de un examen. Lucía (21) vivió una situación desagradable con un hombre que la miraba fijamente y que se sentó a su lado en un autobús vacío, la misma mañana de la entrevista. Mientras la manosfera y la ultraderecha se afanan en negar la violencia machista estas tres amigas malagueñas son la prueba del algodón de los bulos e ideas estereotipadas. No es que hayan sufrido un episodio aislado de acoso u agresión sexual es que ni siquiera recuerdan todos.

Amanda, Candela y Lucía creen a ciegas en la versión de la víctima de Dani Alves
Jorge Parejo

Sus amigos son machistas “por ir a la contra”

Lucía y Amanda ubican el inicio de sus problemas de acoso a los 13 años, cuando todavía eran unas niñas. Hombres que les muestran o se tocan el pene a su lado y desconocidos o conocidos que les enviaban fotos sexuales con asiduidad. Uno incluso, agarró a Amanda de la vulva mientras caminaba con su padre camino a un concierto en Madrid, recién estrenada la adolescencia.

Las tres pertenecen a la generación de la que todo el mundo habla, esa donde los hombres, de entre 16 y 24 años, según diversos estudios y encuestas, son los más machistas de la sociedad. Están de acuerdo, pero puntualizan: “Lo hacen por ir a la contra”. Les preocupa que se ofendan cuando se menta la palabra feminismo en lugar de sentirse interpelados y coinciden en que el “pacto de caballeros” opera de tal manera que sus amigos son incapaces de señalar comportamientos o actitudes machistas de otros compañeros.

Lucía se pregunta cómo van a denunciar violencia sexual las mujeres si se juzga a las víctimas
Jorge Parejo

“El porno es violación tras violación”

Se acercaron a la sexualidad, como es habitual, a través de la pornografía y confiesan que al echar la vista atrás, se dan cuenta de que accedieron a determinadas prácticas por presión social e ignorancia. Se ríen cuando se les pregunta si el porno se interesa por el deseo y disfrute femenino. “Denigra a la mujer, incita a la violación. Es que si te metes a verlo es violación tras violación. Las mujeres con cara de angustia, pasándolo mal. Yo no disfruté hasta años después -de comenzar a mantener relaciones-, ¿cómo lo logré? Pues buscando referentes, si no me pongo a buscar o a informarme nunca hubiese disfrutado de mi sexualidad”, apunta Amanda.

“Los hombres esperan una actitud por mi parte que nunca voy a tener. De sumisión, de que me excite que me ahoguen o el dolor. Es que no, aunque lo he dejado pasar”, apunta Candela. “Retrocedo en el tiempo y me acuerdo de  cosas que hacía cuando era más pequeña y pienso ‘qué asco'”, dice Lucía. “Es que cedemos mucho. Del porno he aprendido, y me arrepiento, en fijarme más en el placer de él que en el mío propio”, insiste Amanda.

A Candela un profesor de su universidad la hizo sentir incómoda con sus piropos
Jorge Parejo

No se sienten libres en los espacios públicos, sobre todo por la noche

Tienen claro que a los chicos de su edad se les nota mucho si están influenciados por la pornografía a la hora de intimar. Son agresivos y violentos. “Es que les excitan las violaciones, es lo que les gusta“, dice Lucía. “Cómo vas a saber que alguien con la que quieres algo te va a tratar con violencia y te va a hacer sentir fatal en el acto sexual, cuando es algo bonito que se supone que tienes que disfrutar y, de repente, te empuja, te empieza a escupir y a tratar mal”, se pregunta Candela.

No sienten que la calle, sobre todo una vez que cae el sol, sea un sitio seguro para ellas. No solo el espacio público. “El otro día cogí un Uber y también pasé miedo. O estamos en la calle por la noche solas y de pronto les digo a mis amigas:  ‘Ahí vienen tres chicos, ¿nos desviamos? ¿Qué hacemos?’ No podemos ir libres y tranquilas sin problema”, insiste Amanda.

Creen a ciegas en el testimonio de la víctima de Dani Alves

“Tranquila, al cien por cien, nunca voy, porque en el autobús siempre hay un tío que me está observando o cómo haga un mínimo contacto visual con un hombre se me queda mirando con cara de baboso. Que son las ocho de la mañana, ¿me puedes dejar que me ponga mis cascos? Es impresionante”, se queja Candela. “Solo siéntate con tus amigas y habla. Verás que no es algo que a ninguna nos sea ajeno”, piensa Amanda.

