A Laura —nombre ficticio utilizado solo para este reportaje— le diagnosticaron cáncer de mama en mayo de 2022. Meses después, durante las pruebas previas a la extirpación del tumor, los médicos descubrieron que también tenía cáncer de pulmón. No se trataba de una metástasis, sino de un segundo cáncer independiente. El proceso fue largo: dos cirugías, sesiones de quimioterapia e inmunoterapia. Tras dos años de baja, y con el alta emitida por el Tribunal Médico, intentó reincorporarse a su puesto de trabajo en una entidad del tercer sector. “Quería retomar mi vida y volver a la normalidad para poder reconstruirme”, explica.
Pero la empresa se mostró reacia. “Me dijeron que ya tenían a otras personas cubriendo mi puesto y que, como aún tenía vacaciones pendientes, debía hacerlas para que pudieran organizar mi vuelta. Durante este periodo, me pidieron que me acercara a la central para hablar sobre mi reincorporación, pero en la reunión me dijeron que sabían que lo había pasado mal y, para ‘ayudarme’, me ofrecieron 20 días de indemnización y el paro, así todos quedaríamos contentos”.
Un regreso infernal
Laura se negó: “Les dije que no, que mi intención era volver al trabajo porque necesitaba recuperar la normalidad. Les expliqué que podía reincorporarme poco a poco, ya que yo hacía teletrabajo y jornada intensiva, y no estaba pidiendo nada especial, solo las mismas condiciones que tenía antes de irme”. Sin embargo, le respondieron que esas condiciones ya no estarían disponibles. “Aun así, decidí volver porque necesitaba sentirme útil y ocupar ese espacio”, cuenta. Su regreso fue un auténtico infierno. “No me trataban bien, no me asignaban tareas y cortaron las comunicaciones con las personas con las que solía interactuar”, relata.
Después de meses de tensión, ansiedad y abogados, terminó por aceptar un despido objetivo por motivos de reorganización del trabajo. “Una mentira monumental, pero es lo que me aconseja mi propio abogado: aceptar y pasar por el aro”, dice con resignación. “Tengo la sensación de que ellos creían que no sobreviviría, y que fue un problema para ellos que al final sí lo hiciera. Para ellos, yo era un recurso humano del que había que deshacerse”, dice con resignación.
El barómetro de cáncer y trabajo
Para las personas a las que se les diagnostica un cáncer, el trabajo se convierte en algo más importante de lo que se imaginaban: es un ancla de normalidad, ayuda disipar pensamientos negativos y le da un cierto sentido al tiempo. Así lo revela el primer Barómetro Cáncer y Trabajo en España, publicado por la Federació Catalana d’Entitats contra el Càncer (FECEC). Con una muestra de más de 2.000 personas en edad laboral, de las cuales el 12% tienen o han tenido cáncer, y más de la mitad han trabajado con alguien con esta enfermedad, el estudio destaca que el 67% de quienes han sido diagnosticados consideran el trabajo esencial para dar sentido a su vida. “Es fundamental impulsar una reforma legislativa que garantice una mejor protección sociolaboral”, señala Clara Rosàs, gerente de la FECEC. “Esta reforma debería contemplar un retorno progresivo al trabajo, permitiendo compatibilizar la carga laboral con la recuperación total tras los tratamientos. Además, este regreso gradual no debería tener repercusiones económicas, es decir, no debería afectar al salario”, subraya.
A Míriam García, de 48 años, le diagnosticaron cáncer de mama en 2019. “Llevaba apenas 15 días trabajando como intérprete de lengua de signos en un instituto nuevo. Además, también trabajaba para la UNED y la UOC; esta última me rescindió el contrato de manera inmediata”, explica. La baja laboral la obligó a dejarlo todo. “El trabajo en la UNED podría haberlo mantenido, ya que me ofrecieron todas las facilidades. Además, me habría venido bien psicológicamente, porque cuando tienes tantas horas libres, te pasas el tiempo pensando, y eso no es bueno. Pero en este país cuando estás de baja, estás de baja para todo”, lamenta.
La vía de la reincorporación progresiva
Míriam se reincorporó al trabajo un año y medio después. “Regresé de forma progresiva, aunque no sabía que era posible; hay mucha falta de información al respecto. Empecé con el 50% de la jornada el primer mes, luego pasé al 75% y, finalmente, al 100%, siempre con el sueldo íntegro”, explica.
“Tras un tratamiento oncológico, los pacientes enfrentan secuelas físicas y emocionales a corto, medio y largo plazo que los hacen sentir más vulnerables. Al regresar al trabajo y asumir nuevamente la carga y las funciones que desempeñaban anteriormente, muchas personas experimentan inseguridad. En este contexto, solicitan o consideran beneficioso realizar una reincorporación progresiva al puesto de trabajo. Esto implica reducir tanto el horario como la carga laboral, ajustando las funciones a medida que avanza su recuperación. Además, este retorno gradual no debería afectar el salario, ya que los factores económicos influyen significativamente en las decisiones de los pacientes con cáncer. También creemos que esta reincorporación progresiva debería ser viable en pequeñas y medianas empresas”, añade Rosàs.
Según el barómetro, casi dos de cada tres trabajadores, independientemente de si han padecido cáncer, consideran necesaria la implementación de un protocolo para gestionar el impacto de esta enfermedad en el entorno laboral. Sin embargo, solo un 14% afirma estar al tanto de la existencia de un plan específico en su empresa. A pesar de esto, la mayoría desea y busca reintegrarse al trabajo: entre las personas diagnosticadas, dos tercios lograron regresar a su puesto, mientras que solo un 18% agotó completamente su baja.
Los trabajadores enfrentan dos dificultades principales: no siempre pueden reincorporarse de manera gradual. El 55% de los encuestados experimentó un retorno progresivo, y la mayoría de aquellos que no lo hicieron hubiera preferido esa opción. Además, la presión económica desempeña un papel crucial en esta decisión, ya que el 44% de las personas que desean volver al trabajo lo hace por motivos financieros.
“Las bajas flexibles pueden ser una solución. Estamos contentos de que se abra un debate en este sentido, porque hay un reconocimiento de que el sistema actual de bajas laborales es muy rígido y no responde a las necesidades de las personas con cáncer o enfermedades graves y prolongadas. Pero estas medidas deben implementarse siempre con supervisión médica y ser voluntarias, sin atentar ni vulnerar los derechos laborales de este colectivo tan vulnerable. Es importante no generar más expectativas ni incertidumbre entre los pacientes. Hace falta abordar esta cuestión con una visión amplia, garantizando siempre la protección sociolaboral de los trabajadores diagnosticados con cáncer”, concluye Rosàs.