“Yo miro al cielo y sé cuándo va a haber tormenta”. Es Teresa quien habla, desde su portal en carrer Maestre Serrano. A sus 92 años, esta vecina de Catarroja ha vivido ya alguna que otra riada, incluida la del 57 (aunque ninguna como la del pasado 29 de octubre). De hecho, atenta ya a las previsiones meteorológicas, decidió encerrarse en su casa el día 26. ¿Y ahora? Ahora sólo le queda suspirar “que Dios nos asista”.
No en vano la Comunidad Valenciana enfrenta una alerta naranja emitida por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) debido a la previsión de fuertes lluvias y tormentas que podrían alcanzar hasta 200 litros por metro cuadrado en menos de 12 horas. La alarma es palpable entre los valencianos, especialmente después de la devastadora DANA que golpeó la región el 29 de octubre, dejando inundaciones, más de 200 víctimas mortales y daños millonarios.
Las autoridades han instado a la población a extremar precauciones. En municipios como Paiporta, Alfafar o Torrent el temor es evidente. “Nunca había visto algo así, la última tormenta inundó mi casa en menos de dos horas. No puedo evitar pensar lo peor”, comenta Raúl, vecino de la pedanía de Paiporta, donde las inundaciones del 29 de octubre alcanzaron los 3 metros de altura. Este sentimiento se extiende por toda la región, especialmente en áreas afectadas recientemente, donde aún se están evaluando los daños de la tormenta anterior.
Más de diez ayuntamientos de la provincia han adoptado medidas preventivas para proteger al vecindario. Una de las prevenciones ha consistido en suspender las clases, en colegios pero también en universidades, para evitar que los más jóvenes salgan de sus casas, lo que seguro que propiciará que muchos adultos deban quedarse a su cuidado. En la misma línea, desde mediodía se han despejado barrancos y zonas peligrosas, además de pedir a los voluntarios que no acudan en los dos próximos días a ayudar a las zonas afectadas.
“Y si no vienen los voluntarios, ¿entonces qué hacemos? Volvemos a estar abandonados. Viene una DANA y nos encierran entre el barro, con carreteras cortadas y puentes destruidos”, relata a Artículo14 Sandra, una joven cuyos padres viven en Benetúser.
Insomnio, ansiedad y miedo a la lluvia
El impacto económico de las inundaciones previas ha dejado huella, con numerosos negocios todavía cerrados y carreteras intransitables. Según Protección Civil, el riesgo de nuevas inundaciones es alto “debido a la saturación del suelo y el caudal elevado de ríos como el Júcar”, que ya han superado niveles de alerta en varios tramos .
Los Bomberos han activado un plan especial de emergencia. “Tenemos todo el personal listo, pero la situación podría ser crítica si las precipitaciones son tan intensas como se prevé”, explica un miembro desde el albergue en el que duerme durante la catástrofe. Mientras tanto, el Gobierno regional ha pedido a los ciudadanos que eviten desplazamientos innecesarios y sigan las indicaciones oficiales.
Pero entre medidas de prevención, movilización de cuerpos de seguridad y trabajo contrarreloj, ¿qué sucede con el miedo? Una de las voluntarias que está acompañando a las personas afectadas por la DANA con intervención psicológica explica con claridad que hay consecuencias “invisibles” de esta catástrofe: “La mayoría de las personas sufren insomnio, ansiedad y fobia al agua, o una combinación de estas tres”, explica en conversación con Artículo14.
Estas “secuelas invisibles” se repiten en los testimonios de la gente afectada: “Personas que no pueden dormir, que sufren pesadillas recurrentes o que al cerrar los ojos escuchan los gritos de las personas a las que no pudieron salvar”. Al miedo atroz se suma la rabia, el enfado y los nervios continuos, que impiden en ocasiones pensar con claridad. “Ha tenido que venir la Policía de Bilbao a sacar el barro de las alcantarillas para la nueva DANA”, relata Selma, cuya casa ha quedado destrozada por las lluvias y ha pasado dos semanas durmiendo sin puerta.
La otra cara de este miedo es la incapacidad de la tierra de valenciana de asumir más agua, sumado a que el alcantarillado, especialmente en las zonas afectadas, está colapsado, con barro endurecido y otros desechos que bloquean el desagüe. En Paiporta han acudido a desembozar el alcantarillado, pero los vecinos son pesimistas: “A nada que empiece a llover de nuevo esto va a ser una pesadilla”. La concentración de las lluvias durante la noche aumenta la preocupación por posibles desbordamientos y cortes eléctricos. Las clases se han suspendido en varias localidades costeras y los servicios de transporte público están preparados para alterar sus rutas según sea necesario.
En redes sociales la incertidumbre se reflejan en decenas de mensajes de residentes que comparten imágenes de sus preparativos, como la elevación de muebles y la compra de equipos de emergencia. La memoria de tormentas recientes, que afectaron a cientos de viviendas y dejaron a miles sin luz, sigue fresca en la mente de la población. Los meteorólogos advierten que el episodio de lluvias podría extenderse hasta finales de semana, por lo que se insta a mantener la vigilancia. Para muchos valencianos, el sonido de la lluvia ahora trae consigo no solo agua, sino una amenaza latente que los obliga a prepararse para lo peor.