Amanda cree que solo se duda de la víctima en casos de violencia machista
Jorge Parejo

Quizá por verse obligadas a convivir con la violencia machista estructural no dudan ni un segundo si se les pregunta si creen a la víctima de Dani Alves. “¡Claaaro!”, responden al unísono. “Si es que está más claro”, repite Candela. “Es imposible no creerla, hay que tener dos dedos de frente”, opina Lucía. “Habrá pasado con más chicas. El portero de discoteca, si se pone sincero, te va a decir ‘no, si esto pasa siempre’. Es que me juego un brazo”, cree Candela. “Tienen que salir a la calle por la noche para darse cuenta de lo que hay. No hay un día que haya vuelto a casa y no me haya pasado algo“, confiesa Amanda.

Indignadas con Carretero y la sentencia absolutoria de Alves

Por eso el nombre del juez Carretero cambia la expresión de sus rostros. “¿Cómo puede trabajar en la justicia? ¿Me vas a juzgar a mí? ¿Cómo voy a querer denunciar? Si soy la víctima y me estás juzgando a mí, pero ¡madre mía!”, se indigna Lucía. “Cómo le habla, cómo le trata un profesional“, dice Candela al tiempo que Lucía insiste “qué asco”. “El tono, las preguntas, pero no entiendes que ella está muerta de miedos, de inseguridades, que es algo muy personal. Las preguntas que le hacía, pero bueno”, se enfada Candela. “Y las frases, las palabras ‘las tetas, el culo’. Se nota mucho cuando un juez no está a favor del feminismo. Solo ocurre en este tipo de juicios”, asegura Amanda. “En otros casos no ocurre, es que no he visto que traten así ni a un asesino en serie“, cree Candela.

La absolución de Dani Alves les entristece. “Hay un montón de pruebas y en las agresiones sexuales no suele haber. Él ha cambiado cinco veces de versión, la graban cuando sale llorando, pero como ella dijo que se sentía incómoda al principio, pero creen que no lo estaba. Tú dices que no estaba incómoda, pero ¿quién eres tú para decir que se sentía cómoda?”, pregunta Lucía. “Las dudas solo surgen con las violencias machistas, solo se duda de las víctimas en este tipo de delitos”, señala Candela.

Satisfechas con la Ley del solo sí es sí

“No creo en el sistema, no confío. Creo que denunciaría para que constase la denuncia, aunque saliese absuelto. Si no ha llegado a probarse este caso, entonces ¿cuál? Igual las mujeres a las que les ha pasado lo mismo y ven que a esta chica no le ha servido de nada, dicen ‘¿y para qué lo voy a hacer yo?’. Tírate,  además, años en los tribunales para nada”, opina Lucía. “¿Y si lo que te han hecho no se considera suficiente como para ir a la cárcel y él se entera y hace algo?”, cuestiona Candela. “Te hacen sentir insegura y que dudes de lo que te ha pasado”, dice Amanda.

Amanda, Candela y Lucía
Jorge Parejo

Amanda ve muy importante y celebra la Ley del solo sí es sí. “Yo puedo querer hacer algo y luego no querer hacer otra cosa. Puedo querer, pero no significa que puedas hacer lo que quieras conmigo. Solo si te digo de alguna manera que quiero es sí”, dice Lucía. “Muchas veces tú quieres, en un principio, en un contexto, pero de pronto puede que llegue un momento en el que no quieres seguir y te ves forzada”, apunta Amanda.

“Estás siendo la voz de muchas, te creemos y te apoyamos”

Sus últimas palabras son la para la víctima de Alves. “Le diría que seguro que muchas chicas han pasado por lo mismo, que está siendo la voz de muchas que no han podido denunciar por miedo. Le diría que hay muchas mujeres escuchándola, que la apoyamos”, dice Candela. “Todas las mujeres le creemos”, salta Lucía. “O por lo menos bastantes”, puntualiza Candela. “A todas no ha pasado algo así. A todas“, concluye.