Cuando Cristina dijo eso de “¡quiero ser astronauta!”, en la España de los ochenta, algunas monjas del colegio al que asistía quisieron quitarle la idea. Creían que tenía la cabeza en las nubes, pero no. O, al menos, no todavía. Lo que había nacido tras su primera visita al Kennedy Space Center, en Cabo Cañaveral, no era un sueño, era un objetivo. Y Cristina Ortega Juaristi lo ha cumplido con creces. Tras estudiar ingeniería aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid, se especializó en vehículos espaciales. En el presente, es Directora de Espacio (¡no me digan que no mola el cargo!) de la empresa AVS. Sus diseños espaciales han llegado dos veces a Marte. Ahora acaba de participar en el proyecto LUR-1. En lo personal, esta vasca de 47 años tiene un hijo de 15 años y una hija de 12.
—Cristina, ¿cómo te diste cuenta de tu vocación?
Durante la visita a ese museo, al Kennedy Space Center, pude ver todos los artefactos que habían formado parte de la misión Apolo, Gemini y otras misiones de la NASA y quedé fascinada con toda esa tecnología y con el hecho de que el hombre hubiera llegado a la luna y de que se pudiera explorar el espacio. Ya desde entonces tuve un gusto especial por todo lo que tuviera que ver con la aeronáutica y con el espacio.
—Y tu familia, ¿siempre te apoyó?
Tuve suerte porque en mi casa en todo el momento apoyaron que me gustara ese mundo. El hecho de que mi madre tuviera una carrera (ella es médico) yo creo hizo que se viera de una manera natural que tanto yo como mis dos hermanas quisiésemos estudiar y hacer carreras superiores. Pero sí que es verdad que en aquellos días, en el entorno, en el colegio, se veía un poco como fantasioso. Yo seguí adelante y lo pude acabar con éxito.
—Se nota que te apasiona. ¿Tus aficiones siempre han ido también en esa línea?
Sí… Una de las cosas que pedí cuando me iban a hacer un regalo mis padres fue un curso de caída libre. Yo, todo lo que tuviera que ver con aviones y todo eso siempre me ha interesado. En total llevo 22 saltos de caída libre, que no es mucho en ese mundo.
Ahora AVS, la empresa en la que trabaja Cristina, es noticia. A mediados de agosto se lanzó con éxito el LUR-1, un satélite 100% vasco que durante 5 años tendrá la misión de observar y fotografiar la Tierra. Además, incorpora un importante avance. Transcurridos sus 5 años de vida útil será “capturado” y se mandará de vuelta a la Tierra, donde se desintegrará en las capas superiores de la atmósfera para no generar basura espacial.
—Cristina, ¿cuál es tu papel exacto en esta misión?
Mi papel siempre empieza por conseguir los contratos, ya que muchos son en competición con empresas europeas o mundiales para agencias como la NASA o la ESA. En el caso de LUR-1 tiene un 40% de apoyo institucional del País Vasco. Mi función empezó ahí: convencer al Gobierno Vasco de que nos apoyara. Después hubo que crear el equipo de profesionales para llevarlo a cabo. Y luego ya, gestionar esos equipos.
—Un nuevo hito en tu carrera, que no es corta. ¿Cuáles fueron los anteriores?
Tuve la ocasión de participar en el desarrollo de la antena de la Misión Gaia, de la Agencia Espacial Europea (ESA), que está haciendo el mapa 3D de las estrellas, que es el mapa más detallado que se ha hecho hasta la fecha. Otro de los hitos de mi carrera fue llegar a Marte con el Rover Curiosity. Formé parte del equipo de ingenieros que hicimos la antena con la que el Curiosity, de la Nasa, se comunica directamente con la Tierra. Lo viví con mucha ilusión. La segunda vez que llegué a Marte fue ya como Directora de Espacio de AVS y allí hicimos dos contribuciones a dos instrumentos que están a bordo del Rover Perseverance.
