Las alertas funcionaron y la gente se quedó en casa

El rápido envío del mensaje de emergencias y la suspensión de muchos servicios propició que los ciudadanos vivieran la jornada confinados en sus domicilios

Una calle inundada de agua debido a las fuertes lluvias y granizo que se han registrado este miércoles en Málaga. EFE/María Alonso

Los malagueños amanecían incrédulos y miraban sorprendidos al cielo, no caía una gota. Unas horas antes, alrededor de las 22:30 de la noche del martes, el estruendo de la alerta de emergencias en los móviles les avisaba de que no realizaran desplazamientos innecesarios. Alerta roja, peligro extremo. Por eso muchos pensaron por la mañana, en un primer momento, que quizá se había exagerado. Nada más lejos. A medida que pasaron las horas, la situación se fue complicando, pero gracias a la suspensión de las clases, que más de uno se cogió el día libre ante el temor de lo que se avecinaba y el hecho de que muchas empresas impusieran el teletrabajo siguiendo los consejos de Protección Civil propició que la ciudadanía malagueña viviese la jornada confinada en casa.

Llantos en el hospital por cómo volver a casa

A primera hora, algunos trabajadores y ante una situación que no parecía alarmante, cogieron el coche y fueron a trabajar. A otros, les obligaron. No duraron mucho, la mayoría volvía a casa al poco tiempo. Es el caso de Ana, una ingeniera que a pesar del “susto” de la noche anterior, se dirigió a su puesto de trabajo. “No había nadie en la carretera, no llovía, pero al llegar me mandaron de vuelta”, cuenta. Ana vive en las Huertecillas Mañas, muy cerca de Campanillas, una zona muy castigada ya a mediodía. Al poco de volver su calle ya estaba inundada.

Marina trabaja en un hospital y acudió sin problema por la mañana, pero a medida que pasaban las horas la situación se descontrolaba. Los médicos no podían llegar, los pacientes se presentaban, otros llamaban para interesarse por sus cirugías… “Al final hemos tenido que cancelar todo lo programado para la tarde, se ha decretado por orden del jefe territorial el cese de toda actividad, excepto de urgencias”, apunta. El transporte público se suspendió, las calles “eran ríos” y se han vivido momentos de tensión, “algunas compañeras lloraban, no sabían cómo iban a volver a casa“. Marina logró volver a su domicilio y reconoce que ha pasado miedo. No solo por lo que se vivía en el hospital, sino también por las imágenes que le llegaban al teléfono.

Los grupos de WhatsApp echaban humo

Porque los móviles se convirtieron en una extremidad más de los malagueños. Los grupos de WhatsApp echaban humo. A cada segundo alguien enviaba un nuevo vídeo de calles, facultades, hospitales, tiendas, avenidas y el centro de Málaga inundado. Todos estaban pegados al móvil. Una manera de estar conectados en unos momentos inciertos. Hay quien aprovechó para poner un puchero a la lumbre, limpiar la casa, ponerse al día con la lectura, pero según pasaban las horas, ya se aconsejaban cargar el móvil, buscar linternas, velas y preguntarse sí hoy irían a trabajar.

A Copo le rescataron los bomberos del techo de su casa hace dos semanas y la jornada la pasó tranquila

Copo es cocinero y sabe lo que puede arrasar la DANA. Este vecino de Álora volvió a nacer hace dos semanas. Vive en el campo, dormía cuando llegó la gota fría y cuando se quiso dar cuenta no le quedo más remedio que subirse al techo de la vivienda con sus dos perros. Estuvo cerca de cuatro horas muerto de frío y miedo antes de que le rescatasen los bomberos. “Creía que me moría“, recuerda. Cuando le saltó la alarma el martes por la noche los nervios le revolvieron, había estado reconstruyendo su casa por la tarde y la idea de una nueva embestida le aterraba. Desde que lo perdió todo vive con su pareja y sus perros en un estudio en Torremolinos. La jornada la pasó mejor de lo que esperaba y no le parecía para tanto.

Parejas que se ponen a salvo y familias unidas en casa

Lo cierto es que la alerta no solo evitó que miles quedaran atrapados, muchos de los que viven en bajos buscaron la forma de resguardarse la noche anterior, es el caso de Bea y Rafa, una pareja con un recién nacido que ante los avisos y las predicciones se refugiaron en la casa de un familiar. Colocaron protecciones en su vivienda por si la cosa empeoraba, optaron por reducir los riesgos o Carmen que se cogió al día libre y compartió el día con sus hijos y su marido. A ella, que le dan miedo las tormentas, sus hijos, Lucía y Ricardo, le quitaban hierro a la situación. “Se están cubriendo las espaldas por Valencia, verás que no pasa nada“, le decían. Y a medida que llegaban más vídeos de zonas inundadas y seguía sin apenas llover en su barrio, la juventud ansiaba ser testigo de la fuerza de la naturaleza. “Que caiga aquí, menuda estafa”, se quejaban. “Ya sabes, los jóvenes no ven la catástrofe, sino las emociones. Lo cierto es que somos unos privilegiados y hemos podido estar todos juntos”, confiesa. Porque el día de ayer en Málaga recordó mucho a esas jornadas de pandemia encerrados en casa. No todo eran lamentos. Lucía, la hija de Carmen, tenía hoy un examen que no va a realizar porque la Universidad de Málaga suspendió las clases. No siempre llueve a gusto de todos, pero de algunas, sí.

 

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