Son sobre todo sus esposas, pero también hijas, madres o hermanas. Acuden casi a diario al tribunal penal de Aviñón para intentar, como testigos, a defender a alguno de los 50 hombres reclutados en internet a lo largo de diez años por Dominique Pelicot para violar su exmujer Gisèle Pelicot, a quien su propio marido sedaba. Ellas perdonan. Se trata, esencialmente, de absolver la “infidelidad”. Al mismo tiempo, ellas se empeñan en probar que eran buenos hombres, incapaces de cometer un delito tan grave sin la manipulación de Dominique de por medio.
“Él no hace ese tipo de cosas”, afirmó categóricamente en el tribunal la exmujer de Cyrille D., un coacusado. Es la frase que más se escucha entre esas mujeres. Lacónicas o locuaces, ellas se aferran a la imagen del buen esposo, padre o hijo. Que se hayan divorciado no disminuye el respaldo sin límites que ofrecen a sus excompañeros. Que haya vídeos probando sus actos tampoco cambia mucho. Para ellas, sus hombres tuvieron la infelicidad de caer en la trampa de Dominique.
Además de una estrategia explorada por la defensa, el apoyo firme de las mujeres en torno a los coacusados revela un mecanismo y una consecuencia del patriarcado, que echa raíces desde las prácticas sociales hasta la psicología más íntima. Esta es la opinión de la especialista Corinne Fortier, directora de investigación en el reconocido CNRS de París y miembro del Laboratorio de Antropología Social del Collège de France.
“Es un clásico”, afirma sobre el respaldo que muchas mujeres brindan a hombres que cometen violencia contra otras mujeres. Para esta psicóloga y antropóloga, el patriarcado, “un sistema y una ideología del que también las mujeres forman parte”, se basa en múltiples formas de dependencia, como la económica y la emocional. Que muchas de las mujeres hayan juzgado los delitos de los coacusados como “infidelidad”, es decir, como una traición conyugal, y no una violación, es muestra de la profunda dependencia en relación con el hombre y la falta de solidaridad con la víctima, una mujer.
El pilar de la casa (y de nuestra propia imagen)
Es muy duro confrontarse con la incómoda verdad escondida a respecto de alguien con quien estamos emocionalmente conectados. El príncipe Hamlet tarda en asimilar que ha sido su tío Claudio el asesino de su padre. Pero cuando una mujer es la que se entera del lado monstruoso de una figura masculina importante, la dificultad en lidiar con esta nueva información es aún más grande.
La ruptura no es solo con la imagen ideal que se hacían de sus padres, hijos o esposos, sino también en relación con la imagen con la que esas mujeres se han construido como individuos. Ya que, según Fortier, el patriarcado también se arraiga en la psicología más íntima, haciendo con que “las mujeres solo puedan existir a través de los ojos de los hombres”. Si se descubre que el hombre, visto como pilar de la familia, es un violador, “todo se derrumba”.
Incluso cuando ya no comparten techo resulta difícil para una mujer reconocer que su excompañero cometió una violencia sexual. La exnovia de Joann K., con quien tuvo una hija, declaró en el juicio que él “no es ese tipo de persona”. Sobre sus hombros pesan acusaciones de dos violaciones a Gisèle Pelicot. Uno de esos delitos habría ocurrido en el mismo momento del parto de su hija, cuando la pareja ya se había separado.
El amor ciega, pero sobre todo a las mujeres
‘El amor es ciego’, dice el dicho popular. Pero, en las palabras de Fortier, ciega, sí, a las mujeres, educadas para perdonar todos los errores de sus padres, hijos o cónyuges. “Haga lo que haga, no importa”, ellas estarán a su lado. Prueba de ello es que la mayor parte de las mujeres no abandonaron a sus cónyuges, ahora juzgados, en la cárcel desde hace tres años.
La obstinación en salvar lo que queda de ellos -una familia, una historia en común y parte de quien ellas mismas son- es tan grande que muchas se negaron a hacerse un examen a partir del hilo de sus cabellos. El examen sería capaz de revelar si también ellas pudieron haber sido químicamente sometidas como Gisèle Pelicot.
La idea de proteger a la familia a todo coste se encuentra difundida por el alcalde de Mazan, Louis Bonnet. En una célebre entrevista a la BBC, él minimizó las violaciones que sucedieron en su pueblo y animó a la reconstrucción del núcleo familiar: “Será difícil para la familia, pero podrán rehacer sus vidas. Al fin y al cabo, nadie está muerto”.
Una gran excepción en este caso es la hija de Dominique, Caroline Darian. Cuando supo lo que le sucedió a su madre Gisèle, ella rompió con el patriarca. Más tarde, fundaría una asociación dedicada a la lucha contra la sumisión química. En 2022, publicó un libro titulado “Et j’ai cessé de t’appeler papa” (“Y yo dejé de llamarte papa”, todavía sin traducción). Durante las investigaciones, se descubrieron fotografías que su padre había hecho de ella, desnuda, lo que plantea la cuestión de si ella también fue drogada y violada.