Aunque ya ha llegado dos veces al planeta rojo, Cristina planea volver con uno de sus vehículos a Marte antes de que acabe la década con la misión Mars Sample Return. El objetivo será recoger regolito, que es toda esa capa de polvillo que está sobre los materiales más asentados del planeta. Una especie de “polvo de estrellas” si nos ponemos más románticos que técnicos.
“¡Mamá!, ¿otra vez a Marte? ¿No podéis cambiar de sitio?”. Fue la respuesta de su hijo al conocer el plan. Es lo que tiene que tu madre sea Directora de Espacio. Que se normaliza todo. En realidad, esa tercera misión a Marte supone un aumento de responsabilidad, ya que lo que pretende es traer de vuelta a la Tierra con éxito todas las muestras que el Perseverance lleva años recogiendo.
—¿Qué papel juega exactamente tu equipo en la misión Mars Sample Return?
Vamos a hacer la mano robótica que recogerá unos tubitos que tienen estas muestras de rocas marcianas dentro y va a insertarlos en una cápsula que será la que después habrá que traer de vuelta a la Tierra.
—Suena complicado.
(Se ríe) Toda la misión va de recoger estos tubos y nosotros vamos a hacer la mano robótica que va a recogerlos. Claro, la responsabilidad en esta misión es muy grande.
—Una gran responsabilidad en la que tú, en concreto, juegas un papel determinante. ¿Has tenido algún tipo de problema a lo largo de tu carrera por ser mujer?
Ser mujer nunca ha sido un hándicap o, al menos, yo no he sido consciente de ello. Lo que sí es cierto es que al haber menos mujeres que hombres, muchísimas veces me he visto en reuniones o en congresos, siendo la única mujer de entre todas las personas que había. O éramos 2 o 3 frente a 100. Pero he de decir que en este sector el respeto siempre ha sido total y absoluto.
—¿Y a la hora de conciliar?
Yo cuando me comparo con mujeres de mi entorno, con otros trabajos, concilio igual de mal o igual de bien que todas. Quizá la diferencia es que una cirujana llega tarde a casa porque se le ha alargado una operación y en mi caso llego tarde porque la NASA tiene una diferencia horaria con nosotros y las reuniones se alargan mucho por la tarde. Cambia quizás el motivo, pero cuando me comparo con otras mujeres, todas tenemos que hacer malabares para conciliar la vida profesional con la familiar.
—Cuando le preguntamos por sus perspectivas de crecimiento, bromea.
¡Hasta el infinito y más allá! Yo creo que no hay límites hoy en día y que las mujeres estamos accediendo a todo tipo de cargos. Además, he de decir que hay muchísimo nivel en las mujeres de este sector. Hay grandes profesionales que están totalmente a la altura de este mercado.
—Aprovechamos la ocasión para preguntarle algo que, aunque parezca frívolo, todos queremos saber. No tiene mucho que ver, pero, ¿qué se siente al flotar por el espacio?
No se parece a nada de las cosas que se pueden experimentar en la Tierra. Sorprende muchísimo. Estás flotando y, aunque te pongas boca abajo, tú no sientes que lo estás. Es una sensación muy diferente a nada que se pueda experimentar con gravedad. Y luego, es muy placentero. Todos los que participamos en vuelos parabólicos repetiríamos la experiencia una y otra vez porque el sentir que flotas es muy agradable. Si no te mareas, claro.
—Nuestra última pregunta es clara. No duda su repuesta ni un segundo. ¿Repetirías tu elección vital?
Mil veces sí. Seguro. Me gusta muchísimo lo que hago. Me motiva mucho la posibilidad de hacer satélites, misiones, equipos… que realicen cosas en un ambiente tan hostil como es el espacio y que de alguna forma rompan las barreras de la ingeniería y de hasta dónde puede llegar el ser humano. Es algo que me parece muy inspirador. Como la propia Cristina que, sin duda, también inspira