Han sido testigos de insultos, amenazas, gritos, golpes y palizas. Han respirado el miedo, el no saber cómo iba a llegar su padre a casa, qué excusa peregrina podía encender la mecha que desembocase en una agresión. Todos los menores que presencian violencia hacia sus madres son, igual que ellas, víctimas de violencia de género, así lo establece la ley. Si además, ellos mismos han sido la diana de los malos tratos para dañar a la madre son también, víctimas de violencia vicaria. Casi 45.000 niñas, niños y adolescentes se encuentran a cargo de víctimas de maltrato en la actualidad, una cifra que ilustra solo los casos en los que sus madres han encontrado las fuerzas para denunciar, no las de las víctimas que se mantienen ocultas.
Tras años de vivir en esta situación, cuando llegan a adultos, la percepción acerca de las acciones de sus padres se aclara. Sus personalidades ya están formadas y tienen más recursos y herramientas para analizar lo que vivieron en su infancia y juzgar de otra manera los malos tratos de los que fueron testigos. Esos agresores también envejecen y cuando la vida y la salud les pone a ellos en una situación de vulnerabilidad y necesitan cuidados muchos de estos hijos se niegan a cuidar o a hacerse cargo de quien les hizo vivir un infierno.
El código civil obliga al cuidado de los padres
La ley establece la obligación de ocuparse de los padres y procurarles alimento. Lo señala el Código Civil en su artículo 143: Están obligados recíprocamente a darse alimentos en toda la extensión que señala el artículo precedente: Los cónyuges y los ascendientes y descendientes. Existe, por tanto un imperativo legal, sin embargo, existen excepciones. Una de ellas, haber sufrido maltrato o violencia de género en la infancia, y por ello, cada vez más, llegan a los despacho de abogados adultos que fueron víctimas y que se niegan a hacerse cargo de sus progenitores maltratadores.
Lola López-Muelas, la presidenta de la Asociación Española de Abogados de Familia (Aeafa), confirma que cada vez se encuentran con más casos así. “Sí, hay un aumento por varios motivos primero, porque hay cada vez un mayor número de personas dependientes en la edad adulta y una mayor prolongación de nuestra vida y aunque es verdad que existe un deber moral y ético de cuidar a los progenitores que son los que nos han cuidado previamente a nosotros, también es verdad que cada vez más hay un respeto y una concienciación de los derechos tanto de los niños como de las mujeres con respecto a la violencia de género y la violencia en general.
López- Muelas explica que se tiene que acreditar que existe “un proceso en el que un padre te está reclamando ayuda. Esa ayuda puede ser económica, te puede reclamar una pensión alimenticia. En este caso, el hijo se podría defender diciendo que ha sido víctima de violencia de género y que el padre maltrató a la madre o a él mismo y así se podría excusar el no atender económicamente a esa persona”.
Si no hay denuncia previa se puede recurrir a otro tipo de pruebas
¿Qué ocurre si nunca se ha denunciado esta violencia? La presidenta de Aeafa apunta que si no ha habido denuncia previa y no hay sentencia se pueden buscar la forma de acreditar el maltrato. “He tenido algún caso así y se ha demostrado con otro tipo de pruebas, indiciarias, por ejemplo, muchas víctimas guardan pruebas del maltrato que se les daba. Puede haber incluso mensajes de texto con insultos y demás, puede haber mucha prueba”, insiste.
“Lo normal es que sean los progenitores los que reclaman a los hijos directamente, pero también los servicios sociales pueden exigir esos cuidados, porque aunque hay muchas ayudas por la Ley de Dependencia, los principales cuidadores son la familia, entonces lógicamente, los servicios sociales tratan de ponerse en contacto con la familia para ver qué ayuda pueden recibir estas estas personas de los familiares directos”, finaliza López-Muelas.
“Desacralizar a la familia como institución”
Beatriz Bonete, socióloga experta en Género e Investigación social, cree que “las hijas e hijos de padres maltratadores no solo son más conscientes de lo que es la violencia de género, sino que además son más conscientes con otro término que describe mucho mejor lo que han vivido en su familia: la violencia vicaria”, apunta.
“Uno de los avances sociales más importantes ha sido, precisamente, “desacralizar” a la familia como institución. Si un padre es un maltratador, no va a ser un buen padre nunca. Aunque sea tu padre. El vínculo biológico se separa de cualquier responsabilidad familiar que antes se consideraba casi “sagrada” y ahora, afortunadamente, no. Un padre maltratador no cuida los vínculos familiares. Los destruye. Es normal que ninguna hija o hijo quiera asumir la responsabilidad de cuidarlos de hecho, lo más sano para ellas y ellos es cortar el vínculo totalmente”, cree Bonete.